Escrito por: Nicole Furno
Cuando era pequeña y crecía en Florida, mi padre a menudo nos llevaba a bucear a mi hermana y a mí. Un soleado sábado por la tarde, mi padre nos explicó que íbamos a hacer algo diferente: nos iba a enseñar a pescar langostas. Él encontraría y capturaría las langostas, y yo sujetaría la red que contenía las criaturas marinas de ojos rasgados que nos servirían de cena. Cuando mi padre dijo que estábamos «listos», me metí en el agua con el tubo y la red.
En poco tiempo, mi padre pescó unas cuantas langostas y las puso en mi red. Empecé a pensar que era una forma divertida de pasar la tarde, sin embargo, al cabo de una hora de pesca, ocurrió algo inesperado. Mi padre se sumergió y puso las manos debajo de una gran roca. De repente, desde debajo de la roca, un tiburón nadó directamente hacia mi red con las langostas. Sentí la piel áspera del tiburón en la pierna y miré para ver cómo se agitaba en la red. Grité con todas mis fuerzas, solté inmediatamente la red y nadé como Michael Phelps hacia mi padre. Sin demora, me puse de pie sobre su espalda como si fuera una tabla de surf, en un esfuerzo por alejarme del tiburón. Después de que mi padre consiguiera quitarme de su espalda, me preguntó, sin miramientos: «¿Soltaste las langostas?».
Lista vs. no estoy lista
Ese día en los Cayos de Florida, aunque estaba «lista» con mi equipo de esnórquel, una red y una breve explicación sobre la pesca de langostas, mi padre no me preparó para todos los escenarios posibles, sin embargo, nuestro perfecto Padre celestial nos equipa y prepara completamente para los llamados ministeriales que Él pone en nuestras vidas. En nuestras diversas funciones como encargadas del ministerio de mujeres, a menudo podemos sentir que no estamos totalmente preparadas cuando ciertas circunstancias nos toman por sorpresa o que nuestras vidas no están lo suficientemente «unidas» para que podamos ser encargadas del ministerio. Sin embargo, todas nosotras, como hijas del Rey, somos equipadas por Dios para el ministerio.
Cómo nos capacita Dios
A lo largo del libro de Hebreos, el autor desconocido animó a los primeros cristianos explicándoles cómo Jesús es el cumplimiento del nuevo y mejor pacto que sustituyó al antiguo pacto de la ley (Heb. 7:22). Al final del libro, hay una bendición que dice:
«Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno,los haga aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén». -Hebreos 13:20-21
Este último encargo comienza explicando que nuestro Dios es el Dios de la paz, pero también es el Dios de poder que resucitó a Cristo de entre los muertos. Además, Él es nuestro Pastor, que nos conduce, nos guía, nos conoce por nuestro nombre y nos protege de todo mal. Con el Señor como Pastor, «nada nos faltará» (Sal. 23:1).
La segunda mitad de Hebreos 13:20 explica que Dios es quien nos equipa con todo lo que necesitamos para hacer Su voluntad. Esta palabra «aptos» (katartizo) también puede traducirse como «perfeccionar», y tiene varios significados en el griego: «Hacer que esté en condiciones de funcionar bien, poner en orden, restaurar... preparar para un propósito, equipar».1
A lo largo de la Biblia, hay muchos ejemplos de Dios equipando, acondicionando y preparando a Sus hijos para un propósito.
- Dios equipó a David para luchar contra Goliat mientras defendía regularmente a sus ovejas de las fieras (1 Sam. 17).
- Dios preparó a la reina Ester para presentarse ante el rey Jerjes y salvar a su pueblo «para un tiempo como éste» (Est. 4:14).
- Dotó a Salomón de la sabiduría y la habilidad necesarias para construir el templo (1 R. 5:1-7:51).
- Preparó a María para dar a luz al Salvador enviando primero a un ángel para decirle que había encontrado el favor de Dios (Lc. 1:26-38).
- También sabemos que Dios preparó a Jesús de una manera sobrenatural para Su crucifixión al rendir Su voluntad a la del Padre.
Dios es quien nos prepara para los propósitos que tiene para nosotros. Él nos pone «en orden», para que nuestros corazones y mentes estén listos para el servicio en cualquier contexto ministerial al que Él nos haya llamado. Como mujer, entiendo totalmente la palabra «atuendo», un atuendo no es solo el vestido, ¿verdad? También son los zapatos, el cinturón, los pendientes, el bolso y otros accesorios. Qué alentador es saber que Dios nos equipa con todos los recursos necesarios, tanto grandes como pequeños, para llevar a cabo Su voluntad.
Él equipa y repara
Esta misma palabra griega «equipar» (katartizo) también se traduce en otras partes del Nuevo Testamento como «remendar». En los evangelios de Mateo y Marcos leemos como dos de los discípulos, Santiago y Juan, que también eran pescadores, estaban «remendando [katartizo] sus redes» (Mt. 4:21; Mc. 1:19). Las redes que utilizaban eran muy grandes, de hasta seis metros de alto y cientos de metros de ancho. Después de un día de pesca, las redes eran un revoltijo, con agujeros que arreglar, escombros que retirar y daños que reparar. Los pescadores trabajaban en estas grandes redes cada noche para preparar la pesca del día siguiente.
Al igual que las redes de pesca que necesitaban ser reparadas y restauradas antes de ser usadas de nuevo, Dios hace lo mismo con nuestras vidas. Como encargadas del ministerio, algunas de nuestras circunstancias y relaciones pueden ser un desastre gigantesco, necesitado de mucha reparación. La buena noticia es que Dios es quien repara nuestras vidas rotas, refuerza los lugares que han sido destrozados y restaura lo que se ha perdido. Dios nos equipa para que podamos llevar a cabo las buenas obras que Él nos preparó de antemano. (Ef. 2:10).
Dios está trabajando en nosotras
¡Hay mejores noticias! Como explica Hebreos 13:21, Dios no solo nos equipa, sino que también «obra lo que es agradable delante de Él». Dios no solo nos equipa para el ministerio y luego nos envía por nuestro camino. Él continúa ayudándonos «obrando» activa y actualmente en nosotras para que podamos llevar a cabo Su voluntad y cumplir con nuestros llamados. Dios nos equipa de antemano, pero luego también va con nosotras como nuestro gran Pastor, proveyendo todo lo que necesitamos a cada paso del camino.
El Nuevo Testamento pone de manifiesto que Dios nos capacita y actúa en nosotras. Un ejemplo se encuentra en Efesios 4:11-13 (para más ejemplos, ver también 2 Co. 3:4-6; 2 P. 1:3; Heb. 4:16; 2 Ti. 3:16-17):
«Y Él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros,a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo».
Hace unos cuatro años, la mujer que dirigía el estudio bíblico semanal de mi iglesia local me dijo que dejaba el cargo, me preguntó si yo podría ser la nueva coordinadora del grupo. Inmediatamente sentí que Dios había estado preparando este nuevo rol para mí, pero en muchos sentidos también me sentí poco preparada. Muchas de las mujeres del estudio eran mayores y tenían muchos más conocimientos bíblicos que yo, el tamaño del grupo había crecido recientemente y me sentía intimidada por todas las caras nuevas. En aquel momento, era una época de mucho trabajo para mí, con un recién nacido y un niño de cuatro años. Además, a mi madre le acababan de diagnosticar cáncer de mama y tenía que someterse a varias operaciones. A pesar de todas las razones para no dirigir este grupo, después de mucha oración y pláticas con mi esposo, sentí que el Señor me llamaba a dar un paso en fe y encargarme del estudio bíblico.
Puedo decir honestamente que fue una temporada desafiante, pero Dios demostró ser tan fiel en proveerme sabiduría, Su fuerza sobrenatural y energía. Por la gracia y capacitación de Dios, tuvimos una hermosa y edificante temporada de estudio bíblico, y cada semana Él proveyó lo necesario para guiar a las mujeres. En cada reunión, los pasajes bíblicos trajeron ánimo, así como ricos momentos de pláticas. Dios me dio un salón lleno de mujeres a quienes les encantaba cargar a mi bebé de tres meses mientras yo enseñaba al grupo y eran fieles para orar por mí y mi familia, también pude viajar de ida y vuelta a Florida para ayudar a mi mamá después de sus cirugías.
Parte del equipo
Durante esa temporada de hacerme cargo del estudio bíblico de mujeres, Dios no solo me suplió con lo necesario para dirigir, sino que también fue fiel en traer a otras hermanas al grupo para ayudarme. Él atrajo estudiantes, mujeres solteras, madres y abuelas a nuestro estudio, trajo a una mujer que amaba orar y nos guio en momentos de oración colectiva, trajo a una consejera bíblica que continuamente nos señalaba Escrituras alentadoras y nos ayudaba a responder preguntas difíciles, incluso nos dio un chef que preparaba deliciosas comidas para el grupo. Dios me mostró que parte de la manera en que me equipa para el ministerio es rodeándome de personas que puedan ayudarme en el camino; yo sola no puedo dirigir bien. Las mujeres que enseñamos pueden pensar que nos necesitan, pero nosotros también las necesitamos a ellas para que el Cuerpo de Cristo funcione plenamente como Él quiso que funcionara (1 Co. 12:12-26). Dios nos diseñó para necesitarle a Él y a los demás (Mt. 18:20, Rom. 12:4-5, Heb. 10:24-25).
Viendo a Jesús
«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe», y no en nosotros mismos, experimentaremos Su equipamiento y Su poder divino actuando en nosotras (Heb. 12:2). Estemos agradecidas de que aunque un tiburón inesperado nade en nuestra red, podemos confiar en que nada sorprende a Dios y que Él proveerá todo lo necesario para completar nuestras tareas. En nuestras aventuras ministeriales con Él, nunca viajaremos solas, sino que Él proveerá hermanos y hermanas en Cristo para ayudarnos a lo largo del camino. Permítele hoy perfeccionar, reparar y equiparte con todo lo que necesitas para hacer lo que a Él le agrada; con tu fe y confianza en Él, te equipará completamente para toda buena obra para la gloria de Jesucristo.
1William Arndt et al., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 526.
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