Texto para meditar: Filipenses 1–2
No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. —Filipenses 4:11
¿Alguna vez te has detenido a pensar dónde se encontraba el apóstol Pablo cuando hizo esta afirmación? Seguramente sabes que él estaba en una prisión romana esperando ser juzgado. Piensa en la extrema dificultad que debía estar experimentando cuando escribió estas palabras tan familiares para nosotras.
Aunque Pablo era un hombre piadoso, su habilidad para caminar con contentamiento no era producto de algún estado de santidad superior o debido a alguna capacitación mística especial. Aprendió a tener contentamiento de la misma forma que nosotras tenemos que aprenderlo. Él cultivó un corazón satisfecho al ver sus circunstancias a través del lente de la soberanía de Dios.
Las circunstancias de Pablo no eran confortables ¡ni algo que nosotras hubiésemos elegido! A menos que tengas un amigo o algún familiar en prisión, quizás no te has detenido a pensar sobre todas las libertades que pierdes debido al encarcelamiento. El aislamiento de la prisión no está limitado a la separación de la familia y los amigos, sino que también incluye la pérdida de los disfrutes comunes de la vida diaria. La libertad de elección se vuelve un recuerdo distante: las comidas, los horarios, la temperatura, el color de las paredes, la preferencia de estilos de vestir, el ambiente, las actividades –todo esto es elegido por otros para ti.
Muchos prisioneros tienen los corazones endurecidos debido a la amargura y al resentimiento, y se pasan los días llenos de ira debido a la circunstancia en que viven. Sin embargo, hay muchas hermosas mujeres que, aunque se encuentran detrás de los barrotes, irradian un gozo y una libertad rara vez vista en mujeres que viven en libertad.
¿Cómo puedes explicar este contraste tan marcado entre los reclusos dentro de una misma prisión? Los semblantes miserables, oscuros, airados de aquellos que están llenos de un hosco resentimiento revelan el hecho de que estas mujeres están descontentas con su situación. ¿Quién puede culparlas? ¿Quién puede tener contentamiento dentro de una cárcel? Solo aquellos que han encontrado su verdadera libertad en Cristo y que viven, caminan, y respiran gratitud, sabiendo que Dios puede hacer que “todas las cosas obren para bien”. (Romanos 8:28).
Luego de pasar la primera porción de esta carta en actitud de agradecimiento y en oración por sus hermanos en la fe, Pablo expresa una perspectiva Dios-céntrica sobre su aprisionamiento.
“Y quiero que sepáis, hermanos, que las circunstancias en que me he visto, han redundado en el mayor progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones por la causa de Cristo se han hecho notorias en toda la guardia pretoriana y a todos los demás; y que la mayoría de los hermanos, confiando en el Señor por causa de mis prisiones, tienen mucho más valor para hablar la palabra de Dios sin temor.” (Filipenses 1:12-14).
¿Escuchas cuál era la perspectiva de Pablo? Él estaba mirando más allá del dolor, más allá de la dificultad del aprisionamiento; su visión se desprendía de la confianza en un Dios Todopoderoso y Soberano. Pablo sabía que Dios podía usar su sufrimiento para llevar a cabo una obra mayor.
Tómate tiempo para reflexionar
¿Eres una mujer satisfecha? Si no lo eres, ¿por qué no? ¿Puedes ver la correlación que existe entre tu nivel de contentamiento y tu grado de confianza en Dios? Lee Filipenses 1-2, y toma nota de todas las referencias que Pablo hace sobre la humildad, el gozo y la conducta personal. ¿Qué cosas sobre el estudio de hoy necesitas aplicar a tu vida?
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