Cuando Jesús quiso calmar el miedo de sus discípulos, Él les habló de preparar un lugar para ellos en la casa de Su Padre (Juan 14:1-6). Él, quien nunca tuvo un lugar al cual pudiera llamarle hogar, conocía sobre nuestros más profundos anhelos acerca de tener un lugar al cual pertenecer; un lugar donde pudiéramos encontrar descanso, esparcimiento; un lugar donde pudiéramos recibir una acogida incondicional.
Considero que un hogar piadoso es un anticipo del cielo y se requiere de una mujer devota para poder construir ese tipo de hogar, lo que Robert G. Ingersoll llamó «un palacio para el alma».
Una mujer piadosa hace un compromiso de por vida con su hogar. Ella dedica sus conocimientos y creatividad a manejar y sostener su hogar, construyendo una vivienda terrenal para aquellos que más ama y sabe cómo balancear su vida a favor de ellos.
Las familias fuertes no se hacen solas. Requieren de planificación consciente y deliberada, y mucha sabiduría. «Con sabiduría se edifica una casa, y con prudencia se afianza; con conocimiento se llenan las cámaras de todo bien preciado y deseable» (Prov. 24:3-4).
¿Está tu hogar fundamentado y arraigado en la sabiduría y en la justicia de Dios? ¿O acaso ves que se está tambaleando y sacudiendo bajo las presiones de fuerzas externas o debido a tu visión limitada sobre la importancia que tiene el tener un hogar estable?
Proverbios 14:1 nos dice: «La mujer sabia edifica su casa», lo cual, obviamente, no significa que debemos tomar un martillo y clavos y literalmente empezar a construir. Un hogar piadoso se construye con las relaciones.
Hacer hogar se trata de las personas. Los seres humanos necesitan un refugio desde que nacen hasta que mueren. Las personas necesitan un refugio seguro donde puedan compartir sus problemas y placeres; donde puedan dar y recibir perdón, encontrar ayuda, amor y seguridad. Construir este tipo de hogar requiere de mucho trabajo y sacrificio. Pero, ¿acaso puedes construir algo de valor sin un arduo esfuerzo?
Seamos mujeres que acepten el desafío de construir un refugio para aquellos que amamos. Estemos dispuestas a someternos al trabajo esforzado, a lo ordinario, a lo poco glamuroso. Ser un ama de casa piadosa requiere más automotivación que un trabajo fuera del hogar. Al menos esto es lo cierto para mí.
Cuando enseñaba en la escuela, fui elogiada por mi trabajo por parte de los padres y los directores de la escuela. Y cuando esos elogios disminuyeron, aún recibía un cheque cada dos semanas. Y ahora, a medida que viajo, hablo y escribo, me siento tentada a escatimar en las comidas caseras y en el mantener el hogar ordenado donde mi Ray encuentra restauración luego de un largo día de trabajo. Pero Dios me siguió dirigiendo hacia el servicio en el hogar, hacia aquellos que Él me ha encomendado a cuidar de este lado del cielo.
Jesús nos llama a entregar nuestras vidas sacrificialmente a Él (Lc. 9:23-25). Se requiere una costosa inversión de tiempo, energía, creatividad, resistencia y abnegación para construir un hogar con significado eterno. No es de extrañar que la mujer de Proverbios 31 esté vestida de fortaleza y de dignidad (vv. 17, 25). Ella es cuidadosa del funcionamiento de su hogar (vv. 13-15, 27) y lo hace acogedor, un lugar de paz y belleza (vv. 20-21). Y ella hace todo esto sin queja, dando sabia instrucción a los de su casa (v. 26). ¿Una tarea difícil? Definitivamente, pero, ¿por qué aspirar a algo menos?
Piensa acerca de las relaciones en tu hogar. ¿Qué puedes hacer para asegurar que sus necesidades sean satisfechas, sus deseos respetados y la armonía disfrutada por todos aquellos que entran por sus puertas? ¿Cómo puedes ayudar a tu familia y amigos a prosperar de este lado del cielo?
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