Criemos hijos agradecidos
Deuteronomio 6:1-12
1Estos, pues, son los mandamientos, los estatutos y los juicios que el SEÑOR vuestro Dios me ha mandado que os enseñe, para que los pongáis por obra en la tierra que vais a poseer,
2para que temas al SEÑOR tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno, tú y tus hijos y tus nietos, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados.
3Escucha, pues, oh Israel, y cuida de hacerlo, para que te vaya bien y te multipliques en gran manera, en una tierra que mana leche y miel, tal como el SEÑOR, el Dios de tus padres, te ha prometido.
4Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es.
5Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
6Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
7y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
8Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos.
9Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.
10Y sucederá que cuando el SEÑOR tu Dios te traiga a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, una tierra con grandes y espléndidas ciudades que tú no edificaste,
11y casas llenas de toda buena cosa que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivos que tú no plantaste, y comas y te sacies;
12entonces ten cuidado, no sea que te olvides del SEÑOR que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
Si has sido bendecida con hijos, sabes que la gratitud no les nace naturalmente. Pocas cosas son más notables (e inusuales) en niños de hoy que cuando se les conoce por un espíritu de agradecimiento y contentamiento. Es una cualidad que vale la pena cada gramo de esfuerzo que hagamos para inculcarla en ellos.
Aunque la enseñanza e instrucción ocupan un lugar en el desarrollo de la gratitud en nuestros hijos, el mejor maestro es nuestro ejemplo. ¿Escuchan tus hijos que agradeces a tu esposo cuando repara algo en la casa? ¿Te escuchan expresar gratitud al Señor y a otros por cosas pequeñas y grandes a lo largo del día?
O, al contrario, ¿te oyen quejarte cuando tu esposo retrasa la cena porque tiene que ver otro cliente o cuando se te estropea el auto o cuando el sol no sale en una semana?
La gratitud se ensena más con el ejemplo que con las palabras. ¿Qué tan contagiosa eres, especialmente en casa?
Siéntate y habla con tus hijos acerca del gran valor que Dios le da a la gratitud. Diles que van a comenzar a ver unos cambios “gratitudinales” en ti. Si no tienes hijos en casa, piensa en quienes Dios ha colocado en tu esfera de influencia. ¿Qué le estás enseñando acerca de la gratitud, con tu estilo de vida?
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