Hice una nueva amiga este mes. Su nombre es Gratitud. Durante años fue una antigua conocida en desuso a quien le daba un saludo superficial en las ocasiones apropiadas- aniversarios, cumpleaños, graduaciones. Pero nunca la invité a formar parte de mi vida cotidiana y claro está, mucho menos de mis aflicciones. No hasta hace poco.
Empecé a leer el libro Sea agradecido de Nancy DeMoss Wolgemuth y para mi sorpresa descubrí que apenas conocía a Gratitud. En todos los años de mi vida, apenas había tocado la superficie de todo lo que ella es y de todo lo que puede ser.
Llegando a conocerla
Así que resolví que la iba a conocer, de manera intencional, esta vez. Comencé a darle la bienvenida a mi vida. Al principio, solo lo hacía en momentos de quietud. Me la llevé a mi tiempo de trotar en la mañana y descubrí que le dio vida al mundo a mi alrededor. Hizo que el sol luciera más brillante, el viento más fresco, los árboles más robustos. Me hizo darme cuenta de bendiciones pequeñas que no había visto antes. Me permitió experimentar la fortaleza de mi cuerpo, mi habilidad para correr, la claridad de mi mente para pensar, la gracia de Dios fue más evidente alrededor mío.
Tuvimos citas para tomar café y la exploré con ojos frescos. Y ella se convirtió en la compañera más placentera. Entonces un día, me sorprendió apareciéndose en medio de mi cita con Pena a pesar de que no la había invitado. Me dio unas palmadas en el hombro cuando ensayaba mis quejas, y en un inicio quería decirle que se marchara. “Ven otro día” deseaba indicarle. “No hay lugar para ti aquí”. Pero ella fijó su mirada en Pena y me di cuenta de que Gratitud puede ser valiente. Estaba determinada a quedarse, y finalmente Pena tuvo que permitírselo. En ese momento, Gratitud me presentó su mejor amiga. “Esta es Gozo” dijo ella suavemente. A ella le encanta ir conmigo a todas partes donde voy.
Luchando contra las amenazas a la gratitud
Gozo me fascina inmensamente, esperaba que nunca se fuera. Pero yo tenía un secreto y sabía que iba a afectar mi relación mi amistad con Gratitud y Gozo. Pues bien, se trataba de que me había asociado desde hacía muchos años con dos tiranos poderosos. Varias veces al día invadían mi hogar cuando así les placía. Me controlaban a su antojo, y me sentía impotente frente a ellos. Uno era escandaloso y áspero y se llamaba Ira. El otro era monstruosamente grandemente y se llamaba Orgullo.
Les gustaba visitarme cuando la casa era un desorden y los niños, un desastre y además, la cena se había quemado en la estufa. Y siempre cuando se marchaban, enviaban a Remordimiento y Pesar. En una ocasión en que me encontraba atrapada en su puño, noté una chispa de luz del sol en el piso, tan pequeña que era necesario que entrecerrara los ojos para verla. Saltó a la palma de mi mano y cuando la acerqué a mi cara, me impresioné de ver que era Gratitud, tan encogida que no llegaba al tamaño de la hierba floral diente de león. “Cómo te atreviste a entrar aquí” le grité en su cara. Y con Ira y Orgullo merodeando alrededor, le vociferé “¡Fuera!”, “¡Fuera!”, “No quiero verte ahora”.
Finalmente, ella habló en una voz debilitada “Si quieres que me vaya, me iré. Pero debo advertirte que Gozo se va conmigo. Sin embargo, dijo y pensé que su voz se había fortalecido “si quieres que me quede, pelearé por ti”.
Hice una mueca de dolor que expresaba mi pesar pues mi corazón estaba destrozado. “Pero eres tan pequeña”, le dije al final. “¿Cómo podrás ganar?”
“Debes alimentarme” me dijo. “Y atraparme. Darme la bienvenida. Y si lo haces, creceré tan grande que te prometo que opacaré a estos monstruos que te tienen acorralada. “Soy muy poderosa” me dijo con firmeza.
Gratitud me ha encantado, me ha distraído y hasta me ha sorprendido. Pero ese día me rescató. Ese día aprendí que Gratitud puede hacer mucho más que simplemente bailar en el sol, ella puede luchar contra las tinieblas. “Sí” le dije cuando Ira y Orgullo se hubieron marchado rápidamente y de nuevo Gozo me tomaba de la mano. “Sí, Gratitud mi querida amiga, en verdad eres muy poderosa”.
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