“…De gracia recibisteis, dad de Gracia”. (Mateo 10:8)
El último día del año mi esposo recibió un hermoso obsequio, que nos permitiría cambiar un objeto más antiguo que él tenía; de inmediato me apresuré y dije ¡vamos a vender el que ya tenemos! no era mala idea, mi esposo me dio la libertad de ponerle el precio de venta o lo que quisiera hacer con el mismo.
Alguien muy cercano a nosotros se interesó por dicho objeto pero no tenía el dinero completo para pagarlo, por lo que fui reduciendo cada vez más el precio para que se quedara con él. Sin embargo, conforme pasaban las horas el Señor me reprendió, recordándome: ¡Dad de gracia!
Esto me llevó a buscar esa lectura rápidamente y refrescar a qué se refería Cristo cuando dijo estas palabras a Sus discípulos. En la misión de éstos, les señaló primeramente: Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado (v. 7). Paremos aquí, ¿cuánto nos costó a ti y a mí recibir el Evangelio? De seguro que nada sin que eso implique que deje de ser un valioso regalo, a Él le costó la vida de Su Hijo Unigénito.
En segundo lugar, Jesús les había dado la autoridad de sanar enfermos, limpiar leprosos, resucitar muertos y echar fuera demonios (v. 8); de alguna manera Jesús les estaba permitiendo hacer buenas obras para testimonio de Él, como el Mesías prometido y como muestra de que ellos eran seguidores de ese Mesías.
No hay mejor regalo en el cielo ni en la tierra para compartir con otros que el plan de salvación. Fue recibido de gracia y de gracia debe ser proclamado.
De igual manera, tú y yo fuimos “cread[a]s en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Ef. 2:10
¿Cuál es el propósito de estas buenas obras? Mateo 5:16 nos dice: ¨Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.¨
Si algo hacemos o damos es para que las personas, al sentirse bendecidas puedan glorificar a Dios por Su provisión y Su cuidado hacia ellos.
Como ejemplo podemos ver el cojo de nacimiento quien al ser sanado por medio de Pedro y Juan su reacción fue entrar con ellos al templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. (Hch 3:8)
En este nuevo año, el Señor se ha encargado de traer a mi mente y corazón estas palabras y quiero animarte a que nos unamos en este mismo sentir y seamos de bendición a muchos.
¡Dad de Gracia!
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