Cuando no pueda seguir, muéstrame tu gloria

Mientras el agua de la ducha caía, lágrimas de desesperación salían de mis ojos. En ese momento, clamé a Dios para que me diera un amor especial por mi esposo, que sabía no podía producir por mí misma. «Dios, ayúdame. No lo puedo hacer. No puedo. Dame el amor que no poseo».

En ese tiempo, mi esposo y yo nos encontrábamos atravesando la etapa más oscura de nuestro matrimonio. Estaba profundamente herida y, en mi dolor, me quedé postrada y abatida. Sin embargo, vi la depravación de mis impulsos humanos de querer odiar al que había causado mi dolor. Y entonces, comprendí que mis impulsos no eran como los de Cristo, y que necesitaba reconocer esto.

Durante esa etapa, pasé mucho tiempo lamentándome y sintiendo dolor emocional. Sabía que necesitaría más que una fuerza interna para no aumentar mi amargura y ser capaz de avanzar, pero no tenía vigor. Supe que necesitaba la presencia de Dios para seguir adelante. Necesitaba el poder de Cristo, su amor y fortaleza. 

Dios me encontró y estuvo conmigo. Me tocó con el poder de su Palabra y su Espíritu. Sabía que no podía seguir sin Él, así como Moisés supo que ni él ni el pueblo podían continuar su viaje sin la presencia de Dios. Durante esa noche oscura, repetí lo que Moisés dijo en Éxodo 33:18: «Muéstrame tu gloria». Yo necesitaba ver la gloria de Dios para tener esperanza.

Su presencia es todo

Israel había pecado terriblemente en el incidente del becerro de oro. Dios le dijo a Moisés que guiara al pueblo hacia la Tierra Prometida, pero le informó que Él no iría con ellos, porque iba a consumir a los israelitas por su pecado. De hecho, la presencia de Dios fue removida de en medio de ellos y el Tabernáculo de Reunión estaba ahora levantado fuera del campamento. 

La Biblia dice que cuando Moisés caminaba hacia la Tienda, todos los israelitas se ponían de pie a la puerta de su tienda mientras él pasaba (Éx. 33:7-8). La esperanza del pueblo estaba en Moisés, porque él hablaba con Dios cara a cara por ellos (v. 11). Moisés salía fuera del campamento para interceder por el pueblo. Él suplicaba a Dios por su favor para con él y para con los israelitas, que eran el pueblo de Dios, su nación escogida (vv. 12-13).

En los versículos 15 y 16 Moisés dice: «Entonces Moisés le dijo: ‘Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí. ¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante Tus ojos, yo y Tu pueblo? ¿No es acaso en que Tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y Tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la superficie de la tierra?’». 

Moisés sabía que ellos fracasarían si Dios no iba con ellos a la Tierra Prometida. Dios era su líder, su fuente, su provisión. Si Él no estaba con ellos, estaban perdidos y sin esperanza. Sin Dios su futuro era desalentador. Su presencia era todo para ellos.

Aquí en Éxodo 33 vemos a Moisés poniéndose en la brecha por los israelitas. Moisés está abogando por ellos, defendiendo su causa y haciendo intercesión por sus pecados. Al final, gracias a la misericordia de Dios para con Moisés, el favor de Dios se extiende al pueblo de Israel porque Moisés los representaba. 

El Señor pronuncia su favor para con Moisés diciendo: «Y el Señor respondió a Moisés: ‘También haré esto que has hablado, por cuanto has hallado gracia ante Mis ojos y te he conocido por tu nombre’» (v. 17). Y después de esto, Moisés pide ver la gloria de Dios y Dios hace pasar toda su gloriosa bondad delante de Moisés proclamando su nombre «El Señor» (v. 19).

Así como Moisés y los israelitas, nosotros no podemos continuar en la vida sin disfrutar de la presencia de Dios y de su gloria pasando sobre nosotros. Necesitamos ver su gloria para poder vernos a nosotros mismos tal y como somos. Necesitamos su presencia y su gloria en nuestras vidas en los buenos tiempos y en los malos. Cuando yo sentía que no podía continuar con mi matrimonio, busqué la gloria y la presencia de Dios como mi única esperanza. Esto se logra a través de profundizar en su Palabra. Porciones de las Escrituras y libros completos de la Biblia fueron mi esperanza.

Vi la gloria de su amor por mí y su gracia sobre mi matrimonio. Su glorioso amor me humilló. Él era glorioso, yo no lo era. Él estaba lleno de belleza y yo de fealdad por mi pecado. Necesitaba ver eso antes de poder confesar mi debilidad y antes de pedir que su fortaleza y su amor me llenara y fluyera de mi malvado corazón. La gloria de su amor por los pecadores me dio esperanza que Él me ayudaría a continuar.

La esperanza de la gloria de Cristo

Moisés era un pecador. De hecho, por su pecado ni siquiera llegó a la Tierra Prometida. Él solamente podía ser un sustituto temporal de un mejor mediador e intercesor. Solamente Jesucristo puede ponerse en la brecha por nosotros y abogar por nuestra causa. La gloria de Dios en la faz de Jesucristo fue la esperanza anticipada de los israelitas y es nuestra siempre presente esperanza hoy. Charles Spurgeon, al comentar sobre el apóstol Pablo cuando declaró «la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo» en 2 de Corintios 4:6, dijo:

«El apóstol también había recibido el conocimiento de ‘la gloria de Dios’. Nunca antes, el Dios de Abraham, había parecido tan glorioso como ahora. Dios en Jesucristo se había ganado el asombro adorador de la mente instruida del apóstol. Había conocido la gloria de Jehová como el Único Dios. Había visto esa gloria en la creación declarada por los cielos y desplegada sobre la tierra. Había contemplado esa gloria en la ley que ardía desde el Sinaí y echaba su inaguantable luz sobre el rostro de Moisés. Pero ahora, más allá que cualquier otra cosa, él ha venido para percibir la gloria de Dios en el rostro o la persona de Jesucristo y esto había ganando su alma».

La gloria de Dios en el rostro de Jesucristo es nuestra única esperanza. A través de Él somos justificados por la fe y tenemos paz con Dios. Hemos obtenido acceso a la gracia por la vida, muerte y resurrección de Jesús. Dios ya no está lejos, porque Cristo salió fuera del campamento por nosotros. La gloria de su presencia no es quitada por nuestro pecado, sino que ha sido prometida a través del evangelio.

Jesús fue Dios con nosotros. Y Él está aún hoy con nosotros. La esperanza de su gloria significa que Él está con nosotros cuando la vida es difícil y cuando está llena de gozo. En cualquier temporada y circunstancia, Él está con nosotros. Y a través de toda la vida, nos regocijamos en nuestra esperanza de compartir la gloria de Dios (Rom. 5:2).

Charles Spurgeon también dijo: «Hay mucho más revelado en la persona de Cristo de lo que podríamos ser capaces de aprender en esta vida mortal, e incluso la eternidad no es lo suficientemente larga para el descubrimiento de toda la gloria de Dios que brilla en la persona del Verbo hecho carne».

Veremos su gloria. Tenemos destellos de su gloria hoy y acceso a la gracia, pero veremos completamente y disfrutaremos su gloria cara a cara, como dijo Moisés.

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