Esta vida está hecha para los milagros, porque está hecha para ver a Dios.
Hace unos días pude entender a los discípulos de Jesús cuando navegaban con el viento en contra; y aunque yo no estaba remando en un bote, sino pedaleando una bicicleta, regresaba de la escuela de mi hija con un fuerte viento de sur que me frenaba. Tenía que hacer y pedir fuerza extra para llegar.
En Mateo 14:22-33, los discípulos habían presenciado un milagro: cuando Jesús multiplicó los panes y los peces para alimentar a más de 5 mil personas. Y ahora les encomienda adelantarse mientras Él se retira a solas para orar. Pasadas unas horas, se encuentran en una inesperada situación. Necesitan a Jesús urgentemente en medio del mar con altas olas, a oscuras y con el viento en contra.
«Pero la barca ya estaba muy lejos de tierra, y era azotada por las olas porque el viento era contrario. A la cuarta vigilia de la noche (3 a 6 am), Jesús viene a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, al ver a Jesús andar sobre el mar, se turbaron, y decían: “¡Un fantasma!”. Y de miedo, se pusieron a gritar. Pero enseguida Jesús les dijo: “Tengan ánimo, soy Yo; no teman”». -Mateo 14:24-27
A pesar de estar en un cuerpo humano, Jesús nunca limitó Su poder. Ahora venía a ellos en una forma nueva. Era todo muy confuso, no podían reconocerlo y esto aumentaba su temor. Tal cual nos sucede también a nosotras cuando estamos bajo una prueba, no logramos ver a Jesús, nos sentimos solas, luchando duro contra muchos pensamientos en un mar de emociones y circunstancias inesperadas. Estos eventos, como rachas repentinas que parecen partir la barca, nos hacen dudar si saldremos de esto o cómo quedaremos después.
La espera se hace larga, los brazos y pies se cansan; mas Él viene a nosotras andando en calma como Rey en la tormenta. Aun no nos hemos enterado, y si vemos un asomo, todavía aturdidas por el temor, gritamos como Pedro: «Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre las aguas» (v. 28), era la oportunidad de caminar en el milagro.
Oh cuán dulces palabras Jesús nos repite para calmar nuestras almas en mares embravecidos: «Soy Yo, no teman».
Él es todo suficiente y capaz . El Rey, el Creador de los mares. Él te ve en tu tormenta y puede caminar en calma sobre ella. Aunque la prueba atemoriza y el mar se ve inmenso, y la barca, demasiada pequeña para estar estable; al lado de Jesús, nada supera el tamaño de Su poder.
¿Qué necesitamos en medio de las pruebas para caminar en el milagro?
1. Reconocer Sus atributos.
«Pero enseguida Jesús les dijo: “Tengan ánimo, soy Yo”». (v.27)
Al considerar la grandeza, el dominio y poder de Cristo nos ayuda a ver el tamaño real de las pruebas. Él ha vencido.
2. Confiar en Su Palabra.
Romanos 8:35 nos dice que nada puede separarnos del amor de Cristo. Su amor nos capacita para enfrentar lo que sea.
«Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en Ti confía». -Isaías 26:3
3.Correr a Cristo.
La tormenta había atrapado tanto su atención que desde la barca no podían reconocerlo exactamente. Por eso Pedro pidió estar más cerca de Jesús.
«Y Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame que vaya a ti sobre las aguas”». -Mateo 14:28
A Su lado era más seguro. Pedro no sabía que se hundiría cuando hizo la arriesgada petición de caminar sobre las aguas. Estaba seguro de que podía si Jesús lo ordenaba. Mirándolo, haría lo imposible. Las aguas se hicieron concreto bajo sus pies, pero influenciado por la circunstancia, se hundió, más no se ahogó; Jesús no lo permitiría. Extendió su mano como me la ha extendido a mí y como te la extiende a ti hoy. Ya lo dijo antes:
«Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, y si por los ríos, no te cubrirán». -Isaías 43:2
4. Fijar los ojos en Cristo
No podemos enfocarnos en dos cosas a la vez; o son mis circunstancias o es Cristo; y si miro mis circunstancias, les hablo de Cristo.
«Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» (Mt. 14:31). Es el reclamo del Señor.
¡¿Tan poca es tu fe que dudas?! Te pierdes lo mejor de lo mejor cuando dudas. Pero ¡qué hermoso que el Señor nos ama y en el instante de nuestras dudas nos extiende la mano y nos vuelve a sacar a flote! (vv. 31-32)
Regresan juntos, caminan en el milagro. Los de la barca lo contemplan y también desean recibir a Jesús (Jn. 6:21). ¿Qué sigue luego? La calma y un acto de solemne adoración y asombro
«Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: “En verdad eres Hijo de Dios”». -Mateo 14:33
Para esto son las tormentas, para conocerlo y amarlo más. Miremos cómo Juan termina el relato: «Pero la barca llegó enseguida a la tierra adonde iban» (Jn. 6:21). Lo que parecía una eternidad, ahora se hace corto.
Eclesiastés 3:15 dice: «Lo que es, ya ha sido, y lo que será,ya fue, porque Dios busca lo que ha pasado». Todo tiene su tiempo y su hora y no hay obra sin propósito. Las tormentas nos hacen vulnerables y necesitadas de una fuerza superior a la nuestra. Son una oportunidad de correr a los brazos del Señor para conocer Su amor y poder.
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