Culturalmente ponemos muchas expectativas en las Navidades. Desde niños crecemos con la ilusión de la alegría que caracteriza esta época del año: las reuniones familiares y con amigos, los regalos, las recetas especiales y distintivas de la temporada son algunos de los motivos que producen ese gozo especial en las personas.
Por otro lado, la llegada de la Navidad, que a su vez, marca el final de un año, puede no ser tan esperada, si has perdido a alguien cercano durante este tiempo.
Hoy puedo compartir sobre el profundo dolor de haber perdido a mi madre, de manera sorpresiva en Navidad, pero a su vez puedo escribir sobre la fidelidad de Dios y de la increíble paz que Él nos da.
Llegó diciembre de 2012 y yo estaba, al igual que mi esposo e hijos, feliz con la llegada de mi madre desde Puerto Rico, como de costumbre; quien, una vez más, pasaría ese tiempo con nosotros. Recuerdo su llegada como si fuera hoy, con su ropa nueva que sabemos había guardado durante meses para usarla justo el día en que arribara al país.
Preparé un almuerzo especial para ella, con sus platos favoritos, incluyendo el postre que ella siempre mencionaba querer degustar cuando llegara. Gran satisfacción era para mí poder complacerla con estos detalles.
Cayó la tarde y la noté un poco triste, quizás cansada del viaje y decidí adelantar una cita que había hecho para el día posterior, de un spa de pies y manos, algo que, cada vez que venía a visitarnos, ella esperaba con ansias. Siempre mencionaba que en su país era muy costoso además de que no lo hacían tan bien como en Santo Domingo.
En una fotografía que le tomé quedó grabado su rostro feliz y cada vez que la joven le daba masajes en los pies, su rostro se iluminaba, produciendo en mí una enorme alegría. A la salida, fuimos a la farmacia cercana a comprar un libro de “sopa de letras” que acostumbraba a hacer diariamente porque según ella la ayudaba a no perder la lucidez mental y durar muchos años más, estaba muy convencida de que eso era verdad.
Esa noche le preparé una avena caliente, y la acompañé a su habitación recién decorada especialmente para ella, con el deseo de que un día me dijera que se quedaría a vivir con nosotros los años que le quedaban de vida.
Llegó la mañana y me alisté a prepararle su café dominicano y llevárselo a su habitación y sorprenderla con este detalle. La luz estaba encendida, toqué y no respondió, entré y la encontré recostada en la cama, sus ojos cerrados, su rostro en paz. La llamé una, dos veces, ya a la tercera la toqué y estaba muy fría, pensé que era por el aire acondicionado y lo apagué, seguía inmóvil, la sacudí y no respondía. Asustada, llamé desesperada a mi esposo, con la ilusión de escuchar de parte de él, que ella estaría bien y poder ver sus ojos abiertos, mi esposo me confirmó lo que yo me temía, me dijo, mirándome a los ojos y con voz entrecortada, ‘doña Gladys está muerta’.
¡Qué dolor tan profundo sentí en ese momento!, no podía creer lo que estaba ocurriendo, clamé a Dios confundida, le preguntaba que significaba esto que me estaba ocurriendo, ¿cuál era el aprendizaje en esta prueba tan repentina y dolorosa? Pude escuchar Su voz en mi corazón, diciéndome, ‘ por mucho tiempo me pedías que cuando llegara su momento me la llevara de una manera apacible y sin dolor, y he contestado tu oración’. Desde ese momento, Dios me ha ministrado con Su amor, y Su gracia me ha acompañado.
“He aquí los ojos del Señor están sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia” Salmo 33:10
Mientras reflexiono en la muerte de mi madre, le doy gracias a Dios por Sus tantas maneras de consolarme:
“Y sabemos que para los que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” . Romanos 8:28
Entre tantas, fui consolada por muchas expresiones de amor de parte de otros. Me consolaron con la consolación que habían recibido de Dios. 2 Co. 1:4
Fui consolada por la Palabra de Dios de paz, amor y esperanza. La Palabra de Dios es una fuente de paz y fortaleza. Salmo 1:1-3, 119:165;
Fui consolada por oraciones personales y públicas, ofrecida por tantos. La oración es por igual una fuente de paz y fortaleza. Filipenses 4:6-2
Con tantas fuentes de consuelo, me doy cuenta, que la pérdida de mi madre es un recordatorio de cuán ricamente bendecida soy, y cuán generoso ha sido Dios conmigo.
----¡Déjanos tu comentario y únete a la conversación!----
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
El material publicado en esta página se encuentra disponible para ser compartido gratuitamente, en cuyo caso, agradecemos su integridad al citar la fuente en respeto a nuestros derechos de autor.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación