Avivando la maternidad: ¡mira hacia el futuro!

Vivo en el noreste del país, donde tenemos lindos conejitos con lindas orejitas, así que estaba emocionada por visitar Arizona y ver algunos conejos del desierto de orejas largas. Pero cuando fuimos a dar un paseo en carro, me distraje y me olvidé de buscar conejos. Mi hija se sentó en el asiento trasero y miró por la ventana con los ojos muy abiertos, esperando ver un conejo salir detrás de algún cactus. Adivina quién vio conejos del desierto. Mi hija. Adivina quién se lo perdió. Yo. Tendemos a buscar lo que esperamos ver, pero si nos olvidamos (o no sabemos buscar algo) podemos perdérnoslo.

El camino de la maternidad está repleto de buenos regalos de Dios, y no quiero que nos los perdamos. Quiero que los esperemos, los busquemos y los recibamos a lo largo del camino. Justo ahora, con diecisiete años de maternidad a mis espaldas, estoy empezando a entender las cosas que una mujer puede esperar realmente mientras camina con Dios a través de la maternidad. Quiero compartir algunas de ellas contigo mientras nos aventuramos en la siguiente etapa de nuestro viaje de la maternidad. ¡Mantén los ojos abiertos! Vas a ver algo hermoso.

Confía que Dios se preocupa por la persona en la que te estás convirtiendo

Ya sea que la maternidad se sienta agotadora o emocionante, Dios está contigo. Cada día (y cada noche), Dios está formando tesoros en ti mientras cuidas de tu hijo. Estos tesoros crecen con el tiempo a medida que permaneces en Cristo, día a día. En cada etapa de la maternidad, Dios nos invita a entregar nuestros pensamientos y emociones a las verdades de Su Palabra. También nos invita a hablar con Él, incluso cuando la única palabra que podemos pronunciar es: «¡Ayuda!». Una de las cosas que más me gustan de Dios en la maternidad es Su invitación a que descansemos en Él y nos deleitemos en quién es Él. 

A Dios le importa en qué te estás convirtiendo mientras crías a tu hijo, y quiere que experimentes la alegría de parecerte más a Cristo porque Él ha estado contigo en los grandes momentos y en los ordinarios. (La maternidad no ha cambiado nada). Así que, búscalo mientras te da sabiduría a través de Su Palabra. Busca la forma en la que Él te hace valiente frente al miedo. Busca que Él fortalezca tu confianza en Sus promesas. Y busca (oh, tantas) oportunidades para adorarle mientras eres madre de tu hijo.

Confía en que Jesús será tu mejor amigo 

Uno de mis versículos favoritos sobre la maternidad es Isaías 40:11:

«Como pastor apacentará Su rebaño, en Su brazo recogerá los corderos, y en Su seno los llevará;

guiará con cuidado a las recién paridas».

Jesús es el Pastor. Nuestros hijos son Sus ovejas. Y tú y yo somos las ovejas madre. ¿Sabes cómo cuida un pastor a una oveja madre? La alimenta con comida rica en nutrientes, agua fresca y limpia, descanso y protección contra sus enemigos. Del mismo modo, Jesús nos cuida a ti y a mí alimentándonos con Su Palabra (sí, incluso cuando es un versículo en una tarjeta junto al fregadero de la cocina o una canción de versículos bíblicos para niños). Él nos restaura a través de la oración y el arrepentimiento. Él nos protege y nos da estabilidad a través de la obediencia y el compañerismo con otros cristianos.

No importa lo que estemos sintiendo, cualquier pensamiento, cualquier circunstancia (ya sea que nos sintamos alegres y enfocadas o ansiosas y enojadas), Dios nos sostiene a través de esas emociones y mientras las sentimos. Él nos guía para que tomemos decisiones que lo honren, y para que nos arrepintamos cuando no lo hagamos. Al ser amadas y guiadas por nuestro Buen Pastor, aprendemos a amar, guiar y servir a los demás como Él lo hace. 

Este versículo también nos asegura que Jesús se preocupa profundamente por nuestros hijos. Piensa que, al tenerlos cerca de Su corazón, está aún más cerca de ellos que nosotras. Él los conoce por su nombre y puede trabajar a nivel del alma para hacer crecer, fortalecer y redimir a nuestros preciosos hijos. Siempre que las necesidades de tu hijo te abrumen, ora. Cuando se trata del futuro (especialmente en lo que respecta a mis hijos), me apoyo mucho en Efesios 3:20-21, que dice: «Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros,a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén». Espero que tú también confíes en este gran Dios, porque puede hacer infinitamente más de lo que imaginamos. 

Al mirar hacia adelante, a la próxima temporada de la maternidad, cree esto: Jesús cuidará muy bien de ti. Y Él cuidará muy bien de tu hijo.

Su cuidado no cambiará con el tiempo. Incluso cuando ya no seamos «mamá oveja», Dios promete cuidarnos: 

«Escúchenme, casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel, los que han sido llevados por Mí desde el vientre, cargados desde la matriz». -Is. 46:3 

Confía que Jesús considera cada acto de amor como algo personal

Jesús dijo que cuando regrese en toda Su gloria y reúna a todas las naciones ante Su trono, separará a las personas entre sí como un pastor separa las ovejas de las cabras. 

Mateo 25:31-46 continúa enseñándonos que, cuando todo esté dicho y hecho, descubriremos que nuestra fe en Cristo transformó nuestra forma de vivir: veremos que Él nos capacitó para amar a la gente, para dar nuestra vida por su bienestar. Estaremos agradecidas por cada persona a la que vestimos, alimentamos y visitamos, porque fue como si el propio Cristo recibiera nuestra bondad. Él se «escondió en la debilidad», como dijo Bonhoeffer1, bendiciéndonos con oportunidades para amar y servir a la gente por su causa.

Como madres, confiamos en que nos podemos identificar porque, bueno, déjame preguntarte esto:

¿Recuerdas el momento en el que viste el rostro de tu hijo por primera vez? Estabas dando la bienvenida a un extraño en tu vida. 

¿Recuerdas cuando diste de comer a tu hijo? Estabas dando al hambriento algo de comer. 

¿Y cuando llenaste de agua el vaso de tu hijo? Estabas dando de beber al sediento.

Cuando compraste, pediste prestado, lavaste, secaste y guardaste la ropa de tu hijo, estabas vistiendo al desnudo. 

Cuando tomabas la temperatura, limpiabas la nariz y acurrucabas a tu hijo, estabas visitando a los enfermos. 

Cuando le recordaste a tu hijo la gracia de Dios a través de Jesús, estabas mostrando a un prisionero la puerta abierta. 

Y Jesús dijo: «En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron» (Mateo 25:40).

Tú y yo como madres somos realmente bendecidas. No sólo está Cristo con nosotras, permitiéndonos criar y nutrir a nuestros hijos para Su gloria, sino que también, habita en nuestros hogares, se sienta en nuestras mesas de desayuno, vigila durante la noche, y toma cada acto de nuestro amor de manera personal. ¡Búscalo!

1 Dietrich Bonhoeffer, Christ the Center (San Francisco, CA: Harper & Row, 1978), 107.

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Sobre el autor

Laura Booz

Laura Booz es escritora, maestra y locutora de podcasts que anima a las mujeres a amar a Dios, pensar bíblicamente y vivir vibrantemente. Ella te animará, compartirá ideas prácticas y señalará las hermosas formas en que Dios está obrando en … leer más …


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