El alto costo de la murmuración
1 Corintios 10:1-13
“1Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron por el mar;
2y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar;
3y todos comieron el mismo alimento espiritual;
4y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.
5Sin embargo, Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues quedaron tendidos en el desierto.
6Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos lo malo, como ellos lo codiciaron.
7No seáis, pues, idólatras, como fueron algunos de ellos, según está escrito: EL PUEBLO SE SENTO A COMER Y A BEBER, Y SE LEVANTO A JUGAR.
8Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil.
9Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos le provocaron, y fueron destruidos por las serpientes.
10Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destructor.
11Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos.
12Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.
13No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.”
En la lectura de hoy, Pablo reflexiona en los israelitas en el desierto e identifica cuatro pecados específicos que ellos cometieron, todos con consecuencias funestas. Es sobrecogedor darnos cuenta que El incluye el pecado de la murmuración entre estos pecados y lo toma bien en serio! (su versión de la Biblia podría decir “queja”).
La murmuración es opuesta al agradecimiento. Igual que la gratitud, inicia en el corazón y se expresa en palabras. Nace del pecado del descontento-no estar satisfecho con lo que Dios ha provisto. Filipenses 2:14-15 dice que “hagamos todo sin murmuración” y que cuando somos obedientes en este aspecto, nuestras vidas traen la luz de Cristo a nuestro mundo de tinieblas.
¿Eres culpable del pecado de la murmuración? Si es así, confiésalo al Señor; pídele que te perdone y te dé verdadero arrepentimiento. Proponte en tu corazón dejar de lado la queja y revestirte de un corazón agradecido.
Pide a Dios que te haga sensible y te alerte de situaciones en las próximas veinticuatro horas donde tu respuesta natural hubiera sido murmurar o quejarte. Pídele que te conceda la GRACIA para poder dar gracias cada vez que te veas tentada a murmurar.
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