Cuando te olvidas que ciertamente Dios es bueno

Hace poco estuve en el Salmo 73 en mi devocional y sentí en mi corazón que debía pasar más tiempo allí, así que en los siguientes días pude aprender un poco más acerca de ese momento difícil en la vida de Asaf, y a la vez logré reconocer que también he tenido episodios así. 

Al leer el versículo 1 del Salmo 73, el salmista hace una declaración hermosa: ¡CiertamenteDios es bueno! No se logra intuir el contraste del versículo 2 en adelante, porque esta alabanza no nos anticipa la lucha de su corazón; pareciera que todo está bien.

Pero en el verso 3, confiesa: «Porque tuve envidia de los arrogantes,al ver la prosperidad de los impíos». Allí recordé un libro que confrontó mi corazón y en el que leí que aquí Asaf sufre del Síndrome de Comparación Compulsiva (título del libro). 

La autora de este libro dice que cuando nos comparamos con otros, tenemos dos opciones: perdemos o ganamos. Si perdemos, estamos haciendo una comparación con codicia mirando hacia arriba. Si ganamos, hacemos una comparación altiva o mirando hacia abajo. Para Asaf, este era un episodio de comparación con codicia.

¿Te ha pasado? ¿Te has comparado o te comparas con otros? En palabras de la autora: «Cuando te comparas con alguien y esa persona es mejor que tú (o está mejor que tú) ¿cómo te sientes? Y cuando te comparas con alguien y ves que eres mejor que esa persona (o estás mejor que ella), ¿qué sentimientos produce en ti?».

En todo ese tiempo de meditación, Dios estuvo hablando a mi corazón guiándome a no solo considerar lo que pasaba por el corazón de Asaf, sino que también me llevó, a la luz de eso, a recordar mis luchas del año pasado. Fue un año en el que luché constantemente por elegir pasar tiempo con Dios antes de hacer cualquier otra cosa, en el que comenzamos a educar en casa, en el que abundó la ropa sucia, en el que no fui tan paciente y llena de gracia con mis hijos, en el que subí de peso, en el que comentarios de otros acerca de cómo luzco después de ser mamá hicieron eco. Y también, debo admitir, que fue un año en el que pasé algún tiempo viendo en Instagram o en estados de WhatsApp cómo lucen las aparentes «vidas perfectas de otros». 

Y no es que mis inconvenientes se comparen con el sufrimiento del salmista, pero esta meditación me ayudó a ser valiente y a reconocer que también he pasado por momentos así, aunque soy cristiana. Aquí te menciono algunos momentos en los que perdemos la perspectiva:

  • Vemos las circunstancias de los no creyentes mejores que las nuestras (vv. 3-9, 12), incluso podemos llegar a compararnos con otros creyentes .
  • Dudamos de que Dios esté al tanto y en control de nuestra situación (vv. 10-11).
  • Nos preguntamos si ha valido la pena o no obedecer a Dios acerca de algo en que nos ha dado convicción (v. 13).

Pero Dios es tan misericordioso que, a pesar de nuestras faltas, Su gracia es mayor. Él nos ayuda a entender que lo mejor que podemos hacer en momentos así es dejar de ver a los demás, dejar de enfocarnos en nosotras y mirarlo a Él, correr a Él. Doy gracias a Dios por mi esposo, porque cada vez que me ha visto a punto de tropezar, me recuerda y me anima a pasar tiempo con Dios.

Este salmo finaliza con un contraste maravilloso donde podemos observar lo transformador que es correr a la presencia de Dios cuando nuestro corazón está divagando. Hasta que entré en el santuario de Dios(v. 17).

¿Qué pasó? 

  • Recordó que los incrédulos tienen un destino final terrible, a pesar de su jactancioso bienestar (vv. 18-20, 27). 
  • Reconoció que sus circunstancias no le permitían ver la bondad de Dios (vv. 21-22).
  • Reconoció que Dios está siempre cerca para tomarnos de la mano cuando estamos por perder el rumbo, y como un ancla segura nos sostiene,nos afirma, guiando nuestros corazones y mirada al gozo puesto delante de nosotros, Su gloria (vv. 23-25).
  • Reconoció que no hay nada que nuestro corazón pueda desear en este mundo, que sea mejor que Dios mismo (v. 25).
  • Recordó que, aunque sus circunstancias no cambien, Dios es la fortaleza de su corazón y su porción para siempre (v. 26).

Estar en la presencia de Dios cambia nuestro corazón en medio de cualquier circunstancia porque nos ayuda a mirar el presente y el futuro a la luz de la eternidad. Y a pesar del dolor y de las injusticias de esta vida, podemos decir: «Pero para mí, estar cerca de Dios es mi bien; En Dios el Señor he puesto mi refugio. Para contar todas Tus obras» (v. 28).

Hermanas, oremos para recordar siempre que nuestro mayor bien no es tener lo que los otros tienen, lucir como cuando éramos más jóvenes o como la mujer de la foto de Instagram, ser una súper mamá o tener una casa hermosa, limpia y siempre en orden.

El mayor bien que toda persona debería desear tener es estar cerca de Dios. Cercanía que nadie merece por causa de sus pecados, pero que, por la gracia de Dios, todo aquel que esté sin esperanza y sin Dios en el mundo, puede ser acercado por medio de la sangre de Cristo Jesús y gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad.

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Sobre el autor

Yuliana Fragozo Bermúdez

La gracia y la misericordia de Dios la alcanzó cuando se encontraba sedienta buscando agua en un pozo. Esa misma gracia inmerecida le permitió casarse con Andrés Aguilar, quien es uno de los pastores fundadores de la Iglesia Cristiana Vida … leer más …


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