Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios.
Salmo 119:59
Hoy concluimos con las enseñanzas adquiridas en mi reciente toma de conciencia de mi condición física y su aplicación en el plano espiritual.
A continuación otras recomendaciones médicas y las similitudes que he encontrado con determinadas áreas de la vida cristiana, a saber:
1. No debo usar zapatos con tacones, o sea, por lo que debo bajarme a los planos; igualmente en nuestra lucha contra el pecado, se requiere una y otra vez, que nos bajemos del pedestal, que nos volvamos más pequeñas, que depongamos el ego adoptando una actitud humilde; como parte del fruto del Espíritu, ser mujeres mansas, para que las palabras de Juan el Bautista se vean reflejadas en nuestras vidas “Es necesario que El crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30).
2. Además, debo someterme a algunas terapias en las cuales es preciso que “esté quieta” y dónde he entendido que “puedo conocer que Él es Dios”, allí han venido varias reflexiones y recuerdos a mi mente:
a. Un libro donde el autor narraba varias situaciones de salud que tuvo que enfrentar hasta que entendió que “Dios estaba tratando de llamar su atención”.
b. Joni Eareckson Tada cuando en los días siguientes a su accidente se encontraba en una camilla boca abajo y sus primeras reacciones fueron de rebeldía. Me di cuenta que nunca había agradecido a Dios por cada pisada que he dado durante toda mi vida, sin experimentar ningún dolor ni molestia. Las había dado por sentado.
c.Una parte de la terapia requiere que mis rostro, mi mirada se dirija al piso, y pensaba en la paradoja de que muchas veces Dios tiene que ponernos de cabeza, voltear nuestro mundo para que aprendamos a “alzar nuestros ojos a lo alto, de donde viene nuestro socorro”.
3.Finalmente otro encargo del médico es que cuide mis pasos para evitar una caída; de forma similar, cuando estamos conscientes de nuestra pecaminosidad nos volvemos más cuidadosas de cada paso que damos, como nos advierte el apóstol Pablo “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1ª Co. 10:12) y esto requiere intencionalidad, voluntad, estar alertas. No creernos autosuficientes, sino reconocer nuestra dependencia de Él.
Pero aunque sabemos que es el Señor quien nos preserva de mancha y caída (Judas 24) no menos cierto es que El demanda de Sus hijos, santidad, obediencia, apartarse del mal, hacer morir las obras de la carne, entre otras, como muy bien lo expresa el autor del libro “Confiando en Dios aunque la vida duela” Jerry Bridges, “Dios no ha revelado dónde termina Su soberanía y dónde empieza la responsabilidad humana” ambas forman parte de Su plan.
Y el autor de Hebreos nos advierte contra la negligencia:
Así que debemos prestar mucha atención a las verdades que hemos oído, no sea que nos desviemos de ellas. Pues el mensaje que Dios transmitió mediante los ángeles se ha mantenido siempre firme, y toda infracción de la ley y todo acto de desobediencia recibió el castigo que merecía. Entonces, ¿qué nos hace pensar que podemos escapar si descuidamos esta salvación tan grande, que primeramente fue anunciada por el mismo Señor Jesús y luego nos fue transmitida por quienes lo oyeron hablar? (Hebreos 2:1-3 NTV).
Pidamos al Señor que durante todo el trayecto de nuestra carrera espiritual nos mantenga conscientes, alertas, sensibles a nuestro pecado, con corazones obedientes al Médico Divino para ingerir Su medicina y seguir Sus instrucciones. Y sobre todo ¡ayudemos a otras a salir de su inconciencia o letargo espiritual!
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