Imagina que tienes tu vida perfecta, ésa que siempre soñaste, cómoda, feliz. Estás en una casa cálida, agradable, con tus seres queridos. Todos están sanos y compartiendo buenos momentos.
Mientras tanto, fuera de tu casa, hay un caos terrible, todas las casas de alrededor fueron dañadas por un desastre de proporciones descomunales, que aún sigue afectando a todos en la comunidad. Hay personas llorando por las calles, han perdido sus pertenencias, la mayoría llora la muerte de sus seres queridos. Hay dolor, desesperanza, llanto, hambre y muchas carencias, incluso de lo más básico.
Sales de tu casa, ves la triste situación pero en realidad no le das mucha importancia, tienes otros planes. Te enfocas en continuar con tu agenda en tu «pequeño mundo feliz», porque según tú: de todas formas «casi todo se ha perdido y no hay mucho por hacer». Abres tu auto para que varios de tus amigos saquen la enorme caja con tu nueva pantalla gigante de alta definición para instalar en tu casa. Se disponen a ver un maratón de series y películas, todo sin límite de tiempo y a comer los manjares que prepararon. Obviamente documentan el evento con fotos y selfies en sus redes sociales.
Sí, fuera de tu casa hay problemas muy serios, que van en aumento. Pero esto en realidad no importa mucho pues tú y los tuyos están a salvo, cómodos, entretenidos, satisfechos y descansando.
¿Qué tan patético suena esto? Este ejemplo exagerado suena chocante ¿no es así? Hasta un niño pequeño puede notar el contraste entre las prioridades, la ociosidad y la falta de interés dentro del mismo, lo cual lo hace un ejemplo alarmante.
Pero ¿será que algo de esta ilustración describe parte de nuestra realidad? Quizá no estemos absortas con algún dispositivo, pero ¿qué tal en muchas cosas que se consideran “buenas” que no nos permiten interesarnos e invertir en otros? Quizá sean muchas actividades, intereses, afanes, reuniones, pasatiempos, ejercicios, compromisos o diversión.
¿Qué tan cómodos estamos con nuestro grupo de «amigos cristianos felices» como para integrar a otros que necesitan a Cristo? ¿Qué tan acostumbrados estamos a una rutina de aprender y comer y enfocarnos en crecer espiritualmente pero nunca tomando el tiempo necesario para compartir, sembrar, dar, enseñar o servir a otros?
Como creyentes nuestra vida debe ser un altavoz de las buenas nuevas de salvación.
¿En qué momento comenzamos a sentirnos cómodas dentro de una casa segura y un grupo selecto, rodeadas de bendiciones y con tanta abundancia espiritual que nuestro amor por otros se enfría?
Mientras la vida pasa, recordemos que todos a nuestro alrededor necesitan a Cristo. Ese es el desastre del mundo, vivir una vida sin Dios e ir rumbo a una eternidad sin Él. Hay almas que se pierden, hay mucho dolor, necesidades, desesperanza y soledad.
Tenemos no sólo la sugerencia, sino la orden de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura (Mc. 16:15). ¿Qué pasa? ¿Por qué no la obedecemos constantemente? Algunos pudieran decir que por: miedo, vergüenza, flojera, falta de interés, comodidad, apatía, pero siempre será por falta de compasión y de amor, por no involucrarnos en sus vidas. Yo necesito ese tipo de amor. ¿Y tú? Dios nos ayude y nos dé un corazón como el Suyo para amar a los demás.
Buscar oportunidades para compartir el evangelio de Jesucristo con los inconversos requiere iniciativa e intencionalidad. Yo la quiero tener, quiero dejar el ensimismamiento y ver más allá de mí. No pasemos la vida enfocadas sólo en «seguridad, diversión o comodidad», demos pasos de obediencia, amor y fe para compartir el evangelio con otros.
DÍA 28. Haz el Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera y planea hacerlo y compartirlo con alguien, puede ser el inicio de una conversación donde le compartas el evangelio.
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