Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Marcos 9:23-24
En el diario vivir nos toca enfrentar diversidad de situaciones difíciles, algunas pasajeras; otras que llegan como para quedarse, este es el caso que estaba viviendo el padre del muchacho que narra este pasaje de las Escrituras. El joven era asediado desde niño por un espíritu mudo que le ocasionaba daños a su cuerpo, pues dice la Palabra que a veces le echaba en el fuego o en el agua. Imagina qué situación tan dura vivía esta familia, ese padre estaba atribulado al ver como su hijo iba desmejorando cada vez más y supongo que el mismo muchacho en momentos de lucidez sentía los dolores en su cuerpo propios del maltrato al que le sometía ese espíritu. Creo que ninguna de nosotras ha pasado por semejante prueba, pero no es menos cierto, que muchas veces han llegado aflicciones a nuestras vidas, que nos sacuden de manera tal que nos derriban y sentimos que no podemos levantarnos.
En esos momentos, al igual que este padre, debemos acudir al Maestro, en busca de alivio, pues necesitamos desesperadamente ser auxiliadas. Ese es el primer paso, presentarnos ante el Trono para alcanzar el oportuno socorro. Me encanta ver cómo al momento de hacer su petición este hombre era sincero pues cuando Jesús le responde “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” él Le confiesa sinceramente “creo, ayuda mi incredulidad”, es como una contradicción de términos, pero ciertamente es la misma posición que muchas de nosotras adoptamos a la hora de pedir algo a nuestro Señor. Sabemos que El todo lo puede, pero hay algo en nuestro interior que todavía no se rinde completamente a esta verdad, y entonces aún tenemos que hacer esta otra petición: ayuda mi incredulidad.
Dice Hebreos 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
Pidamos a Dios que aumente nuestra fe, que podamos confiar en El independientemente de las circunstancias; que nuestros ojos estén puestos en Jesús el Autor y Consumador de la fe y así vivir de una manera agradable a Él.
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