Texto para meditar: Apocalipsis 2-3
Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. —1 Corintios 6:20
“La cultura de mujeres lascivas que vemos en “Mujeres Salvajes”, “Sexo y la Ciudad” “Victoria Secret” y en aquellas mujeres jóvenes que se visten para ir a la oficina como lo harían para irse de luna de miel es el resultado directo de la ideología de la ‘tercera ola’ del feminismo.” —Carolyn McCulley*
El diccionario define la palabra “lascivia” como “obsceno, soez, indecente”. De alguna forma esta descripción no luce consistente con el precioso y noble diseño de Dios para la mujer. Sería ingenuo de nuestra parte pretender que la iglesia ha permanecido sin mancha y pura en esta cultura moderna plagada de pornografía blanda.
En 1ª Corintios 6:10, se nos presenta una afirmación lógica. Comienza con una premisa que se atiene a los hechos: “por precio habéis sido comprados”, haciendo referencia a la expiación sacrificial obtenida por la sangre de Cristo. Luego continúa con la conclusión de que por motivo de lo que ha ocurrido (que hemos sido comprados) debemos glorificar a nuestro Comprador (Cristo) en nuestros cuerpos. Puesto de manera sencilla, Dios pagó por ti con Su propia sangre — ¡vive ahora esa realidad!
¿Luce la Iglesia como esa novia pura que ha sido comprada a precio de sangre? ¿O acaso se ha ido a la cama con la cultura lasciva?
Considera esta escena: Tu hija adolescente es un perfecto retrato de belleza y pureza. Luego un día decide que tus reglas son muy opresivas. Así que opta por aventurarse en el mundo salvaje de la experiencia, huyendo de tu hogar a la vez que rompe tu corazón. Te llegan noticias de que ella ha sido secuestrada, llevada a un país extranjero, y que ha sido vendida a la esclavitud. No puedes descansar hasta que logres rescatarla.
Al llegar donde ella está, descubres que las autoridades locales le temen a los comerciantes de esclavos y no están dispuestos a ayudarte. A un costo muy alto, contratas a un pistolero local para que planifique la liberación de tu hija. A pesar del peligro extremo, insistes en acompañarlo. Cuando se acercan ambos al edificio donde supuestamente está tu hija secuestrada en contra de su voluntad, hay un intercambio de disparos y tú terminas herida. Mientras pierdes sangre rápidamente, te arrastras a la puerta y desde allí puedes ver el perfil de tu hija. Uno de los captores está tirado en el suelo moribundo, mientras el otro escapa. Cuando logras pasar el umbral de la puerta, gastando tu última gota de energía, le susurras estas ultimas palabras a tu hija: “Eres libre, cariño. Rápido, ¡huye! He pagado para que puedas regresar a casa”.
Imagínate lo extraño que te parecería si tu hija respondiera con un bostezo, “¿A casa? ¿Por qué querría yo hacer eso? Me encanta estar aquí. No me voy a ningún sitio”.
Dios está en una misión de “búsqueda y rescate” en este mundo. ¿Cómo has respondido tú a Su iniciativa? ¡Él quiere que te unas a Él para rescatar la vida de otros!
Tómate un tiempo para reflexionar
¿Acaso esta historia ofende tu sensibilidad? Debería. Aunque es una escena difícil de imaginar, no es menos impensable la idea de que la novia de Cristo, la Iglesia, se muestre ambivalente hacia Su amor redentor. Aunque su liberación se ha hecho posible a un precio sumamente alto, ella prefiere revolcarse en la mugre y permanecer esclava a sus lujurias. Lee los mensajes de Jesús hacia las iglesias en Apocalipsis 2-3. ¿Qué te llama la atención de la evaluación de Cristo sobre la condición de la Iglesia y sobre Su prescripción a éstas?
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