Escrito por Amanda Kassian
Esto puede ser una sorpresa para ti, pero vas a leer las palabras de un ex criminal.
Cuando yo tenía doce años, mucho antes de conocer a Jesús, cometí un crimen. Por insistencia de algunas influencias negativas en mi vida, robé algo; me atraparon, me arrestaron, me suspendieron de la escuela y me acusaron de robo.
En los Estados Unidos, cuando una persona es arrestada y acusada de un delito, en algún momento debe ir a la corte y comparecer ante un juez. Hay que hacer justicia por el crimen que se cometió. Mi robo necesitaba un castigo para absolver el crimen; un mal tenía que corregirse. La paz necesitaba ser restaurada.
Una alacena completamente surtida
Como parte del fruto del espíritu que Pablo describe en Gálatas 5, la paz está al alcance de todo creyente. Pero así como con el amor, el gozo, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio, debemos asumir la responsabilidad de crucificar la carne y caminar en el Espíritu para que demos fruto en nuestras vidas. En otras palabras, Dios nos ha dado una alacena surtida de alimentos para abastecernos, pero debemos caminar hasta la alacena, sacar la comida y comer. Él es el proveedor y productor, sin embargo, tenemos la responsabilidad de dar mucho fruto.
En Gálatas 5:22, la palabra griega original eirene se traduce paz, lo que puede significar «relaciones armoniosas y libres de disputas»1 o tal vez libres de preocupaciones. Específicamente aquí, la paz se refiere a una condición de plenitud y bienestar que incluye tanto una relación correcta con Dios, como una armonía amorosa con los demás.2
Cuando me presenté ante el juez, me prescribió una sentencia para restaurar eirene con la comunidad. Mi sentencia incluía tres consecuencias: tenía que asistir a sesiones grupales con otros jóvenes que habían cometido delitos, me pusieron en libertad condicional y tenía revisiones de control mensual con los oficiales de policía, y a los doce años, tenía que participar en el servicio comunitario para devolver el valor de lo que robé. Después de mucho tiempo, y créanme, la parte de servicio comunitario tomó mucho tiempo, había restaurado la eirene, o la paz, con la comunidad y aquellos a quienes ofendí.
Al igual que las consecuencias de mi crimen, el concepto bíblico de la paz tiene varios frentes, y Gálatas no es el único lugar en la Biblia que lo aborda. En muchas de las cartas de Pablo, él discute sobre la paz, da la paz, y saluda a otros con paz. Profundicemos un poco más en tres ejemplos específicos del fruto de la paz.
Paz con Dios
Génesis 3 nos indica que debido a la caída de Adán y Eva, nosotros nacemos siendo pecadoras: impías, malvadas e injustas ante Dios (Ro. 5:10). Todas nosotras, cada partícula de lo que somos, hemos cometido delitos de los que somos culpables. Somos pecadoras.
Y debido a que somos pecadoras, estamos alejadas de Dios, separadas de Él, y nuestra inclinación natural es a odiarlo. Dios no puede tolerarnos ni tolerar todo aquello de lo que somos culpables. De hecho, la Escritura dice que Dios muestra Su ira todos los días (Salmo 7:11).
En Efesios 6:15, Pablo se refiere al evangelio como «el evangelio de la paz» porque trae paz entre Dios y el pecador. Cuando pones tu fe en Cristo, Dios te declara justo. Él te imputa la justicia de Cristo, y eres declarado justo. Ahora estás en una relación correcta con Dios. Tienes una pizarra limpia. Eres justificado por la fe en Cristo y por la obra que Él hizo en la cruz.
Imagínate estar de pie ante un juez listo para enfrentar la pena por un delito del que sin duda eres culpable, y una persona completamente inocente que conoce los delitos que ha cometido entra en la sala del tribunal, te hace a un lado y dice: «Aceptaré la pena y asumiré las consecuencias en su nombre». Te quedarías atónita, ¿no? ¿Por qué alguien haría tal cosa?
Esto es lo que Cristo ha hecho por nosotras. El amor lo impulsó a pagar la pena en mi nombre. . . y no hicimos nada para merecerlo.
Porque agradó al Padre
que en Él habitara toda la plenitud
y por medio de Él reconciliar
todas las cosas consigo
habiendo hecho la paz
por medio de la sangre de Su cruz
por medio de Él, repito,
ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos.
Y aunque ustedes antes estaban alejados y eran de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora Dios los ha reconciliado en Cristo en Su cuerpo de carne, mediante Su muerte, a fin de presentarlos santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él (Col. 1:19-20).
Para presentarme ante Dios como limpia, justa y justificada, necesitaba un abogado que muriera en mi lugar: Jesucristo. Él justificó perfectamente mi crimen de maldad. Se pagó en su totalidad. ¿Y cuál fue el resultado? «Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Ro. 5:1).
Solo por gracia, solo a través de Cristo, todo cristiano tiene paz con Dios. No hay otra manera. «Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación» (Efesios 2:14).
Por Cristo y Su muerte, el muro que nos separaba de Dios ya no existe. Estamos reconciliadas; estamos en paz.
Paz en nuestros corazones
La noche antes de que Jesús fuera crucificado, habló de paz. Jesús sabía que estaba a punto de enfrentarse a la tortura y la muerte, pero deseaba inculcar el mensaje de gozo y paz en Sus seguidores. Si supieras que morirás mañana, ¿de qué pasarías el tiempo hablando? Jesús eligió la paz. Él dijo: «La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo» (Juan 14:27).
¿Qué tipo de paz ofrece el mundo? La paz del mundo está basada en circunstancias, ofreciendo una variedad de soluciones de mantenimiento de la paz para diferentes circunstancias. ¡Y muchas de estas cosas son buenas! Tenemos la fuerza policial, médicos para atender nuestras necesidades médicas, medicinas y vacunas, bancos para asegurar nuestro dinero, techo sobre nuestras cabezas, candados en nuestras puertas, sistemas de seguridad, seguros de vida, cuentas de jubilación, refugios contra tormentas. . . la lista podría seguir. Estos «salvaguardas» están diseñados para ofrecer tranquilidad.
Pero Jesús dijo en medio del versículo 27: «Yo no se la doy a ustedes como el mundo la da», lo que significa que Su paz no se define por las buenas circunstancias. Él la da a pesar de las malas circunstancias.
Cuando se rompen las cerraduras, cuando la iglesia cierra, cuando llega la turba, cuando la seguridad de nuestros hijos es incierta, cuando el tratamiento médico no tiene éxito, cuando no obtenemos la aprobación que creemos merecer, cuando los sistemas de seguridad fallan—Jesús dice: «Les doy una paz que no se tambalea».
Cuando cometí el robo, no podría haberme importado menos la propiedad que robé. Ni siquiera lo conservé, se lo di a mis amigos que me presionaron para que lo robara. Pero lo que sí me importaba era la aprobación. La aprobación era mi paz. Estaba corriendo a la gente equivocada y deseaba profundamente tener amigos que me aceptaran. «Si solo tuviera aprobación», pensé, «encontraré la paz». Mi corazón estaba buscando seguridad y paz en lugares mundanos y cambiantes en lugar de algo que es eternamente seguro.
Cuando confío en Dios, en Su carácter y en cómo está obrando en mi vida, recibo la paz sobrenatural de Cristo. La paz perfecta se encuentra cuando mis ojos están fijos en Jesús, no en la tormenta o las olas a mi alrededor.
Paz con los demás
Porque hemos recibido el ministerio y el don de la reconciliación, estamos llamadas a reconciliarnos y hacer la paz con los demás:
- «Bienaventurados los que procuran la paz» (Mt. 5:9).
- «En cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres» (Ro. 12:18).
- «Procuremos lo que contribuye a la paz» (Rom. 14:19).
- «El que desea la vida, amar y ver días buenos. . .busque la paz y sígala» (1 Pd. 3:10–11).
Tres veces en los versículos anteriores somos llamadas a buscar la paz y perseguirla. La palabra perseguir en realidad se traduce de la misma palabra persecución. Cuando alguien está siendo perseguido, es intencionalmente señalado, buscado. Hay un intenso esfuerzo para localizar a esta persona o grupo de personas. Así es como debemos buscar la paz. Con todo esfuerzo, debemos hacer la paz con todos los hombres. No solo un poco de esfuerzo, ni un poco, sino con todo esfuerzo.
Por supuesto, es posible que «todo esfuerzo» no resuelva todos los problemas. Ha habido situaciones en mi vida en las que puedo pararme con confianza ante el Señor y decir: «Hice todo lo que pude», pero la otra persona no quería reconciliarse ni hacer las paces. Eso sucede. Aún así, he hecho lo que el Señor me ha pedido. Oro por ellos y no guardo amargura en mi corazón.
Cultivando el fruto de la paz
Puede que no tengas antecedentes penales que necesiten ser restaurados, pero cada uno de nosotros debe dar el fruto de la paz porque estamos llamadas a compartir a Cristo, el Príncipe de Paz, con un mundo perdido y roto. Debería ser un alivio saber que no podemos producir el fruto de la paz por nosotras mismas: tenemos que depender del Espíritu Santo para que lo produzca en nosotras. Tenemos que permanecer en la Vid.
«Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer» (Juan 15:5).
«En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son. Mis discípulos» (Juan 15:8).
«Mi Padre es glorificado en esto: que llevéis mucho fruto y demostráis ser mis discípulos (Juan 15:8)
1 “Peace - Definition, Meaning & Synonyms,” Vocabulary.com, accessed April 12, 2022, https://www.vocabulary.com/dictionary/peace.
2 Timothy George, New American Commentary: Vol. 30: Galatians (Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 1994), 402.
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