Cuando veo las noticias y leo los títulos bien prominentes que anuncian las obras benéficas de los artistas, de sus altas sumas de donaciones, de inauguraciones de centros de ayudas para huérfanos y necesitados, realmente me asombra su gran generosidad y cómo muchos antes de morir destinan sus recursos a instituciones, al escuchar de esto es difícil no dejar de admirar su gran bondad.
Ahora, ¿Qué hace la diferencia entre la generosidad de un inconverso y la de un creyente? Acaso, ¿es la abundancia de su generosidad? La diferencia realmente radica en el corazón del dador para con Dios.
Te animo a que me acompañes a realizar un sencillo inventario del estado de nuestros corazones a la hora de dar, para que no solo sea entregar algo materialmente, sino aun a nosotras mismas por medio del servicio, de nuestros dones y habilidades:
1. Procuro ser alabada por mis obras
Las Escrituras afirman que a los fariseos les encantaba tocar trompetas de sus obras y disfrutaban ser alabados por los hombres, a lo cual Jesús dice, que ya tenían su recompensa. (Mt. 6:2). ¿Su recompensa vendría de Dios? No, en lo absoluto; la gloria que recibían de los hombres ya era suficiente para ellos.
¿Busco yo el dar a conocer lo bueno que hago por otros? ¿Recibo todo el mérito cuando soy elogiada?
2. Al dar, mi intención es hallar mayor gracia ante las personas por medio de lo que hago para ellas
De alguna manera u otra buscamos agradar a las personas con el bien que le otorgamos, pero si nuestra intención es ser aceptada por cada cosa buena que hacemos, es muy posible que, si a esa persona se le olvida darme las gracias, o no hace alarde de mi obra como yo realmente deseo, yo quede decepcionada y me arrepienta de haber hecho algo por él/ella. Esto sucede cuando ponemos nuestra mira en lo que no es verdadero y nos olvidamos que todo lo que hacemos debe ser hecho como para Dios y no para los hombres. (Col. 3:23).
¿Cuán expectante estoy a la reacción de quien cortejo? ¿Procuro siempre recibir igual o mayor bondad de su parte?
3. Deseo lograr impresionar a Dios y ganarme Su favor
Dios nos ha amado con amor eterno, y Él derramó todo Su amor por ti y por mí, y el andar en buenas obras es lo que Él espera de quienes ha salvado.
“...y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isa. 64:6)
Al dar, ¿procuro que mis dádivas conmuevan a Dios a amarme más? Si es así, esto no está lejos de parecerse a un soborno.
4. Al ser prosperada pienso solo en mejorar mi comodidad, y no añoro hacer partícipes a los que padecen necesidad
“¡Ya tengo un nuevo medio de transporte! Esto me permitirá transportar visitas a la iglesia y asistir a mis hermanos (as) cuando me necesiten.” ¿Es esa nuestra reacción verdaderamente? ¿Tienes un deseo profundo de que todo lo que recibas del Señor sea bien administrado para que pueda alcanzar también a otros?
No te pierdas el próximo martes la continuación con la segunda parte de este artículo, donde juntas veremos las cuatro últimas acciones que nos permitirán identificar la condición de nuestro corazón al momento de ser generosas.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación