Había probado todos los remedios que se me ocurrieron.
Probé melatonina y otros productos para dormir, mascaras para dormir y tapa oídos, todas las supuestas “soluciones” para poder dormir, resultaron en más noches sin que pudiera dormir. Habiendo sido la clase de chica que dormía sin problema, ahora luchaba por hacerlo.
Luchando no es exactamente la palabra que yo usaría para describir mi estado de insomnio. Una mejor palabra sería enojo.
Así es, lo admito. Estaba enojada. El no poder dormir, sin importar lo que hiciera, que tan cansada estaba, me quedaba despierta por horas. Enojada sabiendo que el trabajar el día siguiente iba a ser difícil. Enojada de que mi esposo se durmiera tan rápido a mi lado.
Enojada con el Señor por haberme dado esta prueba que en el momento parecía tortura, una que para mí no tenía sentido.
Nuestros cuerpos necesitan dormir. ¿Dios no sabe eso? ¿Acaso Dios no ve que tengo grandes proyectos en el trabajo esta semana que debo completar y que no puedo terminarlos si soy un zombi caminante?
¿Acaso Él no me escucha cuando pido su ayuda? ¿No le importa?
Había llegado al punto de quiebre después de dos semanas sin poder dormir. Las lágrimas seguían cayendo, mi mente daba vueltas preguntándose porque tenía que pasar por una prueba tan ridícula. Pero una cosa era segura: sabía que mi enojo, en el fondo, era con el Señor. Al mismo tiempo sabía que esta actitud no lo honraba y revelaba una condición más profunda en mi corazón.
¿Cuál es la actitud de nuestros corazones?
¿Qué me estaba haciendo enojar tanto ante algo tan pequeño? ¿Cuál era la raíz de mi enojo hacia el Señor?
Miremos Santiago 4:13-17:
“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis que será mañana. Porque ¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer o bueno, y no lo hace, le es pecado.”
Lo que Santiago quiere decir es esto: Todas hacemos planes (y no es malo hacer planes), pero ¿cuál es nuestra actitud hacia el Señor detrás de todos esos planes? El apóstol se centra en dos puntos principales en estos versículos que hablan sobre este tema tan importante:
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Entiende a tu Señor
Antes de entender nuestras propias vidas, debemos empezar conociendo al Señor. Santiago enseña que la manera más honesta, inocente y sabia de hacer nuestros planes es considerarlos a la luz de la voluntad soberana del Señor. En otras palabras, valoramos nuestros planes menos de lo que valoramos el Señorío de Cristo reinando supremamente cada área de nuestra vida. Nuestros planes se someten a su propósito.
¿Y porque es esto así? El Señor es el creador de los cielos y la tierra. Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 17:28). En Él, todos los seres humanos son responsables por el pecado porque Él es el estándar de lo correcto, la luz y la verdad. El Alfarero tiene todo el derecho de reinar sobre su barro (Romanos 9: 20-21).
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Entiende tu Vida
Luego Santiago nos enseña acerca de nosotros mismos, a la luz de quien es Dios. Si Dios es el único gobernante que es santo, recto y perfecto, claramente nosotros no somos “gobernantes”. Santiago pregunta, “¿Qué es vuestra vida? Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (4:14). La vida humana es corta, pasajera, una niebla. En la mira de la gran y eterna presencia de Dios, nuestras vidas son solo un suspiro.
Lo irónico es: Aunque nosotros somos el barro, planeamos como si fuéramos alfareros ¡(v. 13)! Esta es la razón por la que Santiago nos instruye a hacer planes sometidos a la voluntad de Dios.
“En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (v. 15)
Por la gracia de Dios que se manifiesta a través de su Palabra, empecé a entender que tenía “planes” específicos para mi vida, que no había comentado, que ciertamente no incluían el no dormir, y todos los efectos de eso. Me di cuenta de que me estaba aferrando fuertemente a un futuro cómodo, exitoso y efectivo en todas las áreas de mi vida. En esencia, estaba tomando el control de mi propia vida, apoyándome en mis fuerzas y dones, y rebelándome ante cualquier interrupción a estos planes.
Y el resultado fue el enojo hacia el Señor. Enojo hacia el Alfarero, el que me diseñó y me formo. Al que misericordiosamente me dio vida y aliento, y no solo eso, sino también vida eterna en su Hijo, a pesar de que no merecía recibir una herencia tan grande. ¡Qué abrumante revelación!
10 preguntas que te debes hacer cuando estés enojada con el plan de Dios
Al considerar la gracia de Dios al orquestar esta prueba, y enseñándome por medio de su palabra, quisiera saber si las siguientes preguntas tienen algún valor para ti. A mí me ayudaron a entender la actitud de mi corazón hacia la regla soberana de Dios. Léelas y considera tus respuestas:
- Cuando algo no sale como tú quieres, ¿cómo reaccionas?
- Cuando alguien tiene algo que tú quieres, ¿Cómo lo tomas?
- ¿Qué evitas pensar en tu vida?
- ¿En qué piensas cuando tu mente deambula?
- Cuando llegan momentos difíciles, ¿te acercas a Dios o te alejas de Él?
- ¿Alabas/Alabarías y agradeces a Dios cuando llegan los problemas?
- ¿Orarías “que se haga tu voluntad”, en momentos difíciles?
- ¿Cuál es la actitud de tu corazón mientras esperas que algo pase?
- Si Dios te quitara lo que es valioso para ti, ¿seguirías teniendo paz?
- Si perdieras tus dones y habilidades mañana, ¿te sentirías sin valor?
Tal vez te identifiques con el enojo que describí antes. Si has visto tendencias de rebeldía de querer controlar tu vida, anímate, ¡Dios vino precisamente a salvar y liberar a los rebeldes! Lánzate completamente a la sabiduría y la vida de Cristo Jesús, el Señor y Salvador de todo. Dile que vas a someter tus planes y deseos a los suyos. Pídele que cumpla su propósito para ti, cueste lo que cueste.
Solo cuando hayas rendido tu vida a Cristo serás verdaderamente libre de cada plan, cada sueño, cada búsqueda, a las que una vez te aferraste fuertemente. Esta libertad viene en confiar que Él tiene el control soberano de tu vida, ordenando sus planes para ti, y todas las cosas te ayudaran a bien.
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