¿Te ha pasado que despiertas con deseos de llorar? ¿Has despertado alguna vez deseando que todos los pensamientos que te inquietaban durante la noche fueran tan solo un mal sueño? Yo he tenido mañanas así. Hoy fue una de ellas y te confieso que no son de mis favoritas.
Para mí, despertar siempre ha sido una oportunidad de agradecer al Señor por sus bondades, por regalarme un nuevo día de vida, y por darme salud; un día nuevo es una oportunidad de poder compartir con los que amo, es ser productiva (aún cuando muchas veces el cansancio viene también al abrir los ojos). Una nueva mañana es poder vivir en esa misericordia de mi Dios que se renueva cada mañana:
«Bueno es alabarte, oh Jehová,
Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;Anunciar por la mañana tu misericordia,
Y tu fidelidad cada noche.»Salmo 92: 1-2
«Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus misericordias.
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
(Lamentaciones 3:22-23 RVR1960)»
Misericordia se define como la Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda; cualidad de Dios por la cual perdona los pecados de las personas. (Diccionario en línea). Algunos resumen la misericordia como el acto por medio del cual no recibimos de parte de Dios aquello que a causa de nuestro pecado merecemos. Entonces, ¿qué sucedió esta mañana cuando desperté sin alcanzar a ver esta misericordia? ¿Esta compasión y ayuda? Mis pensamientos y mi corazón estaban abrumados por situaciones presentes que como familia estamos atravesando, a las cuales yo no les veo la salida.
Oraba en mi mecedora y tan sólo podía decirle a Dios: «¡Señor, ayúdanos!» y lo repetía y repetía y las lágrimas corrían, a la vez que esperaba que mi esposo no se diera cuenta de ello, pues no quería agobiar más su corazón. Esta fue una mañana en la que sencillamente quería llorar, sin parar, y tratar de buscar en mi mente la forma en que todo se iba a solucionar. Y no pude.
Calmadas las lágrimas y recibidos dos abrazos de mis padres, fue cuando en medio de mi tristeza recordé que, efectivamente, tal y como oraba, sólo mi Dios es mi Ayudador. Sólo Cristo es mi fortaleza. Sólo Cristo es mi refugio y sólo él tiene la respuesta a las incertidumbres en mi mente a causa de no poder controlar lo que ahora mismo debemos enfrentar.
¡Cuán bueno es nuestro Padre Dios! El conoce nuestras necesidades antes de que se las presentemos, también sabe cuando nos hacemos «las fuertes» y cuando actuamos dando lo mejor de nosotras para manejar situaciones diversas de la mejor manera y de igual manera nos acompaña cuando llega ese momento en que las lágrimas parecieran ser el único consuelo o escape al enfrentar la realidad de que sin Él nada podemos hacer.
Cada una de nosotras vive su historia - la realidad del día a día - , tan diferente como cada una de nuestras huellas digitales hay en el mundo y sin embargo tan parecidas unas con las otras, ya sea por razones emocionales, laborales, familiares o económicas, razones de salud, de injusticia y maltrato, de dolor profundo, de pérdida o de oraciones no contestadas como esperamos y en todas ellas nos manejamos como quien puede controlar qué vivir, qué sentir o cómo vencer, para luego darnos cuenta de que en realidad el único que tiene el control de todo en nuestras vidas es nuestro Dios.
Entonces, ¿qué se supone debemos hacer en mañanas como estas?
MIRA A CRISTO Y CLAMA POR SU AYUDA
Es indispensable que podamos volvernos a aquel que es nuestro ayudador y que no demos lugar a que la angustia nos arrope y nos envuelva la tristeza. Dios enviará su ayuda desde lo alto y nos socorrerá:
«Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha,
y te dice: No temas, yo te ayudo.» Isaías 41: 13
PONTE A CUENTA CON DIOS
Nuestras circunstancias difíciles son parte de la providencia de Dios para nuestras vidas y en algunas ocasiones estas vicisitudes son el resultado directo de nuestro actuar pecaminoso y al decir pecaminoso no necesariamente debe ser un «pecado escandaloso» (según nuestra propia nomenclatura) sino el resultado de nuestra falta de fe, de un andar en autosuficiencia, de la falta de escucha de un consejo sabio, de la ausencia de obediencia a la guianza de Dios para nuestras vidas. Se hace entonces necesario examinar nuestro corazón y pedir a Dios que alumbre con su palabra y que nos ayude a ser hijas obedientes y dóciles a su voluntad.
«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.» Salmo 139:23-24
NO TE OLVIDES DE LA BONDAD DE TU DIOS
Recuerda siempre que Dios es bueno y que sus pensamientos para ti son de bien y de paz, para darte una esperanza, que no es otra que Cristo Jesús y para ello usa nuestro diario vivir y nos enseña, nos moldea, nos cambia, para su gloria.
« Porque yo sé los planes que tengo para vosotros» —declara el Señor—
planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.» Jeremías 29:11 (LBLA)
CONFÍA EN EL CUIDADO DE DIOS
Dios es inmutable y su consejo siempre prevalecerá. Aunque todo cambie y todo pase, él permanece. Aunque tengamos cambios que enfrentar en el presente e incertidumbres para el futuro, sabemos y estamos seguras de que él será el mismo, de que él es fiel a sus promesas y de que nada que nos sucede escapa de sus manos.
«Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.» Hebreos 13:8
«Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá. A Él sea el dominio por los siglos de los siglos. Amén.» 1 Pedro 5:10
¡Sé fortalecida en tu Dios!
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