Hace algunos años, a raíz de contraer matrimonio con un norteamericano, me mudé a los Estados Unidos. Durante el primer año experimenté profunda tristeza por la lejanía de mi familia, mis amigos y mi país. El Señor usó esas circunstancias para hacerme bien y enseñarme aún más lo que significa vivir de acuerdo a mi identidad en Él.
Durante tiempos de cambio nos vemos forzadas a reevaluar quiénes somos en realidad. En mi caso, experimentaba un fuerte sentido de no pertenecer por ser extranjera. Por momentos me envolvía en la autocompasión porque las personas a mi alrededor no entendían el proceso por el que estaba pasando; no conocían mi cultura, ni la comunidad donde vivía, ni la iglesia a la que pertenecía, ni la familia que me formó o los amigos que atesoro. No sabían lo que se siente cuando dejas todo para ser trasplantada a otro hogar. No entendían el dolor que acompaña a la pérdida.
En esos momentos, el Espíritu Santo trajo a mi mente el siguiente pensamiento: «Ser una extranjera en este país no es lo que te define». Así como mi estatus de casada o soltera o de madre o de mujer sin hijos no define mi identidad, así tampoco lo hace el hecho de ser una extranjera, sino solamente mi relación con el Señor Jesucristo y quién soy en Él. Quizás hay aspectos de mi vida que resulten difíciles de entender para algunos, pero hay muchos otros que están más relacionados con quién soy. Mi identidad está escondida en Cristo Jesús, en Su vida y muerte en la cruz:
«Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios.Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria». -Colosenses 3:1-4.
Por lo tanto, con mi vista puesta en Cristo, puedo dejar de mirar hacia mí misma o mis circunstancias y vivir en el poder de Jesús. Existen muchos aspectos que debo atesorar de la comunión con mis hermanos y hermanas en el extranjero porque ellos también están en Cristo, hay otros que no puedo entender completamente. Tengo personas a mi alrededor con circunstancias muy difíciles: problemas en su matrimonio, esterilidad y pérdida de embarazos, por las cuales, por Su Gracia, no he tenido que atravesar. Pero debido a que nuestra esencia no está definida por nuestras circunstancias sino por Cristo mismo, tenemos suficiente en común.
El versículo que me cautivó en ese momento fue este: «Porque ustedes han muerto...» ¿Estaba yo viviendo realmente como si Aylín hubiera muerto y Cristo era quien vivía en mí? Mientras el enfoque de mi corazón estaba en mí y en lo que yo percibía como mis necesidades, no estaba viviendo como alguien que había muerto.
Para reflexionar: ¿Y tú? ¿Cuáles circunstancias tienden a definirte en este momento? ¿Estás viviendo a la luz de la realidad de que tú has muerto y es Cristo quien vive en ti?
Recuerda, eres de Cristo y tu vida ahora está escondida con Él. Él es tu vida.
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