Texto para meditar: 1 Pedro 2
Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. —1 Pedro 2:9
¿Has podido enfocar de una mejor manera quién eres en Él durante estas pasadas dos semanas en que hemos estado buscando a Dios para preparar tu corazón? ¿Tienes una mejor apreciación por Su amor al ver como proveyó a Su Hijo como sacrificio a tu favor? ¿No estás feliz de que te escogiera a ti?
Hazte la siguiente pregunta: ¿Por qué me escogió a mí? ¿Por qué razón tomó la determinación de colocar Sus afectos en ti y adquirirte como posesión Suya? Es un tanto alucinante pensar en esto, ¿verdad?
Dios le hizo saber al pueblo de Israel por qué los escogió. No fue porque ellos eran más santos que los demás o por algo especial que ellos hubiesen logrado. Los escogió y los redimió sencillamente porque los amaba, y para manifestar Su gracia y Su fidelidad al mundo.
Lo mismo sucede con nosotras. Cuando nuestras vidas se amoldan al diseño de Dios, cuando vivimos Sus propósitos para nosotras, y cuando otros pueden observar la demostración de Su poder obrando en nuestras vidas, entonces estamos sirviendo como escenario de Su esplendor.
Funciona más o menos de esta forma: Cuando una esposa que por naturaleza pudiera ser una controladora fastidiosa empieza a ser transformada por la gracia y el poder de Cristo… Cuando una mujer dominante rinde su necesidad de estar “en control” y empieza a tratar a los hombres en su lugar de trabajo con bondad y respeto… Cuando una mujer está dispuesta a vivir contra-culturalmente con el objetivo de llenar el rol que Dios dispuso para su vida—entonces el mundo tendrá un ejemplo vivo de la realidad de Dios.
Este concepto de ser posesión de Dios debe resolver muchas de nuestras luchas. Cuando empezamos a murmurar y a quejarnos de los principios de las Escrituras, debemos detenernos y recordar que somos posesión del Señor —¡propiedad personal Suya! Eso significa que Él tiene todos los derechos y la autoridad sobre nuestras vidas. Él sabe mejor; nosotras no sabemos nada. El reconocimiento de que le pertenecemos a Él debe motivarnos a ondear la bandera blanca en señal de rendición y a decir, Sí, Señor!
Tómate un tiempo para reflexionar
¿Te ves a ti misma como independiente y a cargo de tu propia vida? ¿Luchas con la idea de ser posesión de Dios, o acaso te trae ese reconocimiento una sensación de deleite y consuelo? ¿De qué formas pueden otros ver en tu vida el testimonio vivo de la realidad de Dios? ¿Qué evidencias prácticas ha habido en tu vida esta semana de que le perteneces a Dios?
Medita en la Primera Carta de Pedro capítulo 2. Permite que el ejemplo de Cristo, Su reacción al sufrimiento, y el rol que Él tomó para asegurarte como Su posesión, te dé una mayor apreciación por Él. Agradece que Él te haya escogido como posesión Suya, y pídele que te use para proclamar Sus virtudes. Haz la determinación de convertirte en testimonio vivo de la realidad de Dios.
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