Busca la belleza incorruptible

Tal vez has leído historias románticas que siguen este hilo de historia: un chico no tiene ningún aprecio por una chica que no le atrae físicamente, pero tiempo después la llega a apreciar por quien ella verdaderamente es en su ser interior. Sus palabras y actitudes, su trato hacia otros, su amor sacrificial… todo esto contribuye a que, a medida que la va conociendo, su parecer poco atractivo va tomando una belleza que no había visto antes. Al conocer quién es ella por dentro, reconoce la verdadera belleza.

Belleza incorruptible

Este concepto cuadra con la Biblia. Seguramente conoces 1 Pedro 3 donde se nos define la «belleza incorruptible» a los ojos de Dios. Esta es una belleza que no se trata de peinados y accesorios, sino de un espíritu suave y apacible. Se trata de piedad que procede de lo íntimo del corazón. Pero seamos honestas. ¡A las mujeres nos gusta nuestra belleza exterior! Es mucho más objetivo y fácil de controlar, y me produce sentimientos de autoconfianza; consigue los cumplidos y atención que mi corazón tanto anhela. 

Me gusta concentrarme en la belleza exterior porque es medible. Si me pongo a trabajar en ello, ya sea con dieta, ropa nueva, un curso de maquillaje, corte y color diferente de cabello, o una cirugía, veo resultados que me dan confianza de que voy por buen camino. 

Pero ¿te has dado cuenta de que el crecimiento en la «belleza interior incorruptible» es exactamente lo opuesto? Digamos que tu ritual de belleza espiritual está intacto. Lees tu Biblia, pasas tiempo en oración, confiesas tu pecado cuando Dios (o incluso alguien más) te lo indica, asistes fielmente a tu iglesia y pones atención en la predicación, escuchas buena música y buenos podcasts, tratas de crecer en paciencia con tus hijos, tus hermanos o tus compañeros de trabajo, buscas más oportunidad para testificar…

¿Cómo te sientes? Más pecadora… Cada pecado que confieso me hace más consciente de la profundidad con la que el pecado permea mi ser. Cada pasaje que leo me hace ver más la santidad de Dios y entiendo más mi falta de santidad. Cada vez que intento orar y no puedo concentrarme, me hace entender que necesito la ayuda de Dios, ¡incluso para orar! Cada día que trato de vivir en amor y paciencia hacia otros me doy cuenta de lo incapaz que soy para hacerlo en mis fuerzas. En cada culto o estudio en la iglesia veo mi corazón orgulloso que busca reconocimiento por haber servido bien o por haber hecho bien mi estudio.

¿Qué está pasando? ¿No deben las disciplinas espirituales hacerme más como Cristo? ¿Por qué me siento más fea por dentro?

El cambio de imagen

Porque así funciona el proceso de belleza espiritual, mejor conocido como la santificación. Nos vemos en el espejo de la Palabra, y cada vez que estamos expuestas a él, vemos con más claridad quiénes somos, y entendemos más nuestra gran necesidad de transformación. La santificación no es algo que nosotras hacemos como un «cambio de imagen». Dios hace esa transformación un día a la vez, y una parte esencial de esa transformación es que nosotras tenemos que primero ver en qué aspecto no somos todavía como Cristo (eso lo vemos en el espejo), y permitir que esa fealdad sea limpiada y convertida poco a poco en belleza.

A veces me he confundido en cuanto a la meta de la santificación progresiva que vivo como creyente que deseo ser como Cristo. La meta no es sentirme santificada. Cuando voy al salón de belleza para un buen corte y color, pedicura, manicura, maquillaje, o lo que sea, la meta es salir sintiéndome bonita, ¿no?, convencida de que valió la pena la inversión de tiempo y dinero. Pero en la transformación espiritual no es así. La meta es desear siempre mayor santificación porque anhelamos imitar a Cristo y apuntar a otros hacia Él. 

Entonces, ¿puedes reconocer humildemente la fealdad que hay en ti cada vez que miras en el espejo de la Palabra, y confías en que Él está haciendo esa lenta obra de santificación a pesar de que tú te sientas más consciente de tu pecado? Si esto es real en tu vida, entonces sabes que tienes fealdad, pero confías en que Dios te está dando belleza verdadera. Eres una pecadora que está siendo santificada.

¿Comparas tu servicio y tus obras con los demás y sientes mucha satisfacción por tus logros que, en tu mente, te hacen más acepta delante de Dios? ¿Todo lo que no haces o sí haces para Dios es la medida de tu «belleza espiritual», haciéndolo difícil que alguien te indique tus faltas, evitando confesión de pecado? Entonces posiblemente eres la que se cree bella, pero realmente tiene una gran fealdad en su corazón, poniéndola en peligro espiritual. Eres la santurrona que no experimenta verdadera santificación. 

Si mis palabras te parecen muy duras, entiendo cómo te sientes. Estas palabras tuvieron que llegar primero a mi corazón. Ha sido un proceso doloroso y humillante. Todavía voy lentamente por ese camino. Ha requerido que yo cambie mi concepto de la verdadera belleza espiritual. Quiero ser una mujer que glorifica a Dios con cada aspecto de mi vida, y mi pecado de orgullo espiritual no me lo permite. Tengo que matarlo. Es urgente. 

Le pido al Señor que abra tus ojos, que te humille, y te lleve por un hermoso recorrido de humillación y exaltación espiritual. Y si estás terriblemente consciente de la fealdad de tu corazón, le pido al Señor que te aliente y voltee tus ojos constantemente hacia la esperanza que tienes en el hecho de que Él cumplirá su propósito en ti. 

No busques hacerte un «cambio de imagen». La transformación la produce el Señor. Gloria sea a Él.

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Sobre el autor

Susi Bixby

Tiene 21 años de casada con Mateo, y ama a sus tres regalos de Dios: Aaron, Ana y David. Deseando vivir el diseño de Dios para su vida, dedica la mayor parte de su energía a su familia. Es esposa … leer más …


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