Eres líder de un ministerio y te encuentras con una hermana, quien también es líder; y, a quien unos años atrás, junto a un grupo de hermanos, le dieron la bienvenida y oportunidad de integrarse a servir con ustedes, a pesar de su conocida reputación antes de venir a Cristo, que provocaba que algunos tuvieran ciertos prejuicios contra ella.
El reencuentro se produce en medio de una reunión donde se pretenden aclarar ciertos temas sobre el mensaje central del ministerio que estaba siendo tergiversado por la conducta de miembros, y en especial, de líderes que habían arrastrado a otras consigo. Y, esta hermana aprovecha la ocasión:
“para enfrentarte y decirte que no estaba bien lo que hacías”,
y lo hace nada más y nada menos que “delante de todos los miembros de la iglesia” (TLA);
O, dicho en otras palabras,
“te enfrentó cara a cara, porque estabas muy equivocada en lo que hacías” (NTV);
Y, por si fuera poco, te dijo:
Que esa actitud era “hipocresía” (LBLA); y que “tus propias acciones te condenaban” (PDT), pues, ni tú ni aquellas que te habían seguido en “tu comportamiento condenable” (NVI) estaban “actuando rectamente, como corresponde a la integridad del evangelio” (NVI).
No olvides que esta confrontación ocurrió ¡frente a toda la iglesia!
¿Qué se requerirá para que, unos años más tarde, éstas sean tus palabras, al referirte a quien te confrontó tan duramente?
“…amada hermana” (LBLA) o sea, que no solamente la perdonaste, sino que fuiste más allá, llegaste a amarla como hermana en Cristo que son; a la vez que reconoces que, “Dios le ha dado sabiduría” (NTV), tan profunda que hay quienes no la entienden y ante tus ojos, no serán más que “ignorantes e inestables”, “…inconstantes”, “…débiles en la fe”, “…que no confían en Cristo” llevándote a hacer una defensa del ministerio de la hermana resaltando su apego a la Biblia (v.16 PDT) y así se evidencia que sigues su ministerio, has leído y estudiado sus enseñanzas.
Es muy probable que estas alturas, ya sabes que la escena de la confrontación es la descrita por Pablo en Gálatas 2:11-21; mientras que “tu respuesta a la confrontación” se encuentra en 2ª Pedro 3:15b-16.
Debido a que “no hay nada nuevo bajo el sol”, como dice el autor de Eclesiastés, podría sucedernos a ti y a mí; o, quizás ¡ya nos ocurrió! De ser así,
¿Cuál fue mi respuesta? ¿Parecida a la de Pedro?; O, por el contrario,
¿Me acomodo en un perdón a mi manera, alejándome de la persona? ¿Llena de amargura me dedico a menospreciar, o peor aún, a desacreditar su servicio al Señor?
¿Diría que es mi “amada hermana”? ¿Apoyaría (o mejor aún, oraría) por su ministerio? ¿Reconocería sus dones? ¿Alabaría la gracia de Dios en ella? ¿la defendería de los ataques de sus oponentes?
Esa breve ojeada por Proverbios nos ayuda a autoevaluarnos sin términos medios colocándonos irremediablemente de un lado u otro: mujeres sabias o mujeres necias.
¡Nuestra única esperanza de ser mujeres sabias está en Aquel que es la sabiduría de Dios! (1ª Co. 1:18-29).
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