“Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” Rom. 8:26
En ocasiones, las madres invitamos a otras personas a escuchar y celebrar las “palabras” o “frases” de nuestros hijos pequeños, llevándonos la sorpresa de que los demás necesitan que les interpretemos aquellas expresiones que a nosotras nos resultan tan claras. Según Rom. 8:26 el Espíritu Santo obra de manera similar en nuestras vidas sirviéndonos de intérprete delante del Padre; en ocasiones se trata de inquietudes que el mismo Dios ha puesto en nuestros corazones pero el pecado que mora en nosotras no nos permite discernir Su Voz provocando que no sepamos “orar como debiéramos”.
Experimenté algo similar en los primeros años de mi caminar con Cristo. Asistía a unos estudios bíblicos durante la semana, pero no había encontrado una iglesia para asistir los domingos por lo que me mantenía en oración visitando diferentes congregaciones hasta que hallé una donde entendía que hacía falta un “avivamiento” y oraba constantemente por ese motivo.
Me hago eco de la exclamación del apóstol Pablo en Romanos 11:33 “Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios, cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos” (Rom.11:33) cuando pienso que aunque mi concepto de avivamiento no era correcto ya que creía que se trataba de un aumento en la cantidad de asistentes y de adoptar otro estilo de adoración más “avivado”, mi Intérprete intercedió oportunamente y en Su Gracia, Dios trajo el avivamiento no a mi manera, sino a la Suya que es buena, agradable y perfecta.
En mi caso, Dios orquestó una serie de circunstancias que conllevaron cambios en dicha iglesia incluyendo su liderazgo. Desde el primer día compartí el testimonio al nuevo pastor sobre mi oración por “avivamiento” al entender que “ya había llegado”.
No tenía idea de cuan ciertas eran esas palabras. Pocos meses después, Dios me hizo reconocer que había hecho a Jesús mi Señor solo de labios mientras mi corazón estaba lejos de Él (Isaías 29:13 y Mateo 15:7-8) ya que me resistía a obedecerle respecto al yugo desigual en una relación de pareja. Como dice Nancy Leigh DeMoss necesitamos avivamiento cuando “…conocemos la verdad, la tenemos clara en nuestras mentes pero no la ponemos en práctica en nuestras vidas”.
En Su Misericordia, Su Espíritu Santo intercedió “interpretando” al Padre mi torpe oración por “avivamiento” y Su Respuesta no se hizo esperar: puso en mí, el querer como el hacer por Su Buena Voluntad. El no trajo el avivamiento que yo esperaba, pero sí el que necesitaba.
Cuando Dios aviva nuestros corazones los hace más sensibles a Su Voz, poniendo el deseo de buscar agradarle, de conocerle más, mayor hambre por Su Palabra y al mismo tiempo nos capacita para obedecerlo.
Paradójicamente, podría decirse que el avivamiento es una “oportunidad de morir” (utilizando una expresión de Amy Carmichael al referirse al llamado misionero) pues nos conducirá a morir al yo, a nuestros planes, a las formas del mundo y así disfrutar la vida abundante que Cristo nos ofrece (Juan 10:10).
¿Aceptas el reto de orar sin cesar por un avivamiento a la manera de Dios en tu vida; tu hogar; tu iglesia; tu nación; sin importar el costo?
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