Últimamente han reaparecido antiguos dolores. El dolor en la quijada que pensé que se había ido por completo ha regresado con furia y también mi rodilla ha decidido molestarme otra vez. Me he sentido desanimada, retraída, cansada e insegura de cómo procesarlo.
¿Por qué, después de mucha oración, Dios quitaría ciertas dolencias para que luego regresen? ¿Cómo se supone que debo entender estas recurrencias? ¿Por qué pareciera que nunca progreso con el dolor y la incomodidad? No tengo las respuestas a estas preguntas. Me quedo sin palabras cuando el dolor regresa y me oprime con toda su carga de temor.
No, no tengo las respuestas, pero conozco la verdad. Por eso hoy estoy orando la verdad. Me estoy aferrando a ella, decidiendo esperar en la Palabra de Dios y en la gran salvación que tengo en Cristo. Cuando no tengo ni la más remota idea de cómo procesar el dolor, esto es lo que sé que es real y verdadero. El plan eterno es una realidad más grande que mi sufrimiento, y quiero fijar mis ojos allí.
Escucha mis palabras
Si han vuelto tus aflicciones, o si de alguna manera hoy estás experimentando dolor, me encantaría que oraras conmigo.
Salmo 5:1-3: «Escucha mis palabras, oh SEÑOR; considera mi lamento. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré».
¡Rey mío y Dios mío!! Gracias por escucharme hoy. Cuando clamo, sé que Tú me escuchas, y ese es un dulce e inmerecido regalo. Quiero ser un sacrificio vivo, santo y agradable a Ti, especialmente en la manera como manejo este dolor. Espero en Ti y te busco. Dame ojos hoy para ver Tu fidelidad y Tus obras.
Salmo 5:4-6: «Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. Los que se ensalzan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; el SEÑOR abomina al hombre sanguinario y engañador».
Me recuerda de dónde me rescataste. De la maldad, de la iniquidad, de hablar falsedad, del engaño. Pecado y muerte. Te ocupaste de mi mayor necesidad; cuando estaba atrapada, muerta en mi pecado. ¡Me diste vida junto con Cristo! Sanaste la enfermedad del alma que me devastaba, me has lavado y limpiado por la sangre de Jesús. Aunque el dolor de mi cuerpo es grande, palidece en comparación con el dolor del castigo eterno y la separación de ti. ¡Has librado mi alma!
Dirígeme, ¡Oh, Señor!
Salmo 5:7-8: «Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia. SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí tu camino».
Tu gran salvación, Tu amor, Tu gracia y Tu misericordia: ¡Todos Tus regalos me llenan de gozo y paz! Necesito que transformes mi dolor en alabanza. Necesito que me reveles cómo el dolor me apunta a la justicia que es mía en Jesús. El enemigo está trabajando, causando sufrimiento y desánimo, pero él ha sido vencido, y la presencia de este dolor me lo recuerda. El llanto puede durar toda la noche, ¡pero el gozo llega por la mañana! Y aún más, cuando reúnas a Tu Pueblo secando cada lágrima y sanándonos completamente.
Salmo 5:9-10: «Porque no hay sinceridad en lo que dicen; destrucción son sus entrañas, sepulcro abierto es su garganta; con su lengua hablan lisonjas. Tenlos por culpables, oh Dios; ¡que caigan por sus mismas intrigas! Échalos fuera por la multitud de sus transgresiones, porque se rebelan contra ti».
Padre, en todo lugar de mi corazón que este dolor revele pecado ¡elimínalo! Que el orgullo, la amargura, el enojo y cualquier otro pecado sean expuestos. Si el dolor es lo que se necesita para ver más de mi pecado, lo que me impide conocerte más y ser más como Tú, entonces te alabo por ese regalo. Perdóname por cualquier área donde me haya rebelado contra Ti. Perdóname por las veces que mis palabras han sido imprudentes e ingratas. Gracias por Jesús, que llevó mi culpa en la cruz, librándome de ese castigo.
Déjame cantar de gozo
Salmo 5:11-12: «Pero alégrense todos los que en ti se refugian; para siempre canten con júbilo, porque tú los proteges; regocíjense en ti los que aman tu nombre. Porque tú, oh SEÑOR, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu favor».
No entiendo este dolor o ni el por qué ha regresado con tal fuerza. No conozco Tu mente ni Tu sabiduría. Pero me refugio en Ti, no en mi entendimiento. Canto de gozo en Ti, no porque mi dolor haya desaparecido. Te exalto, no por ser librada de estas circunstancias. Espero en Ti, no en mis sentimientos. ¡Ciertamente me has cubierto y protegido con Tu favor! He conocido Tu gran salvación e íntima comunión contigo, gracias a Jesús; y esta realidad eterna siempre me bendecirá y protegerá, aun cuando regrese el dolor.
Te amo, Padre. Amo a Tu Hijo y a Tu Espíritu. Te necesito. Siempre es así. Este dolor solo lo hace más evidente. Y por eso, estoy agradecida.
En el nombre de Jesús, Amén.
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