Este ha sido un recorrido en el que nuestros corazones han sido movidos a inquirir en la ley de Dios y meditar en sus promesas.
Los versículos de hoy son
121 He practicado el juicio y la justicia;
no me abandones a mis opresores.
122 Sé fiador de tu siervo para bien;
que no me opriman los soberbios.
123 Desfallecen mis ojos por tu salvación,
y por la promesa de tu justicia.
124 Haz con tu siervo según tu misericordia,
y enséñame tus estatutos.
125 Yo soy tu siervo, dame entendimiento
para que conozca tus testimonios.
126 Es tiempo de que actúe el Señor,
porque han quebrantado tu ley.
127 Por tanto, amo tus mandamientos
más que el oro, sí, más que el oro fino.
128 Por tanto, estimo rectos todos tus preceptos acerca de todas las cosas,
y aborrezco todo camino de mentira.
En un mundo donde prima la injusticia y la maldad, el salmista tiene su conciencia libre de condenación, le pide a Dios que le libre de la maldad de sus opresores, él está confiando en que Dios es su mayor Juez y Abogado.
Ante la opresión y la injusticia de los hombres, ¿cuál es tu actitud? ¿Buscas en Dios tu refugio o sales a defenderte y a luchar contra ellos?
¿Anhelas que Dios cumpla Su promesa de justicia o anhelas tomar venganza en tus propias manos?
En el versículo 124 vemos como el salmista se abandona en la misericordia de Dios, él sabe que Dios es Justo y obrará todo para su bien.
En medio de la prueba, ¿te abandonas a la voluntad de Dios? ¿Las circunstancias en las que Dios te ha colocado son vistas a tus ojos como el plan de Dios o te resistes a lo que Él determinó para ti?
En el versículo 126 David reconoce que es tiempo de que Dios actúe, me confronta mucho su actitud ante los problemas, haciendo esta afirmación él nos dice de manera implicita "Es tiempo de que yo me esté quieto y deje a Dios obrar". Dios nos esta diciendo lo mismo a cada una de nosotras: Permitámosle a Dios obrar en cada area de nuestras vidas, estemos quietas y reconozcamos que sólo Él es Dios. Salmos 46:10
Anhelemos los mandamientos del Señor más que el oro, que no haya riqueza ni posesión que pueda interponerse a nuestra devoción por Su Palabra.
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