3 Oraciones para dirigir tu día

Los Open House para celebrar a los estudiantes que se gradúan del último año son la norma aquí en Minnesota. Carne de cerdo desmenuzada, cubetas llenas de botellas de agua helada y pastel marmoleado, son platillos comunes en estos auspiciosos eventos. Después de haber enseñado en la escuela preparatoria durante más de una década, he tenido mi participación en Open Houses, y he tenido la ocasión de perderme tratando de encontrarlas. El verano después de mi año de novata fue el peor. Asistí a unos nueve Open Houses y me perdí unas nueve veces. Francamente, sin un GPS (o Google Maps) que me dirija, esta es la historia de mi vida. La simple verdad es que necesito indicaciones para llegar a lugares desconocidos; de lo contrario, podría terminar en Canadá. 

Sin embargo, también necesito instrucciones cuando se trata de navegar mi día. No me refiero a que necesite ayuda para crear un horario o una lista de tareas pendientes. (Créeme, soy una campeona en esas cosas.) Quiero decir que necesito comenzar mi día consagrándolo a Dios y permitiéndole que lo dirija. Tres simples oraciones que se encuentran al final del Salmo 19 pueden hacer precisamente eso.

Oración # 1: «Límpiame de estas faltas ocultas».

Después de reflexionar tanto sobre la revelación general de la creación y sobre la revelación escrita de las Escrituras, David responde con humilde penitencia, pidiendo primero a Yahweh que lo limpie de sus faltas ocultas. 

Estamos familiarizados con este concepto en el Nuevo Testamento cuando Jesús les dice a sus confrontadores que examinen sus propios ojos en busca de vigas de madera antes de perseguir una astilla en el ojo de un vecino (Mat. 7:3-5). Jesús está insinuando que todos caminamos con «vigas» de pecado colgando de nuestros ojos y ni siquiera lo sabemos. Nuestros corazones son tan perversos que a veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos pecando.

Quizás te estés preguntando por qué esta oración sería útil. Después de todo, ¡tienes las manos ocupadas con los pecados que conoces! A esa justa objeción, ofrezco dos respuestas. Primero, debemos tomarnos en serio la santidad. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se nos manda a «ser santos» como Dios es santo (Levítico 20:7; 1 Pedro 1:15-16). Sí, hemos sido revestidos de la santidad de Cristo mediante el don de la salvación; sin embargo, Dios todavía nos ordena que busquemos la santidad.

La satisfacción al ignorar los pecados desconocidos demuestra una apatía hacia la santidad.

Es lo que siento por la suciedad, el pelo del perro y lo que sea que haya debajo de mi refrigerador. Sé que está ahí, pero realmente no quiero verlo, y ciertamente no quiero lidiar con eso. Así que lo dejo. Esa no es una buena limpieza, pero tampoco tiene consecuencias eternas. La apatía hacia la santidad las tiene.

En segundo lugar, debemos pedirle a Dios que perdone (e incluso revele) los pecados ocultos por Su gracia. Dios es misericordioso al permitir que algunos de mis pecados permanezcan ocultos para mí. Si tuviera que lidiar con todos ellos a la vez, probablemente estaría tan abrumada que me ahogaría en el «pantano del abatimiento» o me rendiría ante el «Gigante de la Desesperación». 

No ofrecemos esta oración a un tirano malicioso y caprichoso que no puede esperar para aplastarnos. Oramos a un Dios de amor constante y misericordia que fielmente nos impulsa (y ocasionalmente nos empuja) hacia la santidad, revelando los pecados ocultos uno a uno, o unos pocos a la vez. Mientras tanto, Él es fiel y justo para perdonar estas transgresiones desconocidas como le pedimos.

Oración # 2: «Libra a tu siervo de pecar intencionalmente».

Una vez más escuchamos un eco de esta oración en las palabras de Cristo en el Sermón del Monte; esta vez en su oración modelo: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal» (Mateo 6:13). Sabemos que Dios no nos tienta a pecar; ese es el trabajo de Satanás (Santiago 1:13). Sin embargo, como David reconoció y Cristo enseñó, no podemos evitar la tentación de pecar sin depender de Dios. 

Mientras que nosotras, que hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, hemos sido habitadas por el Espíritu Santo, todavía poseemos corazones malvados inclinados a la rebelión prepotente contra el Creador. Sí, somos nueva creación (2 Cor. 5:17), pero aún debemos luchar para dar muerte al pecado (Rom. 6:12-14).

Una cosa es hablar de fallas ocultas; otra es considerar las formas en que pecamos voluntariamente contra Dios cada día:

  • Disfrutando de una mirada más.
  • Haciendo el comentario sarcástico que sabes que le pondrá más «leña» al conflicto.
  • Participando en el chisme en la sala de descanso o en una cafetería con una amiga.
  • Manteniendo esa cita para almorzar que sabes que deberías haber interrumpido.

De la manera que se vea para ti, si no dependes intencionalmente de Dios mismo, es probable que caigas en esa tentación porque amamos nuestro pecado. Se siente tan bien, al menos temporalmente. 

La oración de David en el Salmo 19:13 nos enseña que debemos comenzar a luchar contra estas inclinaciones hacia la rebelión antes de que entremos en la tentación. Debemos pedirle al Señor de los Ejércitos que vaya antes que nosotras y luche en nuestro nombre. Él ha prometido hacer una vía de escape de toda tentación (1 Cor. 10:13), pero la forma de evitar la tentación suele ser la mejor opción.

Oración # 3: «Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado».

Mi lengua afilada y rápida como un rayo me ha metido en más problemas de los que puedo recordar. A pesar de la obra de Dios para ayudarme a domesticar a esta bestia salvaje, todavía necesito el Salmo 19:14 todos los días. Incluso si eres más lenta para hablar que yo, tú también lo necesitas.

Nuestras faltas ocultas y nuestra rebelión flagrante comienzan con las meditaciones de nuestro corazón. Así como el adulterio comienza con un deseo lujurioso y el asesinato comienza con una ira odiosa, cada uno de nuestros pecados tiene su origen en nuestros corazones inmundos.

El profeta Jeremías nos enseña cuán despreciables son realmente nuestros corazones: «Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá?» (Jeremías 17: 9). Por esta razón, Salomón advirtió a su hijo: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida» (Prov. 4:23). Asimismo, nuestra lengua, que habla de la abundancia de nuestro corazón (Mateo 12:34), tiene un potencial ilimitado para el mal. Santiago lo expresa de esta manera:

«También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida» (Santiago 3:6).

Santiago no escribió esas palabras a los incrédulos, sino a los seguidores de Cristo, quienes, como tú y yo, eran propensos a pecar con la lengua. Para ti, puede que no sea la respuesta sarcástica, sino la broma grosera o la propensión a chismear o refunfuñar. Los pecados verbales vienen en muchos paquetes, cada uno tan odioso como el siguiente. Debido a esto, necesito comenzar mi día dependiendo del Padre para que guarde tanto mi corazón como mi lengua. Y tú también.

Confianza al orar: nuestro Redentor

Estos versículos no son encantamientos mágicos que pronunciamos para mantener alejado al diablo. No estoy sugiriendo que los murmures cada mañana para ganarte el favor de Dios en tu día. La última línea del Salmo 19 nos señala nuestra confianza en estas breves oraciones cuando David se refiere a su «roca y Redentor».

Aunque David no entendió completamente el evangelio como lo hacemos nosotros hoy, reconoció que ninguna de estas oraciones se realizaría por su propia carne. Sabía que necesitaba un Redentor, aunque todavía no sabía quién sería.

Nosotras sí sabemos.

Debido a nuestra posición en Cristo, podemos acercarnos con valentía a Su trono de gracia, sabiendo que Dios, el Juez justo, será fiel y justo para perdonarnos todos los pecados, ya sean ocultos a nuestros ojos o tan obvios como la nariz de nuestro rostro. También encontraremos la misericordia y la gracia para la ayuda en tiempos de necesidad y la forma de escapar frente a las tentaciones (Heb. 4:16; 1 Cor. 10:13).

Que estas tres sencillas oraciones de dependencia del Salvador le den dirección a tu día:

«Límpiame de estas faltas ocultas».

«Libra a tu siervo de pecar intencionalmente».

«Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor».

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Sobre el autor

Cindy Matson

Cindy Matson vive en un pequeño pueblo de Minnesota con su esposo, su hijo y su ridículo perro negro. Le gusta leer libros, tomar café y entrenar baloncesto. Puedes leer más de sus reflexiones sobre la Palabra de Dios en … leer más …


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