He orado por la persecución de los santos, he elevado oraciones de intercesión, por sabiduría y fortaleza…han sido tantas oraciones. Pero a veces la oración que no oro es exactamente la que necesito.
Necesito orar por mi impotencia, mi insuficiencia.
A medida que los cristianos en Estados Unidos consagran otro Día Nacional de Oración, me pregunto cuántos estamos orando con esa actitud.
Con frecuencia preferimos sugerirle o incluso dictarle a Dios lo que Él debería hacer. Asumimos que sabemos lo que necesita hacerse… cuándo… y cómo.
Pero, ¿venir a Él en impotencia, insuficiencia? Recurrimos a todo menos a eso.
La oración que no oramos
Hace algún tiempo, el clásico Oración, del autor O. Hallesby me brindó un fresco entendimiento sobre la mayor carencia en mis oraciones –la humildad de ver mi absoluta impotencia, insuficiencia. La oración no es usar a Dios para lograr mis propias metas, ni un intento de hacer que suceda algo. La oración es simplemente venir delante de Dios, confesar mi estado de impotencia, reconocer mi profunda y arraigada necesidad.
“La oración y la impotencia son inseparables” escribe Hallesby. “Solo quienes se saben impotentes, insuficientes pueden orar verdaderamente.”
Comenzaba a entender. Desde el momento en que reconozco mi impotencia, mi insuficiencia, el Señor actúa escuchando mi clamor. Desciende para ayudarme. “Nuestra incapacidad es una petición constante al corazón del Padre,” dice Hallesby.
Quizá sintamos que nuestra impotencia es abrumadora, como un ciclón en el centro de nuestra vida; pero a los ojos de Dios, nuestra insuficiencia es, a la vez, el fundamento y el poder que sustenta nuestra vida de oración.
En realidad, solo podemos hacer una cosa –permitir que el grandioso y soberano Dios tenga misericordia de nosotras, nos ame y nos cuide. Jesús dijo, “Separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5). ¿Por qué a muchas de nosotras nos toma toda una vida comprenderlo?
“Por tanto, la oración simplemente consiste en, decirle a Dios, cada día, las maneras en que nos sentimos insuficientes” escribe Hallesby.
Le decimos que por naturaleza somos incapaces de amar a otros, de creer Sus promesas, de tener esperanza, de servir, de practicar las disciplinas espirituales, de luchar contra nuestros deseos de la carne, de sufrir bien. El reconocimiento de nuestra insuficiencia nos coloca en la posición de recibir Su ayuda.
“Mientras seamos conscientes de nuestra insuficiencia, no nos sentiremos desbordados por ninguna dificultad, ni perturbados por ninguna aflicción, ni temerosos por los obstáculos” dice Hallesby. “No esperaremos nada de nosotros mismos; y, por tanto, traeremos delante de Dios en oración, todas nuestras dificultades y obstáculos.”
Simplemente abrimos la puerta y permitimos que Jesús entre a nuestro desorden sin esperanza. Y en nuestra impotencia, veremos el poder de Dios trabajando en, y a través de nosotras.
Pidamos con fe
Y luego, a nuestro clamor de insuficiencia, le añadimos una fe sencilla. “Sin fe,” escribe Hallesby, “nuestra impotencia será solamente un vano clamor nocturno de aflicción.”
La Biblia está llena de pasajes acerca de orar con fe si esperamos ser oídas (como Mateo 21:21-22; Juan 11:40; Mateo 8:13 y Santiago 1:6-8).
Las oraciones de fe no tienen que ver con la idea de que podemos ayudar a Dios a satisfacer nuestra oración, ni ordenarle que cumpla nuestras órdenes ni tampoco venir a Él en nuestras fuerzas ni sabiduría propia. Debemos orar por fe en el nombre de Jesús –el único nombre que nos da acceso al Padre-.
La impotencia y la fe obran juntas. Podemos ver nuestra necesidad con una fe que honra a Dios, y volvernos a Jesús, reconocer nuestra incapacidad aún en asuntos de fe –“Señor ayuda mi incredulidad” y ser honestas con Dios. Le confesamos lo mal que están las cosas realmente. Luego, de nuevo con fe, dejamos todo delante de Él.
Podemos traer delante de Jesús absolutamente todo, sabiendo que Él tiene cuidado de nosotras. ¡Y Él no padece incapacidad alguna! Él es poderoso para rescatarnos y transformarnos
Estoy aprendiendo a venir a Dios en mi lamentable estado de impotencia, de insuficiencia. Le pido que examine mi corazón y traiga mis pecados y rebelión a la luz. Estoy agradecida por la misericordia.
Y entonces oro por un pariente obstinado, rogando al Señor que obre en Su tiempo y a Su manera. Intercedo por mis hermanos y hermanas en persecución alrededor del mundo quienes mueren en un tipo de impotencia que pocos conocemos en el mundo occidental.
Y hoy, oro por mi nación que necesita de Dios, desesperadamente. Una nación que desconoce lo verdaderamente incapaces que somos todos.
¿Qué significa para ti venir con “impotencia”, “insuficiencia” delante de Dios?
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