En años pasados solía dar una ofrenda cada año fielmente a un ministerio del cual me sentía parte y en verdad tenía mucha compasión por la obra. Pero cuando llegó el tiempo de enviar nueva vez esa ofrenda y mientras preparaba mi sobre, Dios trajo un verso a mi mente, que dice: Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. (1 Co. 13:3)
¿Te digo la verdad? Fielmente enviaba mi pequeño aporte, pero realmente nunca había orado por ese ministerio, nunca había pedido al Señor que obrara en cada una de las vidas que se encontraban allí, era casi como si pudiera escuchar audiblemente Su dulce voz cuestionando mis acciones, estaba tan avergonzada de mi pecado, que tuve que hacer un alto en mis aportes hasta que re-direccionara la verdadera intención de mi corazón.
Si nuestras obras no están envueltas con Su amor, ofreceremos un obsequio vacío. Porque es posible dar sin amar, pero nunca será posible amar sin dar.
Dando continuidad a la primera parte de este artículo, hoy desarrollaremos las cuatro últimas acciones que desenmascaran un corazón generoso:
5. Considero que mis buenas acciones son de mi propia autoría y producto de mi “buen corazón”
Nada bueno procede de pecadores, al menos que fuese producido por Dios mismo. Porque Él produce el querer, así como el hacer por su buena voluntad (Fil. 2:13).
Dios mismo ha diseñado las obras que tenemos que ejecutar en el entorno que Él nos ha permitido vivir.
Al servir a alguien ¿emanan de ti alabanzas a Dios por permitirte ser de bendición? ¿Reconoces que es un privilegio de Dios el usarte para servir a tu prójimo?
6. Me entristezco regularmente al despojarme de lo que tengo
Naturalmente cuando a los niños se les está enseñando a compartir sus pertenencias con otros, tienden a llorar y a hacer rabietas, siendo esto un ejemplo de lo apegado que estamos a lo material. Y Dios ama al dador alegre. (2 Co. 9:7)
¿El dar te produce gozo? o si te entristece, ¿es esto un reflejo de lo apegado que está tu corazón a las cosas de la tierra?
7. Esquivo las oportunidades de dar
Los Filipenses estaban deseosos de poder aportar para la obra de Dios por medio del apóstol Pablo, pero no se les había presentado la oportunidad para ello y cuando pudieron hacerlo Pablo les expresa su gratitud. (Fil. 4:10)
¿Eres tú de las que se “esfuma” cuando se habla de aportar para la obra de Dios? ¿Tiendes a evitar el ofrecerte voluntariamente para alguna obra?
8. Nunca tengo para dar
Los macedonios también fueron otro grupo de hermanos que aportaron para que la obra de Dios siguiera hacia adelante y Pablo testifica de ellos que dieron aún más allá de sus fuerzas. (2 Co. 8:2-4)
Y en los versos se resalta el hecho de que estas personas eran de escasos recursos, es decir, eran pobres, pero aun así pedían con ruegos que se les concediera el privilegio de participar en este servicio para los santos.
¿Dices que tienes muy poco para dar? O ¿Siempre te quedas con el deseo de dar más si tuvieras la oportunidad? O, de hecho, piensas continuamente que a ti deberían darte primero. ¿Qué tanto inviertes para la expansión del Reino de Dios?
Al pasar por este inventario de 8 posibles acciones a la hora de ser generosa, ¿en qué estado se encuentra tu corazón? ¡Comparte con nosotras!
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