Hoy arribamos al final de este recorrido por el Salmo 119, hemos podido gustar cuán dulce es la ley de Dios y cuan deseables sus estatutos.
169 Llegue mi clamor ante ti, Señor;
conforme a tu palabra dame entendimiento.
170 Llegue mi súplica delante de ti;
líbrame conforme a tu palabra.
171 Profieran mis labios alabanzas,
pues tú me enseñas tus estatutos.
172 Que cante mi lengua de tu palabra,
porque todos tus mandamientos son justicia.
173 Pronta esté tu mano a socorrerme,
porque tus preceptos he escogido.
174 Anhelo tu salvación, Señor,
y tu ley es mi deleite.
175 Viva mi alma para alabarte,
y que tus ordenanzas me ayuden.
176 Me he descarriado como oveja perdida; busca a tu siervo,
porque no me olvido de tus mandamientos.
En esta última porción el Salmista se enfoca en lo que que sale de su boca hacia Dios, escoge muy cuidadosamente sus palabras para dirigirse a su Señor.
Inicia con un clamor ante Dios y le pide que le de entendimiento conforme a Su Palabra.
¿Es ese el clamor de tu corazón? Pidámosle a Dios que genere en nosotros un deseo por adquirir un profundo entedimiento de su voluntad, de sus estatutos.
Él continúa suplicando ser librado conforme a Su Palabra. ¿Es esa tu oración? En el momento de la prueba muchas veces queremos ser librados por métodos humanos, pero debemos pedirle a Dios que su Palabra sea los que nos libere en cualquier escenario que estemos viviendo.
Finalmente luego de clamar por entendimiento y de suplicar ser librado, el salmista pide a Dios que sus labios profieran alabanzas, que su lengua cante Su Palabra.
¿Qué profieren tus labios? ¿Cuál es el contenido de las canciones que cantas? ¿Está tu boca saturada de la verdad de Dios? Debemos ser intencionales en alabar a Dios conforme a la verdad de Su Palabra, de esa manera estaremos honrándolo y al mismo tiempo afirmando Su verdad en nuestros corazones.
Como fruto de aplicar estas verdades a nuestras vidas, surgirá en nosotros un anhelo por Su salvación, su ley será nuestro deleite, aún si nos descarriaramos como ovejas no olvidaremos Sus mandamientos.
Oro que podamos decir como el salmista "¡Viva mi alma para alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden!" No nos quedemos aquí, sigamos sacando riquezas de este inagotable tesoro.
Para despedirme les comparto esta canción Cuánto amo tu ley
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