“¡Porque yo lo digo!”
Admítelo. Probablemente has recurrido a esta respuesta, sin pensarlo, por lo menos alguna vez. Podría haber estado motivada por pura frustración. O una necesidad de hacer que las cosas ocurrieran rápidamente de cara a un reloj que corría. Quizás los detalles eran demasiado complicados para ser entendidos por tu hijo. O quizás las palabras salieron de un recuerdo relegado de tu propia madre diciendo la misma cosa.
Existe una mejor manera que simplemente responder a tus hijos por hábito – la manera de entrenarlos mientras confías en Aquel cuya autoridad supera todas las demás. Este tipo de crianza de los hijos de forma considerada comienza con enseñarle a tus hijos (y recordarte a ti misma) acerca de la naturaleza de Dios.
Dios es el Creador, y Él decidió crear y obrar a través de la unidad de la familia.
Dios creó todas las cosas, incluyendo la familia. La unidad de la familia es tan importante para Dios que Él la confirmó en los Diez Mandamientos: “Honra a tu padre y tu madre.” También es el primer mandamiento que incluye una bendición prometida (Ef. 6:2)
Nuestra cultura busca incansablemente etiquetar a la unidad de familia tradicional como irrelevante. Sin importar la opinión de la sociedad, Dios estableció a la familia como la estructura primaria dentro de la cual los individuos son amados, criados y enseñados.
Habla con tus hijos acerca de lo que significa ser parte de una familia. Anímalos a identificar las maneras por medio de las cuales se sienten amados y cuidados dentro de tu familia y tu familia de la iglesia.
Dios es soberano, por lo tanto, El delega Su autoridad a quien sea que Él escoja.
Dios tiene el derecho de gobernar Su creación por Quien es Él. Las circunstancias podrían confabular para convencernos de lo contrario, pero la autoridad de Dios es siempre justa y buena porque Su carácter es siempre justo y bueno. Una de las maneras de cómo Él escoge delegar Su autoridad es a través de la estructura de la familia.
No siempre reconocemos cuando Dios está obrando. Pero ya sea que lo veamos o no, Él está continuamente actuando para cumplir Sus planes y propósitos (Is. 46:9-10). Cuando le pertenecemos, tenemos la seguridad que Él está obrando para nuestro bien y para Su gloria (Rom. 8:28)
Ya sea que nos agraden o no las autoridades que Dios ha puesto en nuestras vidas, nuestros hijos están viendo cómo respondemos. ¿Le hablas amablemente a tu empleador? Sin importar tu opinión acerca de la persona en funciones, ¿eres respetuosa del presidente de tu país? Hay tanta verdad en el adagio, “Los hijos aprenden lo que viven.” ¿Qué están aprendiendo en tu hogar?
¿Qué pasaría si buscáramos en la Palabra de Dios las soluciones a los problemas y les enseñáremos a nuestros hijos a hacer lo mismo? En lugar de darles la respuesta, ¿cuál sería el resultado si les asistiéramos a encontrarla en la Biblia por ellos mismos? El hacer esto les ayudará a ver las Escrituras como la autoridad por medio de la cual toda la familia vive.
Dios es un Dios de orden, por lo tanto, nuestras familias reflejan Su orden.
La sumisión no es una palabra popular. Muchos piensan que esta implica desigualdad. Pero mientras la Biblia habla acerca de la sumisión, ella también dice que los hombres y las mujeres son iguales en Cristo (Gal. 3:28). Iguales, sin embargo, diferentes.
La palabra griega antigua para someterse es un término militar. Se refiere a poner la vida en orden bajo otra persona. Cuando nos sometemos, ponemos nuestras vidas en orden bajo aquel a quien nos estamos sometiendo. No significa que aquel que se somete tiene menos valor. La sumisión simplemente comunica orden, similar a la manera que los soldados son ordenados en rangos militares.
Este concepto de roles iguales pero diferentes comenzó en la Trinidad. El apóstol Pablo escribió: “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios” (1 Cor. 11:3). Jesús dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Juan 4:34). Si igual pero diferente es lo suficientemente bueno para la trinidad, ¡es suficientemente bueno para nosotras!
Es más fácil enseñar a tus hijos a someterse a ti como su autoridad ordenada por Dios si ellos te ven modelando sumisión a tus autoridades ordenadas por Dios.
Dios es santo, consecuentemente, Él espera que nosotros seamos santas, también.
La santidad es una palabra pasada de moda. No muy frecuentemente la incorporamos en nuestras conversaciones. Sin embargo, no solamente es un atributo de Dios, sino que también es Su expectativa para nosotros (1 Pedro 1:16). Se ha dicho que Dios está más preocupado por nuestra santidad que por nuestra felicidad – una verdad que no es atractiva a nuestra naturaleza humana. ¿Y si la santidad no es atractiva para los adultos, cómo podemos esperar que sea atractiva para los niños?
Aun así, los padres son responsables de “Enseña al niño el camino en que debe andar” (Prov. 22:6) y de criar a sus hijos “en la disciplina e instrucción del Señor” (Ef. 6:4). Muchas veces esto significa tomar decisiones poco populares, del tipo que provocan un rostro triste y un “¿Por qué?” en tono de queja. Solamente recuerda, la felicidad es temporal, mientras que un carácter santo es eterno.
Cuando las decisiones traen como resultado una infelicidad temporal redirigiendo la atención de tu hijo a lo que Dios podría estar haciendo a través de esta experiencia puede hacer una gran diferencia. El enfatizar lo positivo puede ayudarles a crecer evitando pensar que Dios “mata el gozo.”
Dios es inmutable, por lo tanto, Sus requisitos para nosotros siguen siendo los mismos.
Como Dios es perfecto y no depende de nada ni nadie, El no cambia (Mal. 3:6). Aun así, es fácil para los niños hacer eco de lo que escuchan en nuestra cultura. No te sorprendas si los niños mayores protestan diciendo que la Biblia está pasada de moda y es irrelevante. ¿Cómo responderás cuando lo hagan?
Así como la naturaleza de Dios es incambiable, así es su Palabra. Es verdad: los estándares del mundo sobre lo que se correcto varían basados en normas culturales. Pero podemos depender en el carácter de Dios y Su Palabra como un ancla que nos sostiene firmemente (Heb. 6:18-19), a pesar de los impulsos cambiantes de la sociedad.
El Creador soberano quien es santo e incambiable es Aquel quien estableció la unidad de la familia. Independientemente de la década o la cultura, se les ha asignado a los padres con la responsabilidad de enseñar la incambiable Palabra de Dios y los principios, “hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deut. 11:19).
Mientras tus hijos se van sintiendo cómodos al usar la Biblia como el estándar para sus vidas, anímalos a ampliar sus perspectivas. Ayúdales a ver más allá de referencias históricas específicas y ver los principios detrás de ellas. Por ejemplo, muchas penalidades por el pecado del Antiguo Testamento ya no son practicadas. Pero si los niños ven la importancia que Dios le asignó a una vida santa en ese entonces – y ahora – ellos comenzarán a darse cuenta que los principios de Su Palabra son atemporales.
Cuando pensamos en la autoridad de Dios, nuestra propia autoridad palidece en comparación. Sin embargo, sabemos que la base para la autoridad parental reside en el carácter de Dios. Esto nos da un fundamento sólido sobre el cual podemos llevar a cabo el llamado de criar a la próxima generación.
Así que, la próxima vez que tus hijos pregunten “¿Por qué?” trata de cambiar la táctica. En lugar de simplemente decir: “Porque yo lo digo” descansa confiadamente en la certeza de la autoridad bíblica y recuérdate a ti misma: “Porque Él lo dijo.”
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