Quiero presentarte a dos mujeres, es probable que ya las conozcas.
La primera es Lucía, ella es una apasionada por las Escrituras. Estudia en el seminario y se codea con académicos. Ella enseña la Palabra de Dios con una agudeza impresionante. Cuando estás a su lado sientes que eres una “neófita”, una palabra que aprendiste de ella misma que significa principiante. Algo que la distingue es que cuando alguien la corrige o la exhorta, ella no muestra una actitud enseñable.
Lucía es intimidante y de carácter fuerte. Siempre está defendiendo sus derechos como mujer y no le importa ser desafiante si es necesario. “Yo también puedo hacerlo”, es su lema. Ella anhela ver a las mujeres empoderadas y siempre cuestiona el estatus quo de la mujer cristiana.
La otra mujer es Sofía. Está casada y educa en el hogar a sus 6 hijos. A ella le apasiona todo lo que sea espiritual. Dice que ama la Palabra de Dios, pero como anhela ser una mujer virtuosa, hace años que solo lee Proverbios 31. Con lo que ella sí está al día es con los tutoriales de cómo usar los aceites esenciales y como vivir de manera 100% natural en YouTube. Tiene un montón de calendarios y reglas por los que se rige y aunque ella nunca lo reconoce siempre está agotada. Todo luce impecable en su cuenta de Instagram, pero en su corazón hay un desorden de enojo, resentimiento y envidia.
Cuando sus líderes le piden cuentas acerca de su carácter, ella solo habla de las cosas que hace para ser una mejor versión de sí misma. En la iglesia se muestra muy amable y servicial, pero en la casa es negligente e iracunda. Su esposo ha perdido el interés que tenía cuando ella lo invitó a visitar la iglesia. Él no ve coherencia en sus acciones.
Un corazón orgulloso y legalista
Dos mujeres completamente diferentes. Un solo problema. Ambas están acercándose a la Palabra de Dios de una manera equivocada. Una se acerca a la Escritura con un corazón orgulloso y la otra la usa como un listado de reglas que debe cumplir.
Lucía se cree una gran teóloga pero lo que exhibe es su conocimiento, y sus afectos están en las filosofías feministas del mundo. A pesar de toda la Biblia que hay acumulada en su cerebro, ella no ha renovado su entendimiento con la verdad. Sofía se cree muy espiritual, pero es esclava de su estilo de vida y de la percepción de los demás; por eso siente la necesidad de mostrar a todos sus “buenas obras”. Al final del día las reglas no han logrado solucionar su problema.
¿Con cuál de estas mujeres te identificas? En ocasiones he sido Lucía y Sofía al mismo tiempo. Hay momentos en los que me he envanecido por las dos gotas de conocimiento que he obtenido, también he caído en la trampa del desempeño y he estado confundida acerca del verdadero significado de la feminidad bíblica.
Un acercamiento incorrecto a la Escritura traerá como resultado una manera de vivir que es incoherente al Evangelio. El resultado de estudiar la Palabra no es la acumulación de conocimiento o de reglas, su propósito es que seamos conformadas a la imagen de Cristo. Me encanta como lo expresó Howard Hendricks:
La Biblia fue escrita, no para satisfacer tu curiosidad sino para ayudarte a conformarte a la imagen de Cristo. No para hacerte una pecadora más inteligente, sino más como el Salvador. No para llenar tu cabeza con una colección de datos bíblicos, sino para transformar tu vida. –Howard Hendricks
De eso se trata la vida de una mujer cristiana, ese es el corazón de la feminidad bíblica. Mujeres que exhiben el carácter de Dios como fruto de su exposición a las Escrituras. ¿Cómo debe lucir eso en nuestro día a día? ¡No existe un molde! No se trata de que seamos perfectas, pero que nuestra vida evidencie el fruto del Espíritu y que estemos en una constante transformación.
Entonces, ¿cómo podemos acercarnos correctamente a la Escritura?
Un corazón humilde y dependiente de la gracia de Dios
Un corazón humilde es un requisito a la hora de acercarnos al consejo de Aquel que mira de lejos al altivo. (Isaías 66:2b) La gracia que necesitamos para entender y aplicar la Escritura proviene de su mano. A la hora de estudiar la Palabra de Dios, necesitamos reconocer que no estamos leyendo un texto cualquiera, es la palabra inspirada por el Creador de los cielos y la tierra. Así que nos acercamos con seriedad pero con un corazón contrito y humillado.
La pobreza de espíritu es indispensable si queremos saciarnos de la sabiduría de Dios. Una mujer hambrienta por la verdad no se conforma con un solo pasaje. Ella anhela todo el consejo de Dios porque sabe que es útil para corregir e instruir a fin de que ella pueda ser equipada para agradar a Dios. (2 Timoteo 3:15-17) Ella permite que no solo la Palabra la reprenda sino que también está dispuesta a recibir instrucción bíblica de parte de su iglesia local, porque su anhelo es conformarse a la imagen de su Salvador a cualquier costo.
Si la transformación es el fin de la Palabra de Dios, entonces esta mujer no se conforma a las filosofías del mundo sino que renueva su entendimiento con la verdad que puede hacerla libre. (Romanos 12:1-2) Ella no se conforma con solo obtener conocimiento, sino que ella se esfuerza en el poder del Espíritu para vivir una vida de piedad, añadiendo virtud a su fe cada día.
Una mujer transformada por la Palabra de Dios es aquella que se dedica a manejarla con precisión y a rendir su vida para aplicarla confiando en la gracia de Dios. Aquella que exhibe, no los frutos de su propio esfuerzo, sino el fruto del Espíritu. Es una mujer marcada por la Verdad, que adorna el Evangelio reflejando el carácter de Cristo. ¡Yo anhelo ser esa mujer!
“No solo marques tu Biblia, deja que ella te marque a ti.” –Miguel Núñez
¿Tienes, al igual que yo, algo de Lucía o Sofía? ¡Únete a la conversación en la sección de comentarios!
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