Es más fácil de lo que te imaginas. Al menos, es más fácil de los que nos gustaría admitir. El mundo finge que el amor se nos da naturalmente, que brota de un beso inesperado o de la primera sonrisa de un bebé. Pero si el amor fuera un iceberg, estas cosas son solamente la punta. Estas son las pequeñas cosas que vemos, las imágenes que posteamos. Debajo de la superficie, el verdadero amor yace sobrecogedor.
No tiene que ver con lo que aparece en las historias de hadas; son asuntos de guerra. El verdadero amor tiene que ver con desgastarse hasta los huesos, batallando contra nuestra carne, determinación interminable y clamores desesperados al General en las noches más oscuras. El amor es muchas cosas, pero “fácil” no es la palabra que lo describe.
Ahora bien, el odio, por otro lado, se nos da fácilmente. No es bonito ni socialmente aceptable, pero es fácil. El odio es un reflejo de que el orgullo ha sido herido, de nuestros sueños pisoteados y de las maldades que hemos tenido que sufrir. Hazme enojar dos veces y casi puedo sentir mi corazón endureciéndose. ¿Te puedes ver reflejada en esto?
Cuando estaba creciendo mi mamá me lo explicaba con la frase, “Cerrando tu espíritu.” Ella solía decir “Es tan fácil cerrar tu espíritu para con otros, Jeanne. Pero le prometí a Dios que nunca cerraría mi espíritu para con mi esposo ni mis hijos.” Me hacía imaginar que su “espíritu” era como una pequeña puerta en su corazón. ¡Pum! ¡La puerta se cerraba con un azotón!
Cuando me case pensé que la promesa era innecesaria. ¡Por supuesto que nunca le cerraré mi espíritu a él! ¿Por qué haría algo así? ¡Lo amo! Pero luego, los malos entendidos, las desilusiones, y el resentimiento se apilaron junto con la ropa por lavar y los trastes sucios. ¡Pum! ¡Quería azotar la puerta de mi corazón en su cara! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
¿Quieres que te muestre lo fácil que es azotar esa puerta? ¿Qué fácil es dejar que tu corazón se enfríe hacia tu familia? Lo puedo hacer en tres pasos.
Paso 1: Espera que tu familia te satisfaga
El primer paso para odiar a tu familia puede comenzar mucho antes de que siquiera les conozcas. Solo es necesario que tengas expectativas altas. Cree que estás incompleta sin un hombre. Mantén tu esperanza de felicidad en que un día te convertirás en madre. Di a ti misma que estas cosas llenarán cada grieta de tu alma. Luego espéralas con idólatra anticipación. Amenaza con dudar del carácter de Dios a menos que Él las entregue en tus tiempos. Te prometo que cuando estos regalos finalmente lleguen, estarás lista para tener resentimiento.
Pocas cosas te llevan tan rápido a una senda de amargura como la desilusión. Mientras más elevadas las expectativas, más profundas las heridas de la desilusión. Pero recuerda, para sentirte verdaderamente desilusionada, estas cosas deben tomar el lugar de Cristo en tu corazón. Deben llevar una carga que nunca debieron llevar.
De otra manera, puedes girar tu mirada hacia Jesús y a la luz de Su bondad, podrás soltar a tu familia. Podrás darles la libertad para fallarte. Podrás amarles cuando te lastiman, servirles cuando te cansan, y soportar porque Alguien Más te está recompensando.
¡Jesús es así! Tiene una manera de satisfacerte tan completamente que no tenemos apetito por nada más. Él hace promesas como “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.” (Juan 4:13-14). El primer paso para tener resentimientos con tu familia es darles el trabajo de Jesús: “espera que ellos te satisfagan completamente.”
Paso 2: Valora la “felicidad” por encima de todo lo demás
Luego, debes amar la felicidad más que a cualquier otra cosa. No estoy hablando de “felicidad y contentamiento”; estoy hablando de “felicidad cómoda.” Al estilo de Facebook. ¿Si sabes a qué me refiero? Esa foto con la imagen de la vida perfecta. Los hijos saludables y tiernos, el esposo romántico, la casa bonita y las vacaciones fabulosas.
¡Enmárcala! Enmárcala en las paredes de tu corazón, de manera que puedas inclinarte y adorarla. Deja que se convierta en la meta de tu existencia. Y cuando la vida real no sea lo suficientemente buena, ¡comienza a soñar con una vida más fácil! Sueña con la libertad, las ambiciones egoístas y las bendiciones de los demás.
Haz esto y aprenderás a odiar el sufrimiento. Es más, odiarás a Dios que se atreve a desarrollar en ti el carácter a través de las dificultades (Santiago 1:2-3). Cuando el dolor pudo haber sido un tutor en tu vida, en su lugar, se convertirá en un enemigo. Donde la dificultad pudo haber dado a luz valor, en lugar de eso llevará amargura. Y mientras más odies estos maestros, más odiarás la familia que les dio la bienvenida en tu vida.
Paso 3: Fija tus ojos en lo temporal
Finalmente, debes vivir como si esta vida fuera lo único que importa. Persigue el placer momentáneo. Echa todas tus esperanzas –tu mismísima identidad- en quiénes resulten ser tus hijos. Molesta a tu esposo hasta que se convierta en el tipo de hombre que puede hacer que tu vida en la tierra sea mejor. Más cómoda financieramente. Más emocionante. Más disfrutable.
Cuando él y tus hijos te desilusionen, haz un recuento de sus defectos. Enumera las maneras en que te has desvivido por “servirles.” El número de cosas que has sacrificado por ellos. Medita en estos sacrificios, hasta que eclipsen los sacrificios que Cristo ha hecho por ti. Cueste lo que cueste no veas esta leve tribulación momentánea con una perspectiva eterna no sea que alcances a ver un destello de la gloria eterna que está acumulando para ti (2ª Co. 4:17).
Abraza tu ineptitud
¿Ya te convencí de que el camino a un corazón endurecido es más amplio de lo que nos gustaría pensar? Cuánto me gustaría decirte que lo que escribo en este artículo se basa en todas las observaciones que he hecho de la vida de otras personas. Pero no es así. Estoy escribiéndolo (¡con lágrimas en mis ojos!) basada en lo que he observado de mi propia vida. ¡Oh! ¡es toda una batalla! Amar es una batalla. Y en ocasiones, la victoria se ve tremendamente distante. ¿Alguna vez te has sentido de esta manera? ¿Cómo si fuera tan difícil?
Abrázalo
Hermana querida, abraza tu ineptitud y tus fracasos. Porque detrás de ellos se encuentra nuestra necesidad de Dios. Al envejecer, quizá tengamos que decir con dolor, ¡Oh cuántas veces he fallado! Pero gozosamente también podemos decir, ¡Oh! ¡qué fiel es Él! ¡Oh! ¡Cuánto le necesitaré siempre!
Nuestro quebrantamiento se vuelve hermoso cuando magnifica la gracia de Dios.
“Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí…porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2ª Co. 12:9-10).
Preciosa hija de Dios ¿En qué área eres débil cuando se trata de amar a tu familia? ¿Qué podría cambiar si invitaras a Cristo a fortalecerte con Su fuerza?
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