Dos hombres caminan apesadumbrados hacia una pequeña aldea llamada Emaús, cerca de Jerusalén. Era domingo. Unos días antes su mundo se había hecho pedazos, cuando un procurador romano condenó a Jesús a morir crucificado. Ellos habían llegado a creer que «Él era el que había de redimir a Israel» (Lucas 24:21). Pero su esperanza parecía haberse esfumado con el veredicto de Pilato. De repente alguien los alcanza y comienza a caminar a su lado. Ellos no reconocen al extraño, que no es otro que Jesús, pues «los ojos de ellos estaban velados para que no le conociesen» (Lucas 24:16). Él les pregunta acerca de la razón de su tristeza, y uno de ellos, llamado Cleofás, le cuenta del arresto y crucifixión de Jesús; y de la extraña noticia de un grupo de mujeres que había ido a visitar la tumba para ungir su cuerpo, y afirmaban haber visto «visión de ángeles, quienes dijeron que Él vive» (Lucas 24:24). La tristeza de ellos era una evidencia de que el reporte de las mujeres les resultaba algo inverosímil.
En ese momento Jesús pudo haberles recordado las veces que les había anunciado de antemano su arresto, su muerte y su resurrección (Luc. 9:22-27, 43-45; 18:31-34). Pero en cambio apela a las Escrituras: «¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían». Estos discípulos no podían interpretar la Biblia de una manera adecuada, porque habían perdido de vista a Jesús. Su esperanza había colapsado por no entender que Él es el centro de las Escrituras.
Esa misma noche el Señor se aparece al grupo completo de los discípulos, y una vez más les provee la clave para una correcta interpretación de las Escrituras: «Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras» (Luc. 24:44-45). Los judíos del tiempo de Jesús dividían el Antiguo Testamento en tres grandes secciones: la ley de Moisés, los profetas y los Salmos. De manera que lo que Jesús está diciendo a sus discípulos es que desde Génesis hasta Malaquías, toda la Escritura apuntaba hacia Él. Esa es la llave que abre las puertas de un correcto entendimiento de la Biblia, como queda evidenciado en el resto del Nuevo Testamento (compare Hechos 17:2-3; Romanos 1:1-4; 16:25-27; 1 Corintios 15:1-4; 2 Timoteo 3:14-17; 1 Pedro 1:10-12). Los discípulos interpretaron el Antiguo Testamento como lo hicieron, porque Jesús les enseñó a interpretarlo de esa manera.
El Antiguo Testamento no es un conjunto de historias desconectadas de las cuales podemos extraer algunas lecciones moralizantes, ni es una galería de súper héroes a los cuales debemos imitar. Hay muchas historias fascinantes en las Escrituras; y en ellas encontraremos un sinnúmero de ejemplos de hechos o actitudes que debemos imitar o rechazar (1 Corintios 10:6, 11). Pero el gran propósito de Dios al darnos Su Palabra es movernos a ser sabios «para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3:15). Toda la sabiduría que necesitamos para «glorificar a Dios y gozar de Él por siempre», como dice un antiguo catecismo, se encuentra únicamente en las Sagradas Escrituras, porque solo a través de ellas podemos llegar a conocer y confiar en Cristo, quien es el poder y la sabiduría de Dios (1 Corintios 1:24).
Con el propósito de ayudarte a unir las piezas del gran panorama redentor que gira en torno a la persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo, quiero recomendarte la Biblia Devocional Mujer Verdadera. Deseamos mostrarte cómo contribuyen cada uno de sus 66 libros al avance y desarrollo de la promesa de Génesis 3:15, sobre la venida de un Redentor (Génesis 3:15), quien es el «sí» y el «amén» de todas las promesas de Dios (2 Corintios 1:20).
En esta Biblia también encontrarás notas devocionales que esperamos te sean de ayuda para fortalecer tu fe en Cristo, acrecentar tu amor por Él y tu anhelo de vivir para Él. Estas notas devocionales no pretenden sustituir tu propio estudio de la Palabra de Dios, en dependencia del Espíritu Santo. Son ayudas en el camino de otras mujeres que, al igual que tu, están luchando las mismas batallas con el pecado que aún mora en nosotros, manteniendo los ojos puestos en Jesús, quien es el Autor y el Consumador de nuestra fe (Hebreos 12:1-2). En fin, hemos querido ayudarte a cumplir el mandato de crecer «en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén» (2 Pedro 3:18).
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