Consejo sabio en las amistades

Escrito por Aimee Joseph

Pocas personas dirían que van a pescar regularmente a la fosa de las Marianas (la fosa oceánica más profunda del mundo, ubicada en el océano Pacífico occidental). Después de todo, un intento de pescar en aguas cuya profundidad se extiende más allá de los nueve mil metros parecería una tarea imposible. Sin embargo, Proverbios 20:5 nos enseña: «Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará». 

Cuando nos sentamos a tomar un café con una creyente más joven, cuando caminamos con una nueva madre o le damos consejos a una amiga confundida, somos pescadoras en aguas profundas. Tal realidad nos tranquiliza, nos humilla y nos invita a una profunda dependencia de nuestro Dios trino.

En un mundo donde los malos consejos son baratos y abundantes, Dios nos invita a hablar palabras de verdad y amor (Juan 1:17). En un mundo lleno de consejos empalagosos pero vacíos, Dios nos ordena: «No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan» (Efesios 4:29). En un mundo lleno de consejeros miopes, Dios nos llama a dar consejos que tienen como telón de fondo lo eterno (Salmo 90:12).

Unos cuantos consejos para las consejeras

A medida que buscamos ofrecer un consejo sabio, estos cuatro consejos nos serán de ayuda.

  1. Recuerda que tus amigos principalmente necesitan al Dios de toda sabiduría, no tu sabiduría; así que, ora a menudo.

Puede ser fácil como consejeras apoyarnos en nuestro propio entendimiento o experiencias; sin embargo, las Escrituras nos invitan a señalar a aquellas personas que buscan consejo que confíen en el Señor con todo su corazón, que no confíen en nosotras ni en nuestras experiencias (Prov. 3:3–5). Cuando las personas acuden a nosotras en busca de consejo, puede ser tentador querer solucionar el problema, responder el enigma o desatar el nudo nosotras mismas. Sin embargo, para ser sabias consejeras, debemos aprender a recibir y aceptar las tensiones en las que nos estamos metiendo.

Cuando la gente me pide consejo, he aprendido a quedarme callada y escuchar mucho antes de hablar. Y cuando hablo, lo primero que quiero decir es: «¿Por qué no empezamos pidiéndole al Señor Su sabiduría como Santiago nos invita en Santiago 1:5?». Con la mayor regularidad posible a lo largo de la conversación en curso, deténganse y juntas pídanle sabiduría a Dios. Esto ayuda a separar continuamente a la aconsejada de su sabiduría y volver al Dios de toda sabiduría. Una postura de oración coloca tanto al consejero como al aconsejado en humilde dependencia con las manos abiertas y los ojos en dirección al cielo (Salmo 123:1).

  1. Recuerda que los corazones son aguas profundas; así que, haz preguntas.

Santiago le recordó a la iglesia primitiva que fueran prontos para escuchar y tardos para hablar (Santiago 1:19), y su consejo sigue vigente para nosotras hoy. Cuando las personas acuden a nosotras en busca de consejo, están pidiendo otros ojos que les ayuden a ver su problema o situación desde diferentes ángulos. Están admitiendo con valentía y humildad sus prejuicios y puntos ciegos y, en cierto sentido, están pidiendo prestados tus ojos. Podemos ayudarlas a ver desde otras perspectivas y ángulos haciéndoles preguntas perspicaces y de sondeo con delicadeza. Considera hacer algunas de las siguientes preguntas:

  • ¿Qué información necesito recopilar para tomar una decisión acertada? 
  • ¿De dónde vienen las voces más fuertes en tu vida en este momento con respecto a esta decisión? ¿Cómo puede la voz del Señor (conocida por la Palabra de Dios) volverse más fuerte?
  • ¿Qué miedos estás experimentando en torno a esta decisión? ¿Qué verdades habla la Palabra de Dios sobre esos temores?
  • ¿Sientes presiones con respecto a esta decisión? Si es así, ¿qué son y de dónde vienen?
  • ¿Has estado hablando con Dios tanto como hablas con otros acerca de esta decisión?
  • ¿Cómo puedes invitar al Señor con más frecuencia a todo el proceso, recordando que Él está tan interesado en cómo tomas esta decisión como en la decisión misma?
  1. Recuerda que la toma de decisiones es un proceso; así que, da seguimiento.

Por muy tentador que sea querer resolver la decisión en una sola sesión, debemos dejar que el proceso de toma de decisiones sea un proceso. Si bien no queremos alargar algo innecesariamente, tampoco queremos robar a nuestras amigas o aconsejadas la intimidad que surge de la lucha con Dios. Las decisiones sencillas requieren procesos sencillos. No necesitamos orar durante horas sobre la decisión de añadir guacamole a un taco o no. Sin embargo, cuanto más compleja es la decisión, más complejo es el proceso. En una cultura que ama la gratificación instantánea, como consejeras, podemos recordar a nuestras amigas que Dios no tiene prisa. Él no se agita ni se preocupa; está sentado en los cielos y hace todo lo que le place (Salmo 115:3); Él es el bendito controlador de todas las cosas (1 Tim. 6:15). 

La toma de decisiones puede resultar abrumadora. Por ello, podemos ayudar a proporcionar puntos de control regulares sobre las decisiones importantes y regresar a dar seguimiento, dándoles objetivos prácticos para alcanzar antes de cada punto de control. Tomar un viaje de una milla de largo y dividirlo en partes ayuda a que el proceso sea más factible y agradable. 

  1. Recuerda que tus amigas necesitan fe, no claridad.

Al tomar decisiones, es fácil olvidar que a Dios le importa mucho más que tengamos fe que claridad total. Como nos recuerda el escritor de Hebreos: «Sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11:6). Una vez que se ha recopilado la información, se ha buscado la sabiduría y se ha orado, Dios todavía requiere que caminemos por fe. Nunca tendremos toda la información que queremos. Somos seres finitos tratando de comprender la sabiduría infinita de Dios. Cada decisión requiere fe al final del día. Decir que sí a una oportunidad laboral requiere tanta fe como decir que no; decir sí al matrimonio requiere tanta fe como decir sí a la soltería. El justo debe vivir por fe (Ro. 1:17). Recuérdales a tus amigas que nuestro Dios es absolutamente digno de confianza (Sal. 18:30). Él obra todas las cosas para bien (Ro. 8:28).

Entra con confianza

Puede ser abrumador pescar en las trincheras de los corazones humanos, pero Dios no nos ha dejado sin sabiduría como consejeras, amigas y mentoras. Él nos ha dado Su Palabra viva y eficaz con Su precisión de bisturí (Heb. 4:12-13). Sus preciosas y grandísimas promesas llenan nuestra bolsa de provisiones con todo lo que nosotras y aquellas a quienes aconsejamos necesitan para la vida y la piedad (2 Pd. 1:3). Él nos ha llenado con Su Espíritu Santo que mora en nosotras y nos recuerda todo lo que Jesús ha dicho en el momento justo (Juan 14:26).

Con la Palabra y el Espíritu que mora en nosotras, podemos dar un paso de confianza hasta el borde de los corazones profundos y extraer propósitos profundos.

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