Cuatro formas de detectar una raíz de amargura

Todo buen jardinero sabe que no es posible acabar con las malas hierbas. Si tratas de eliminarlas con algún producto, no llegarás a ninguna parte. Hay que extraer las malas hierbas de raíz. De lo contrario, solo seguirá saliendo y en ese proceso traerán aún más de sus amigas con ellas.

No es casualidad que Dios use la imagen de la mala hierba para describir un pecado en particular que tiene peculiaridad de arrastrar nuestros corazones por completo… la amargura.

«Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados» (Hebreos 12:15).

La amargura no es uno de esos pecados grandes y llamativos que se puede ver creciendo en la superficie de nuestro corazón. No se puede mostrar como la ira ni producir grandes frutos podridos como la desobediencia. La amargura es un pecado durmiente. Crece bajo la superficie, en lo profundo del suelo de nuestros corazones.

Pero la advertencia del autor de Hebreos está clara, la raíz de amargura brotará algún día y cuando lo haga, «muchos serán contaminados» En otras palabras, si esa raíz de amargura sigue creciendo, habrá una cosecha de dolor para ti y para las personas a tu alrededor. Y debido a que la amargura es un pecado lleno de malezas que se entierran primero en nuestros corazones, no podemos solo cortar las conductas que la amargura causa. (Vamos a llegar ahí en un minuto). Necesitamos la ayuda del Señor para sacar de un tirón ese retoño de raíz.

El grupo de actitudes con el que viene la amargura:

Efesios 4:31 dice: «Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia».

Pablo aquí está describiendo un conjunto de emociones que vienen juntas con la amargura. Sé por experiencia que la amargura casi siempre viaja con un grupo desagradable. Cuando la amargura está echando raíces en mi corazón, por lo general la ira también lo está haciendo. Lo mismo ocurre con el enfado, la calumnia, y la malicia. Nuestro pastor nos guió a mi marido y a mí a este pasaje como parte de nuestra consejería pre-matrimonial. Describió estas emociones como una progresión.

  • Si no nos ocupamos de la amargura, la amargura progresará hacia el enojo extremo (que es la ira).
  • Si no nos ocupamos de la ira, vamos a empezar a reclamar o exigir lo que queremos.
  • Si eso no se cumple, empezaremos a hablar mal del objeto de nuestro resentimiento con la intención de reclutar a otros para que estén de acuerdo con nosotros y justificar nuestro sentimiento (eso es calumnia).
  • Si esto no se controla, eventualmente vamos a tener el deseo de causar daño a la persona objeto de nuestra amargura.

En el camino, la gente resulta herida, las relaciones se descarrilan, nos roba el gozo, y el crecimiento del fruto del Espíritu se atrofia.

Cuatro maneras de detectar una raíz de amargura

Con tanto que perder, a menudo es prudente preguntarnos, «¿soy una amargada?». Debido a que la amargura es un pecado durmiente, la respuesta no siempre es evidente. Aquí hay cuatro preguntas que te ayudarán a detectar una raíz amarga.

¿Estoy repitiendo la escena?

¿Te encuentras a ti misma constantemente repitiendo la conversación que tuviste con alguien? Al interactuar con ella, ¿te pasas el día recordando cada palabra o su lenguaje corporal?

La amargura florece en la tierra de la justificación. He descubierto que cuando fijo la vista en mi interacción con una persona en particular, estoy en busca de justificación para la ira en la frustración que siento en una relación. He aprendido que si me encuentro con frecuencia a mí misma repitiendo las mismas escenas, debería verlo como señal de alerta de que algo está sucediendo en mi corazón.

¿Está mi boca fuera de control?

Romanos 3:14 dice: «Llena está su boca de maldición y amargura».

Hay una conexión entre la basura que sale de nuestra boca y la amargura que tiende a echar raíces en nuestros corazones. ¿Te encuentras a menudo perdiendo la calma? ¿Eres crítica, respondona o grosera? Tal vez los pecados que estás cometiendo con tu boca son simplemente una extensión de la amargura que has permitido que crezca en tu corazón. Si estás tratando de hacerle frente a tu forma de hablar y no has ganado ningún terreno, es posible que necesites profundizar y dar un tirón a la raíz del problema.

¿Estoy enferma?

El psicólogo Dr. Carsten Wrosch ha estudiado la amargura durante quince años. Él dice:

«Cuando se alberga por un tiempo largo, la amargura puede anticipar patrones de desregulación biológica (un impedimento fisiológico que puede afectar el metabolismo, el sistema inmunológico o la función orgánica) y de enfermedad física».

Los científicos han llegado a la conclusión de que la amargura, si no se controla, interfiere con los sistemas hormonales e inmunes del cuerpo. La gente amargada tiende a tener una mayor presión arterial y frecuencia cardíaca, y son mucho más propensos a morir de ataques al corazón y otras enfermedades.

Por supuesto, el apóstol Pablo no tuvo acceso a estos datos científicos cuando escribió gran parte del Nuevo Testamento, pero esto no le impidió conectar los puntos entre la amargura y nuestros cuerpos. En Hechos 8:23 Pablo describe la «hiel de amargura». Es la bilis, una sustancia amarga que, literalmente, puede enfermarnos.

¿Está mi tribu amargada?

La «raíz de amargura» de que se habla en Hebreos 12:15 fue escrita por primera vez en Deuteronomio 29:18.

«No sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aleje hoy del Señor nuestro Dios para ir y servir a los dioses de aquellas naciones; no sea que haya entre vosotros una raíz que produzca fruto venenoso y ajenjo».

Al igual que todas las malas hierbas, la amargura tiene una manera de propagarse. Este pasaje describe una posible progresión. Un hombre infecta a su esposa. Ella infecta a sus hijos. La amargura se propaga y pronto toda la tribu está infectada.

  • ¿Está tu matrimonio marcado por la amargura?
  • ¿Están tus hijos amargados?
  • ¿Tiene tu grupo de amigos tendencia a sentarse y quejarse?
  • ¿Está tu iglesia llena de gente áspera y enojada?
  • ¿Tu comunidad es propensa a buscar culpables?

¿Es posible que tu propia amargura haya tenido un efecto dominó y que la raíz venenosa haya excavado más allá de tu propio corazón, en los corazones de las personas que amas?

Confía en el Labrador

En Juan 15:1, Jesús dijo: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador». Si esas preguntas revelaron algunas raíces de malezas, ¿te unirías a mí en esta oración?

Padre, te confieso mi amargura. Por favor, muéstrame cómo deshacerme de la raíz de amargura. Reemplázala con el fruto de Tu Espíritu Santo. Amén.

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos Beautiful … leer más …

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