¿Alguna vez has sentido, como me ha pasado a mí, cuán carente de tiempo y cuán desgastada se ha vuelto la vida de hogar durante las últimas décadas? El almuerzo a veces se reduce a una hamburguesa para llevar comprada en medio de la visita al ortodoncista y la práctica de futbol.
¿Se ha convertido tu hogar en poco más que un lugar donde dormir y tomar una ducha? Las familias necesitan desesperadamente pasar tiempo juntas, y es nuestro privilegio como mujeres crear esos momentos donde se cultiven tiempos saludables de refrigerio para todos aquellos que viven bajo nuestro techo.
No perdamos el gozo de compartir por lo menos una rica comida hecha en casa, nutritiva y creativamente presentada donde todos puedan disfrutar alrededor de la mesa. Los alimentos fueron parte del ministerio de Jesús. Él sabe que las comidas compartidas crean un sentido de comunidad más cercano. Las penas pueden ser compartidas, el humor mejorado o cambiado, el gozo celebrado y la cortesía mejorada.
En nuestro hogar, en eso consiste el momento de la cena. Quizás el desayuno puede resultar mejor para ti. Pero si no lo planeas y te preparas para esto, no se hará realidad, y perderás la maravillosa bendición de calmar y satisfacer a tus seres queridos. Compartir los alimentos significa cultivar relaciones familiares; y cultivar las relaciones familiares significa un futuro más seguro, unidos en Cristo.
Cuando nuestros cuatro hijos estaban en casa, encontrábamos que el momento de cenar era el tiempo óptimo para enseñarles sobre «las alabanzas del Señor, Su poder y las maravillas que hizo» (Salmo 78:4b). Ray y yo organizamos nuestras agendas para permitirnos al menos una hora juntos como familia cada día. Esto no fue fácil, ¡pero cada esfuerzo valió la pena!
Aprovechábamos el tiempo reunidos en torno a nuestra mesa para hablar de nuestros días y enseñar buenos modales. Queríamos entrenar a nuestros hijos para que tuvieran «la capacidad de servir en el palacio del rey» (Daniel 1:4) y prepararlos para que fuesen prudentes en su hablar, y hombres de buena presencia (1 Samuel 16:18). Todos debían tener sus servilletas en sus piernas (¡aquellos que lo olvidaban debían ir a la habitación y contar hasta cincuenta!), debían decir «por favor» y «gracias», y mirar alrededor de la mesa para ver si alguien necesitaba lo que estaba frente a ellos. Este era un momento propicio para reforzar todas estas buenas costumbres y modales.
Pero detrás de los principios básicos de cortesía y buenos modales a la hora de cenar juntos, había algo más importante: podíamos hablar sobre las cosas del Señor. ¿Cómo le habíamos visto obrar durante el día? ¿Qué cosas buenas sucedieron? ¿Cuáles desafíos enfrentamos? ¿Cuáles bondades especiales habíamos visto el uno en el otro que merecían ser elogiadas públicamente?
Luego, durante el postre, estudiábamos un versículo bíblico o pasaje mientras nos servíamos helado y compartíamos galletitas, «Prueben y vean que el Señor es bueno» (Salmo 34:8). Algunas veces, Ray leía un pasaje y luego lo discutíamos. Otras veces, nos gustaba contar una historia bíblica con imágenes u objetos.
Hubo un año que trabajamos memorizando un versículo de cada libro de la Biblia. Copiábamos los versículos en una pequeña pizarra y los repasábamos, con la promesa de una gran recompensa cuando hubiésemos finalizado todo el aprendizaje hasta el libro de Apocalipsis.
Este verano, cuando nos visiten nuestros nietos mayores, esperamos estudiar los 10 Mandamientos; estaremos viendo uno cada noche. Otra idea es memorizar y discutir El Padre Nuestro o el Salmo 23. La lista es tan larga como profunda es la Palabra de Dios.
¿Eres una madre soltera o casada con un hombre que no te guía en la adoración familiar? ¡No te desesperes! Recuerda Timoteo. Su madre y su abuela le enseñaron, y él era un poderoso hombre de Dios, incluso en sus primeros años de juventud. Pídele a Dios que te muestre el camino y te dé las herramientas para enseñar a tus hijos. Él te guiará y mostrará lo que debes hacer. Él los ama y se preocupa profundamente por sus almas.
La próxima generación debe escuchar de nosotros la maravilla acerca de quién es Dios, lo que Él ha dicho y hecho por otros y por nosotros, y que Él estará ahí para ellos (Salmo 78:3-4). Alguien nos contó a nosotras, ¡ahora es nuestro turno!
¿Qué almuerzos mágicos has cultivado tú? ¿Qué ideas nuevas te gustaría intentar? ¿Cómo podemos animarnos unas a otras en esta área tan vital?
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación