Al entrar a nuestra vejez, sentimos algunos cambios, somos más realistas y aun cuando podríamos tener sueños todavía, nos damos cuenta de que hemos cambiado y que tenemos ciertas limitaciones. Podríamos habernos retirado de un trabajo o del ministerio. Podríamos preguntarnos si «ya terminamos». Esa es la perspectiva humana. Pero, ¿cómo podemos perseverar con una cosmovisión bíblica mientras envejecemos? Aquí te presentamos siente maneras.
-
Rinde lo que queda
Aunque pudiéramos tomar la decisión de retirarnos de una carrera o ministerio, nunca deberíamos retirarnos de seguir a Dios a través de nuevas oportunidades para obedecer.
Se ha dicho que no hay un principio escritural o bíblico que indique una opción de retiro para el creyente. Los levitas se retiraban del servicio regular en el tabernáculo a cierta edad, pero todavía se les permitía «ministrar a sus hermanos» (Núm. 8:23-26). Simeón y Ana sirvieron al Señor fielmente hasta en sus años de vejez (Lucas 2:25-38). Hombres y mujeres mayores, los santos ancianos, fueron animados por Pablo para que enseñaran a la generación más joven cómo vivir (Tito 2:1-8).
El retiro es frecuentemente asociado con la búsqueda del placer, y aunque las búsquedas placenteras no son malas, no son un enfoque sabio para ninguna edad. Para perseverar en los años de vejez podemos buscar nuevas oportunidades para servir a Dios al amar y servir a otros.
-
Agudiza tu enfoque
En Filipenses 3:13-14, Pablo les dijo a los creyentes que él tenía una meta enfocada para su vida: «Una cosa hago», dijo. Pablo tenía una meta eterna y él la buscaba, se extendía hacia ella hasta que Dios lo llamara a casa.
Recientemente cuando recibí un diagnóstico de cáncer, mi doctor dijo: «Solamente hay una cosa que tienes que hacer: enfocarte en mejorar». Esa simple afirmación me ayudó a priorizar lo que es importante para el resto de mi vida, determinando qué cosas eran intereses principales y qué cosas podía dejar ir.
Todos somos terminales (Ecl. 9:2-3; Rom. 6:23). Algún día, estaremos delante de Dios quien nos ama. Es sabio preguntar: «¿Cuál es esa cosa que Dios me está llamando a hacer o ser antes de ese día?». Podemos hacer nuevas metas con un enfoque más agudo, más bíblico, y no preocuparnos por agradar a otros, sino pasar a la acción renovada para agradar al Señor (Rom. 12:2; Gal. 1:10; Efe. 5:8-10; 1 Tes. 2:4). Podemos llegar a conocer el corazón de Dios en la Palabra y en oración, y nunca debemos dejar de memorizar las Escrituras. Me asombro de cómo en los años de mi vejez Dios ha usado las Escrituras que he memorizado.
Necesitamos perseverar en el crecimiento espiritual y determinar qué habilidades necesitaremos para ser siervas del Señor más efectivas en nuestros años de vejez. No debemos perder tiempo (Ef. 5:15-17). Debemos buscar las obras que Dios preparó para que anduviéramos en ellas (Ef. 2:10).
-
Incrementa tu obediencia
A través de los años he aprendido que la procrastinación (voluntariamente retrasar el hacer algo del cual Dios ya me dio la dirección) es similar a la desobediencia. El tiempo que uso en postergar algo es tierra fértil para que Satanás me desvíe o me detenga completamente. La obediencia dilatada es desobediencia, y la desobediencia es costosa (Juan 14:15; 15:14; 2 de Juan 6).
Podrían existir muchas razones por las cuales postergamos las cosas: temor, pereza, testarudez; pero la procrastinación que lleva a la desobediencia es un hábito feo con consecuencias eternas. Podríamos preguntar: «¿Qué es aquello lo cual Dios ya me dijo que hiciera y a lo cual aún no he obedecido?» Y, «¿por qué no he obedecido?» ¡Incrementar nuestra obediencia en los años de nuestra vejez es una manera de perseverar con poder!
Es importante recordar que no podemos hacer esto apartadas de la gracia y el poder del Espíritu Santo. Nuestra carne no quiere obedecer (Rom. 8:7-8). Pero cuando andamos por el Espíritu, no llevaremos a cabo los deseos de nuestra carne (Gál. 5:16).
Necesitamos vivir el evangelio (Rom. 6:6-11), ser llenas del Espíritu y prepararnos para la batalla espiritual (Ef. 5:18; 6:10-17). Necesitamos estudiar y memorizar las Escrituras (Sal. 119:11), acercarnos a Dios (Sant. 4:7-8) y permanecer totalmente dependientes de Su poder capacitador (2 Cor. 12:9-10) para que podamos vencer cualquier pecado asediante y obedecer al Señor.
Los ídolos en nuestro corazón solamente estorbarán nuestro amor por Dios y la obediencia hacia el único Dios Verdadero (Jonás 2:8; Col. 3:5; Gál. 5:19-21; 1 Cor. 10:14); así que si queremos ser maduras espiritualmente, debemos renunciar a los ídolos egoístas. Los ídolos pueden ser sutiles. Pueden ser una colección que consume los fondos que Dios quiere que usemos de otra manera o puede ser tiempo perdido frente al televisor o buscando otro pasatiempo. Podemos pedirle a Dios que escudriñe nuestros corazones para encontrar esos ídolos que estorban nuestra obediencia y ministerio en nuestros años de vejez.
-
Arregla tu pasado
Una de las maneras más importantes de perseverar en los años de vejez es resolver asuntos del pasado para que puedas avanzar hacia adelante con la bendición de Dios. Eso podría significar pedir perdón u otorgarlo. La meta es unidad y paz. Dios dice que lidiemos apropiadamente con el enojo para que no le demos lugar al diablo (Ef. 4:26-27), pero muchas de nosotras todavía nos aferramos a amarguras de nuestro pasado.
La Biblia dice: «Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres» (Romanos 12:18). ¡Dios quiere que obedezcamos al Espíritu Santo al arreglar asuntos del pasado y perseverar en buscar la paz! Para hacer eso, necesitaremos dejar el equipaje pesado atrás, «olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante» (Fil. 3:13).
-
Enciende tu creatividad
Nosotras no podemos saber cuántos años el Señor ha preparado para nosotras. Pero podemos «contar» nuestros días, y contarlos cuidadosamente para que podamos ganar un corazón de sabiduría (Sal. 90:12). Nuestras vidas son breves (Salmo 39:4), así que debemos medir nuestros días con pensamiento bíblico.
Solo porque hemos entrado en nuestra vejez, no significa que podemos ser negligentes con nuestros dones espirituales (Rom. 12:6-8; 1 Cor. 12:4-11, 28). Este es el tiempo (especialmente ya que tenemos más tiempo en nuestras manos) para cultivar nuevas habilidades o talentos que Dios pueda usar para animar y bendecir a otros. Este es el tiempo para continuar con las buenas obras que Él preparó para que anduviéramos en ellas y para darle a Él la gloria (Ef. 2:10).
No es sabio ser negligentes con la comunidad y las amistades. Podemos cultivar nuevas relaciones que nos animen a nosotras y a otros, y quizás encontrar nuevas maneras de ministrar a otros. Podemos practicar el «uno al otro» de la Palabra.
-
Comparte el evangelio
Uno de los lamentos que muy frecuentemente escucho de santos ancianos es el no haber compartido el evangelio o no haber guiado a las personas a su Salvador. Perseverar frecuentemente significa suscitar nuestro coraje y depender de la presencia de Dios. Necesitamos ir más allá de orar por nuestra familia, amigos y vecinos que no conocen a Cristo y realmente compartirles el evangelio. El Espíritu de Dios es capaz de usar Su Palabra y nuestros testimonios para atraer las almas a Jesús (Mt. 28:19-20).
Podemos estar viviendo un ejemplo de vida piadosa, pero también necesitamos compartir como Jesús ha cambiado nuestras vidas. Un testimonio de una vida cambiada en Cristo es poderoso. Dios puede usar nuestras historias para ayudarnos a hablar de Él de maneras nuevas y creativas.
La vida es corta y nuestros vecinos podrían no estar vivos mañana (Santiago 4:13-14; Heb. 3:12-13, 15) Este no es el tiempo para postergar. ¡No hay tiempo que perder!
Seamos auténticos cristianos. Debemos asegurarnos que nuestros estilos de vida respalden nuestro testimonio. Podemos ponernos más a la disposición y cultivar relaciones de cariño. Pidámosle a Dios que ayude a nuestros vecinos y otros nos vean como las personas «a quien acudir» cuando quieren respuestas para la vida y preguntas espirituales.
-
Sigue en el curso
Pablo, al acercarse al final de su viaje espiritual, escribió palabras de testimonio que pueden motivarnos a perseverar como ancianas. En 2 de Timoteo 4:7, él dijo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe». En sus años finales, ¡las luchas de Pablo se convirtieron en un grito de victoria!
Luego de entrenamiento riguroso, los competidores en los Juegos Panhelénicos de Grecia trabajaron duro para pagar el premio. Pablo usó los Juegos como una analogía de fidelidad en las vidas de los creyentes (1 Cor. 9:24-25). Mientras que aquellos que ganaban los Juegos recibían una corona, esta era solamente temporal. Pablo dijo que los cristianos corren la carrera de la vida «para obtener una corona incorruptible».
Nuestra motivación para seguir y obedecer a Cristo debe incrementarse en nuestra vejez. Debemos permanecer vigilantes y desechar cualquier cosa que agobie mientras «corremos con paciencia» la carrera que Dios ha puesto delante de nosotras (Heb. 12:1-3)
Debemos dejar un legado a la siguiente generación para que ellos sean animados a correr bien la carrera. Así que permanezcamos en el curso, santas ancianas. Seamos diligentes y terminemos bien. ¡Terminemos fuertes!
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación