«¿Por qué se sublevan las naciones,
y los pueblos traman cosas vanas?
Se levantan los reyes de la tierra,
y los gobernantes traman unidos
contra el Señor y contra su Ungido, diciendo:
¡Rompamos sus cadenas
y echemos de nosotros sus cuerdas!» (Salmos 2:1-3)
Estas primeras líneas del Salmo 2 parecen particularmente apropiadas en este momento. El salmista tenía en mente la locura de su propio tiempo, pero como no se nos dan muchos detalles, podemos aplicar fácilmente las mismas palabras a nuestro propio mundo caótico.
Afortunadamente, el salmo continúa para tranquilizar al temeroso de Dios con esperanza, dando una visión del «entronado del cielo» que se ríe de los intentos inútiles de los reyes terrenales de dar un golpe de Estado. Entonces, de repente Su risa se convierte en ira y Él habla diciendo: «Pero Yo mismo he consagrado a Mi Rey Sobre Sión, Mi santo monte» (v.6). Sabemos que este Rey es Su Hijo, quien gobernará las naciones con un «cetro de hierro» y las romperá «como cerámica». El verdadero Rey tiene verdadero poder.
Esta es una buena noticia, nos da la seguridad que nuestro corazón necesita en medio de la turbulencia de los titulares de hoy. Pero no nos detengamos ahí. El Salmo 2 continúa dando la respuesta adecuada a la coronación del Rey de reyes también (v. 10-12). El salmista escribe específicamente a los reyes y jueces de la tierra, pero también haríamos bien en tomar en serio Sus palabras.
Sé sabia: recibe instrucción
«Ahora pues, oh reyes, muestren discernimiento; reciban amonestación, oh jueces de la tierra» (Salmo 2:10).
No es un fenómeno moderno que no te guste que te digan qué hacer. Lee el libro de Proverbios y rápidamente encontrarás que un rasgo de un necio y burlador es la negativa a recibir instrucción. Los sabios, sin embargo, escuchan a los padres, mentores y maestros, y se toman en serio sus palabras.
Si bien negarse a escuchar la sabiduría no es nada nuevo, el internet ha llevado esta marca de necio a nuevas alturas. Todo lo que queramos saber lo podemos averiguar en cuestión de segundos. ¿Es esta erupción una hiedra venenosa? ¿Cuáles son los tratamientos para una quemadura? ¿Qué puedo sustituir por la pasta de tomate? ¿Cómo reinicio mi reloj inteligente? No tenemos que llamar a una línea de ayuda, a un médico, a un chef o al Geek Squad. Las respuestas están ahí. Del mismo modo, podemos buscar en Google temas más personales (depresión, suicidio, trastornos alimentarios o ansiedad) y encontrar una avalancha de información en segundos sin tener que confiar en nadie.
El internet no solamente ha hecho accesible la información, sino que también nos ha permitido compartir nuestras «opiniones de expertos» con cualquiera que quiera escuchar. Desde las mascarillas hasta las armas, todos tenemos opiniones, y con el toque de un dedo podemos compartirlas con el mundo.
Las voces nos gritan desde cada pantalla de nuestra casa, cada cartel publicitario en la carretera y cada revista en la fila de la caja del supermercado. ¿Cómo vamos a discernir qué voces debemos escuchar? Probablemente ya sepas la respuesta. Debemos escuchar la voz del Rey.
Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí». -Juan 14:6
«Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer». -Juan 15:5
«Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad». - Juan 17:17
Teme al Señor: regocíjate con temblor
«Adoren al Señor con reverencia, y alégrense con temblor». - Salmo 2:11
No es de extrañar que este mandamiento venga acompañado de uno de ser sabios; porque el temor al Señor es el principio de la sabiduría (Salmo 111:10; Prov. 9:10). Nunca recibiremos la sabia instrucción del Rey como deberíamos si no lo reverenciamos.
El Salmo 2 por sí solo da razones para temer al Rey. (¿Recuerdas el cetro de hierro y la vasija destrozada?) Pero tal vez estamos demasiado acostumbrados a adorar al Varón de Dolores para apreciar realmente a este Rey por quien es Él. Apocalipsis 19 describe a este Rey cuando viene a hacer la guerra a las naciones. Perfectamente justo, no condena a ningún inocente ni exonera a ningún culpable. Sus ojos son como una llama de fuego, probablemente una referencia a esta justicia perfecta ante la que nadie puede esconderse. Está coronado con muchas coronas, el gobernante supremo y definitivo. Su manto ha sido bañado en sangre, un recordatorio de Su sangriento sacrificio por los pecadores, así como de la sangrienta batalla que librará (y ganará contundentemente) con aquellos que lo rechazan como Rey. El Verbo de Dios, como se le llama, solamente tiene que hablar, y las naciones caerán como un castillo de naipes ante Él mientras pisa el lagar de la ardiente ira de Dios.
Los que nos inclinamos ante este Rey nos gozaremos en Su victoria, pero este regocijo no debe venir sin temblar. C. S. Lewis capta este balance en El león, la bruja y el armario:
«¿No sabes quién es el Rey de las bestias? Aslan es un león, el gran León».
«¡Ooh!», dijo Susan, «pensé que era un hombre. ¿Será inofensivo? Me sentiré bastante nerviosa al encontrarme con un león».
«Eso harás, querida, y no te equivoques», dijo la señora Beaver; «si hay alguien que cree que puede presentarse ante Aslan sin que le tiemblen las rodillas, es que es más valiente que la mayoría o simplemente es tonto».
«¿Entonces no es inofensivo?», dijo Lucy.
«¿Inofensivo?», dijo el señor Beaver; «¿no oyes lo que te dice la señora Beaver? ¿Quién ha hablado de seguridad? Claro que no es inofensivo. Pero es bueno. Es el Rey, te digo».
Refúgiate en el Rey
«Honren al Hijo... ¡Cuán bienaventurados son todos los que en Él se refugian!». - Salmo 2:12
Adoramos al victorioso Rey de reyes. Él demanda lealtad absoluta, y todos los impostores deben ser expulsados. Sin embargo, aunque no debemos olvidar Su impresionante y aterrador poder, solamente encontraremos el verdadero gozo si nos refugiamos en Él.
Dios ha utilizado la conmoción del último año para dejar al descubierto nuestros refugios de cartón.
Quizás alguna vez nos escondimos detrás de cosas que Él eliminó en los cierres de la pandemia: un calendario ocupado, una vida social activa, o un horario de trabajo agitado. O, tal vez, las fachadas de los refugios se dieron a conocer con mayor prevalencia al quedarte en casa durante semanas (¿o meses?). La comida. Televisión. Libros. Compras por Internet. Ejercicio. Nuestro corazón está en constante búsqueda de seguridad, pero casi siempre busca en los lugares equivocados. A menudo lo que buscamos es un escape de nuestras circunstancias, aunque sea momentáneamente.
Hacer del Rey nuestro Salvador, Pastor, Redentor y Amigo, nuestro refugio viene a ser algo más que escapismo. Más que esconderse. Más que negación. El que mantiene las estrellas en su sitio, calma la tormenta con Sus palabras, y conoce cada gorrión que cae, guarda todas mis lágrimas en su redoma. Él se preocupa por cada uno de mis miedos. Él lleva cada una de mis cargas. Él conoce el final de cada misterio. Él es el Rey. Y Él proporciona refugio en medio de la tormenta.
Jeremías, en medio de sus Lamentaciones, lo expresa así:
«Acuérdate de mi aflicción y de mi vagar,
Del ajenjo y de la amargura.
Ciertamente mi alma lo recuerda
Y se abate mi alma dentro de mí.
Esto traigo a mi corazón,
Por esto tengo esperanza:
Que las misericordias del Señor jamás terminan,
Pues nunca fallan Sus bondades;
Son nuevas cada mañana;
¡Grande es Tu fidelidad!
“El Señor es mi porción”, dice mi alma,
“Por tanto en Él espero”» (3:19-24).
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