Ancla tu fe en estas verdades paradójicas

¿Te has dado cuenta de que cuando Dios ancla nuestra fe, a veces utiliza dos verdades aparentemente opuestas? Considera estas:

«Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos». -Mateo 20:16

«Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte». -2 Corintios 12:10

Trabajar la lógica puede hacer que nuestra cabeza nos dé vueltas, como con esta paradoja:

«Descansa. Pero nunca te relajes».

No encontrarás este principio citado en la Biblia, pero encontrarás Su verdad en todas las páginas de las Escrituras.

¿La idea de descansar te anima y te reconforta con visiones de paz? ¿Y la advertencia de no relajarse nunca? ¿Te sientes ahora como si te hubieras metido en la boca del lobo de la ansiedad? No temas, te explico

Descansa

Como cristianas, estamos en Cristo, el lugar más seguro y protegido en el que alguien puede estar. Nadie ni nada puede amenazarnos de verdad (Ro. 8:31). Alguien puede matar nuestro cuerpo (lo cual es un pensamiento perturbador), pero si caemos, nos levantamos. Si nuestro cuerpo muere y es depositado en la tierra, nuestra alma, que nunca puede morir, ya ha subido a la presencia del Señor.

Billie Jo, una de mis mejores amigas, y yo, hablamos de esta reconfortante verdad mientras ella luchaba contra el cáncer. Descansar en Cristo le quitó el miedo a la muerte, aunque no le quitó todo el miedo al proceso de morir. El dolor es el dolor, pero incluso ante el miedo a lo desconocido, Billie Jo era más valiente que nunca porque conocía al Señor. Sabía que Él estaba con ella en su tormenta.

A menudo recordamos la historia de Jesús dormido en una barca con Sus discípulos en el Mar de Galilea, cuando una violenta tormenta se abatió sobre la barca, los discípulos entraron en pánico, despertaron a Jesús y le acusaron de no preocuparse por el peligro que corrían en el mar. Sin decir palabra a los hombres, «Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cálmate, sosiégate!”. Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma» (Mc. 4:39).

«Entonces les dijo: “¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fe?”» (Mc. 4:40).

¿Por qué tenemos tanto miedo?

Cuando las tormentas de la vida nos azotan y los hechos parecen indicar que nos vamos a la ruina, el miedo se apodera de nuestra mente y nos deja tambaleándonos. Si no tenemos motivos para desmentir la evidencia, el pánico parece nuestra única opción.

Si los experimentados pescadores creían que el pánico era necesario, ¿cómo permaneció tranquilo Jesús? ¿Cómo no le perturbó la feroz tormenta que sacudía su barca? La respuesta está en sus preguntas. «¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fe?».

Cuando Jesús les hizo a Sus discípulos estas preguntas aplastantes e inesperadas, me pregunto si siquiera escucharon Sus palabras. ¿Estarían demasiado aturdidos por lo que acababa de hacer como para comprender lo que había hablado, y mucho menos lo que había dicho? O tal vez escucharon Sus palabras: «¡Cálmate, sosiégate!», y el silencio ensordecedor siguió resonando en sus oídos.

De cualquier modo, en lugar de responder a Jesús, los discípulos tenían una pregunta propia. «¿Quién, pues, es Este que aun el viento y el mar le obedecen?» (Mc. 4:41).

A los discípulos, el descanso les había parecido imposible y absurdo hasta que Jesús habló y la creación obedeció; de repente, surgió una imagen más clara y sorprendente del Hombre que descansaba en la barca, que los dejó aterrorizados.

El Hombre de la barca

Jesús pudo descansar durante la tormenta porque sabe quién es. Sabía que era un hombre que necesitaba dormir después de un largo día, pero también sabía que era el Hijo de Dios, creador del viento y de las olas, uno con el Padre y el Espíritu Santo en naturaleza y esencia.

En otras palabras, Él es Dios. Y Él lo sabía.

Los discípulos también lo sabían, pero no realmente, solo lo intuían por todo lo que Él había dicho y hecho hasta el momento en que se quedó dormido en la barca. Como su fe no estaba anclada en una comprensión clara de quién es Jesús, los vientos de la tormenta sacudieron la fe de los discípulos tanto como las olas.

Los hombres se fijaron en la tormenta en vez de fijarse en Jesús porque aún no comprendían Su poder. Nosotras tampoco realmente, por eso seguimos teniendo «tanto miedo» con demasiada frecuencia.

No nos fijemos en nuestra tormenta, sino en el Hombre: el Hombre que habla y toda la creación obedece, el Hombre que cura a los enfermos y resucita a los muertos, el Hombre que venció al pecado y a la muerte y resucitó para que podamos vivir eternamente.

Miremos a Aquel que es más que un Hombre, Él es Dios y nos ama con un amor eterno y con el poder de lo alto.

Descansa en Jesús

Cuando comprendamos (y recordemos) que Jesús es todo lo que dice ser, descansaremos en Él y la verdad de quién es Él calmará nuestras almas. Nos daremos cuenta (y creeremos) que no tenemos nada que temer, si le pertenecemos a Él.

Para los que no pertenecen a Cristo, Él será su Juez algún día, lo cual es algo que hay que temer mucho, pero todos los que están en Cristo pueden regocijarse siempre porque estamos seguros en Él para siempre (Jn. 10:29). Él es nuestra Ancla eterna.

En Cristo tenemos todo lo que necesitamos para afrontar cualquier tormenta (Ef. 1:3, 1 Pd. 1:3).

«No temas, porque Yo estoy contigo; 

No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. 

Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, 

Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia ». -Isaías 41:10

«Y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». -Mateo. 28:20

«Ahora bien, el que nos confirma con ustedes en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía». -2 Corintios 1:21-22

Descansa en Cristo. Siempre.

Pero nunca te relajes. Nunca.

Probablemente debería haberte advertido que estaba a punto de meternos en la boca del lobo. Pero no temas. Gracias a las grandísimas promesas que tenemos en Cristo, podemos descansar en Él. Siempre, pero debido al pecado en este mundo y en nosotras, nunca podemos descansar. Nunca. (Al menos no hasta el día en que resucitemos con Él en la gloria).

Descansar, pero nunca relajarse

Billie Jo descansaba en Jesús, pero se conocía demasiado bien como para pensar que podría bajar la guardia. Sabía que si se dormía en su fe, las armas de Satanás, el miedo y la duda en la fidelidad y bondad de Dios, la arrancarían de su descanso.

«Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.». -1 Pedro. 5:8

El enemigo merodea con garras y dientes afilados. No es un personaje de dibujos animados, es real y es malvado. No me refiero solo a que hace el mal, quiero decir que es malvado.

Debes estar alerta, pero que no cunda el pánico. El Cielo gobierna.

Podemos dormir en paz, pero espiritualmente hablando debemos permanecer despiertas porque el pecado acecha. Y es implacable.

A Satanás le encanta envolver sus mentiras en un velo de verdad para que parezcan y suenen bien, pero cuando sucumbimos a las mentiras, solo encontramos muerte y destrucción. La «espada del Espíritu» (la Palabra de Dios) destroza las mentiras que amenazan nuestra paz y nos tientan a pecar (Ef. 6:17).

Leamos y estudiemos nuestras Biblias a diario (Jos. 1:8, Sal. 119:9-10, Prov. 30:5, 2 Ti. 3:16-17).

Y esconde Su Palabra en nuestros corazones, obedécela cueste lo que cueste.

Oremos sin cesar (Fil. 4:6, 1 Tes. 5:17).

Confiemos en el Espíritu Santo para que nos fortalezca para obedecer todos los mandamientos de Dios y caminar intencionadamente en Su fuerza. Suyo es el poder que resucitó a Jesús de entre los muertos. Podemos hacerlo porque Él es nuestra fuerza (Rom. 6:10-11).

Podemos conocer la verdad, desarraigar las mentiras y descansar en Jesús. Él nos guía por aguas tranquilas (y nos ancla en ellas). Él restaura nuestra alma (Sal. 23:3).

Teme, pero no temas

El antiguo comerciante de esclavos y notorio pecador convertido en pastor y escritor de himnos, John Newton, enseñó esta gloriosa, y paradójica, verdad en su himno «Sublime Gracia».

«Fue la gracia la que enseñó a mi corazón a temer,
y la gracia alivió mis temores».1

La gracia enseñó a ese bandido a temer siempre al Señor, a mantenerse en guardia y nunca relajarse, Newton sabía demasiado bien lo pecador que podía llegar a ser.

La gracia también le enseñó la alegría y el llamado de Cristo para que Sus hijos descansen en Él, siempre. La obra de Jesús en la cruz y Su resurrección de entre los muertos compraron la libertad de Newton del pecado eliminando su castigo y lo liberó de todos sus temores.

Cristo hizo lo mismo por Billie Jo, por mí y por ti, si realmente confías en Él.

1 John Newton “Amazing Grace! (How Sweet the Sound),” Hymnary.org, accessed December 21, 2022, https://hymnary.org/text/amazing_grace_how_sweet_the_sound.

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Sobre el autor

Jean Wilund

Jean Wilund

A Jean Wilund le apasiona guiar a las mujeres hacia una mayor comprensión de la Biblia y una relación más profunda con Dios. Trabaja en Revive Our Hearts como parte del equipo de blogs, en especial para 'Leader Connection'. También … leer más …


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