«Creo que la voluntad de Dios es siempre sanar al enfermo», dijo mi amiga con seriedad.
Nos sentamos juntas en una pequeña habitación. El sol invernal entraba por las ventanas mientras tomábamos una taza de té.
«Pero, ¿qué pasa con las personas que mueren de cáncer después de mucha oración? ¿Qué pasa con aquellos que no se curan después de un trágico accidente?», le reproché.
«Simplemente no saben cómo recibir la sanación», dijo mi amiga con naturalidad. «Santiago 5:15 nos dice que la oración de fe restauraráal enfermo».
Mi mente se inundó con preguntas y preocupaciones, mientras mi corazón comenzó a latir más fuerte. Me di cuenta de que esa no iba a ser una conversación sencilla y, por eso, necesitaba desesperadamente la sabiduría de Dios para que me guiara.
La oración de fe en Santiago 5:13–20 es un pasaje poderoso y, a menudo, incomprendido. ¿Realmente se nos promete sanación si tan solo tenemos suficiente fe para creer? ¿O podría Dios estar hablando de sanidad en la eternidad, cuando finalmente estemos libres de todo pecado, enfermedad y tristeza? ¿Qué está tratando Dios de decirnos sobre la oración a través de este importante pasaje? Aquí hay algunas preguntas y puntos principales sobre la oración que podemos aprender en este pasaje.
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¿Cuándo debemos orar?
¡Santiago nos exhorta a orar todo el tiempo! Debemos orar cuando estamos sufriendo. Debemos cantar alabanzas cuando estamos alegres. Somos instruidos a llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por nosotros y nos unjan con aceite cuando estemos enfermos. Ya sea que estemos caminando a través de colinas o valles, debemos permanecer dependientes del Señor. «Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo» (1 Tes. 5:16–18 énfasis añadido).
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¿La oración de fe promete sanación?
A primera vista, pareciera que en el versículo 15 Dios promete sanidad a quien haya orado con fe: «La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará». Sin embargo, sabemos que otros pasajes de la Escritura como 2 Corintios 12:7–9 muestran lo contrario. Allí el apóstol Pablo, un hombre de gran fe, le suplicó al Señor tres veces que le quitara el aguijón en su carne, pero Dios no le concedió su petición. En vez de eso, le dio su gracia toda suficiente para que Pablo aprendiera a jactarse de sus debilidades al depender de Dios (2 Cor. 12:9–10). Incluso Jesucristo, el Dios hecho hombre, le pidió tres veces al Padre que le quitara su sufrimiento (Mt. 26:39–44). Sin embargo, el Padre quiso que Jesús sufriera y tuviera una muerte cruel para que pudiéramos ser perdonados de nuestro pecado.
No obstante, Dios nos ofrece algo mucho mejor que la sanación física. Nos ofrece la sanación espiritual, el perdón de nuestros pecados. Él puede elegir curar nuestros cuerpos físicos en la tierra o puede elegir dejar que su gloria se muestre en nuestro sufrimiento, pero un día seremos libres de todo pecado, enfermedad, sufrimiento emocional y muerte. Dios nos levantará con cuerpos nuevos después de que nuestras almas partan de este mundo. Por eso, nuestra esperanza no está en la sanación terrenal, sino en la sanación espiritual y la eternidad por venir.
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¿Cómo sucede la sanación espiritual?
Santiago nos recuerda que la vida cristiana no se debe vivir sola. La sanación viene a través de la confesión de nuestros pecados. Es así como se nos ordena confesar y orar unos por otros (v. 5:16). ¿Tienes amigas o personas con quien puedas rendir cuentas y confesar abiertamente tu pecado? He oído decir que si quieres quedarte atrapado en tu pecado, entonces no se lo digas a nadie. Sin embargo, aquellos que desean sanación y gozo tomarán en serio el mandato de confesar sus pecados a los demás. Recuerda que Dios ha provisto el cuerpo de la iglesia como un hermoso medio de gracia en nuestras vidas.
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¿Tienes que ser muy bendecida o tener un don extraordinario para que Dios escuche y responda tu oración?
Santiago nos anima al decirnos que Elías fue un hombre con una naturaleza como la nuestra (v. 5:17). Eso significa que él era un pecador, así como tú y yo. Sin embargo, él era un hombre que creía en el poder de la oración. Oró fervientemente para que no lloviera, y Dios retuvo la lluvia durante tres años. Luego oró por lluvia, y Dios respondió bondadosamente su oración con lluvia para la cosecha. No se nos dice que sus palabras fueron elocuentes o que tenía un don extraordinario de fe, sino que era justo, fiel y diligente en la oración. Esto debería alentarnos. Dios escucha nuestras oraciones. Puede que no las responda de la manera que queremos, pero siempre podemos confiar en que Él es bueno y responderá de acuerdo con su voluntad perfecta.
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¿Por qué debemos ir tras alguien que se ha alejado de la fe?
Dios desea que amemos a nuestro prójimo y eso incluye amar a la persona que se aleja de la fe. En lugar de levantar nuestras manos en desesperación o de ser indiferentes, debemos ir tras ellos y buscarlos con amor y verdad. Tal vez eso signifique pedirles que nos reunamos para tomar un café, o enviarles un mensaje de texto con un versículo de las Escrituras y orar continuamente por ellos. Hay una multitud de formas en las que podemos buscar ovejas perdidas. Dios promete que quien haga volver a un pecador de su extravío salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados (Stg. 5:19–20). Somos cuidadoras de nuestros hermanos. No debería ser una carga buscarlos con amor.
Finalmente, no convencí a mi amiga de que Dios no siempre sana en esta tierra; pero oro para que las semillas de la verdad hayan sido plantadas durante nuestra conversación, y para que cuando ella estudie las Escrituras, el Espíritu Santo ilumine su mente para que pueda discernir la verdad del error. Por ahora, puedo confiar en que mientras sigo orando por ella, Dios escucha mis oraciones y las responderá a su manera perfecta.
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