Todo a nuestro alrededor puede parecer derrumbarse, pero Dios está al timón. Es en medio del temor, la tristeza y la inseguridad, que buscamos refugio, control y respuestas a tantas inquietudes. Pero, ¿cómo me mantengo en pie? Solo hasta que entendemos que permanecer en la tempestad es posible cuando tienes un ancla firme en la cual aferrarte y descansar: Jesús.
«Los propósitos del corazón son del hombre, pero la respuesta de la lengua es del Señor».
-Proverbios 16:1
La tristeza fue inevitable mientras estaba sentada en el consultorio del doctor esperando los resultados. Mi esposo y yo anhelábamos y orábamos que Dios nos concediera un bebé, y en Su inmensa bondad trajo vida en mi vientre. Por 8 semanas estábamos agradecidos, felices y llenos de mucha ilusión por la oportunidad de tener el privilegio de ser padres. Pero nada nos preparó para la cita de esa sonografía donde nos comunicaron que el pronóstico no era bueno, su latido era lento y perderíamos el embarazo. Tres semanas después, nuestro bebé partió a la presencia del Señor.
El vacío era real, pero la paz que sobrepasa todo entendimiento me fue llenando y restaurando. Por mucho tiempo había leído la Palabra de nuestro Dios y memorizado Sus promesas para usar esos versículos en las diferentes etapas de mi vida. Tenía la necesidad de abrazar al Señor tan fuerte pues entendí que en mis fuerzas no podía.
«Muchas son las aflicciones del justo,pero de todas ellas lo libra el Señor».
-Salmos 34:19
En muchas ocasiones he tenido que trabajar áreas de debilidad en mi vida: la ansiedad, la inseguridad, mi orgullo y la falta de confianza en el Señor. Dios siempre se encargó de poner señales de alerta para acercarme a Él y encontrar refugio en Su Palabra.
Al llegar esta aflicción reciente a nuestras vidas, por un momento todo se puso oscuro. Recuerdo que esas semanas siguientes solo lloraba sin entender por qué me había pasado a mí. Y en medio del dolor, Dios comenzó a hablar a mi vida nuevamente.
«Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo,y si por los ríos, no te cubrirán;cuando pases por el fuego, no te quemarás,ni la llama te abrasará.Porque yo soy el Señor tu Dios,el Santo de Israel, tu Salvador».
-Isaías 43:2-3b
El dolor será una bendición cuando lo veamos con propósito divino y comprendamos la gran magnitud del amor de Dios que nos cubre aun en medio del más profundo dolor. La tristeza es inevitable, pero el consuelo siempre será alcanzable en Jesús.
¿Esperas que las aflicciones toquen tu puerta para buscar refugio de paz o te has preparado para entender que el sufrimiento llegará de diversas formas a tu vida? Solo teniendo Su Palabra grabada en nuestros corazones es que podremos responder al sufrimiento que Dios permite aferrándonos a Jesús, porque Él y Sus promesas se harán reales en nuestra vida.
Quizás, al igual que yo, has derramado tu corazón ante la presencia de Dios pidiéndole que use tu vida conforme a Su perfecta voluntad. Pero, ¿te has preguntado qué estás dispuesta a entregar? ¿Qué estás dispuesta a dejar? ¿Qué estás dispuesta a recibir? ¿Qué estás dispuesta a hacer?
En la Biblia podemos recordar la historia de Noé, Abraham, Job, Ester, Rut, Daniel, entre otros, que recibieron un llamado de Dios que los dirigía a tomar decisiones trascendentales en su vida, aunque esto fuera en contra de las circunstancias del momento o que representaran entregar su mayor anhelo para ir tras la voluntad de Dios.
Cuando estés en aflicción o enfrentando un obstáculo, habla con Dios. Usualmente primero recurrimos a otros buscando respuestas que nos ayuden a tomar el control de la situación. Cuestionamos: ¿Cómo? ¿Por qué? Pero recuerda, Él escribe nuestra historia.
Ora a Él con palabras, sin palabras, en la desesperación, en los momentos de ansiedad, en el silencio o en profunda debilidad. Ora porque nuestro Padre celestial nos escucha. Entrega tu debilidad, tu sufrimiento, tus cargas, aquella persona o circunstancia a nuestro Padre. Él toma tus penas y te restaura.
«Y Él me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí».
-2 Corintios 12:9
Dos años han transcurrido desde mi primera pérdida y posteriormente se sumaron dos durante este tiempo, cada una haciendo que el anhelo que mi corazón tenía de tener un bebé se convirtiera en una cicatriz cada vez más dolorosa. Pero un día, cinco semanas después de mi tercera pérdida, nos enteramos que nuevamente estaba embarazada, justo cuando nos sentíamos totalmente desesperanzados, agotados y entristecidos. Así fue como vimos a nuestro Shaddai, el Dios Todopoderoso obrar contra todo pronóstico y 9 meses después darme en brazos a mi bebé anhelada, orada y esperada.
Dios transformó mi corazón entristecido y lleno de dolor en un corazón lleno de agradecimiento. He entendido que el obrar de Dios ha sido perfecto en mi vida en todo tiempo, en todas las etapas y, sobre todo, en esta reciente aflicción. Cada evento de dolor, turbación o ansiedad ha sido una oportunidad para palpar aún más Su bondad, descansar en Él, confiar en Su soberanía y estar aún más cerca de mi Señor. Él es bueno en todo tiempo.
Finalmente he entendido con el pasar de los años que sufrir no es en vano cuando nuestra mirada está puesta en Jesús, Aquel que todo lo puede, el que da vida a todo lo creado, el que provee y restaura. Ver hoy a mi bebé es un recordatorio del camino que hemos recorrido y del Dios que nos lleva de la mano. Su tiempo y Sus planes fueron orquestados y Él nos llevó en medio de un valle de aprendizaje doloroso a alinearnos a Su voluntad y descansar total y plenamente en que Él es siempre bueno, compasivo, bondadoso y fiel, en todo tiempo; si responde o no a mis anhelos, mi ancla está firme en Él.
«Bendeciré al Señor en todo tiempo;continuamente estará Su alabanza en mi boca».
-Salmos 34:1
Podemos permanecer en paz, con pensamientos cargados de esperanza contra esperanza porque nuestro Dios está sentado en Su trono. El Cordero fiel se entregó por nosotras y con amor eterno nos ha amado. Él no siempre nos da lo que anhelamos, pero siempre nos dará lo que nuestra alma necesita.
«Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra».
-Salmos 121:1-2
Jesús es mi ancla firme, mi mayor razón para estar agradecida, en quietud y en paz. Vale la pena sufrir cuando tienes un ancla firme para descansar.
A Su voluntad podemos decir confiadas: «¡Sí Señor!».
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