Una oración victoriosa bajo el refugio del Altísimo

El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: «Refugio mío y fortaleza mía, Mi Dios, en quien confío». Porque Él te libra del lazo del cazador y de la pestilencia mortal. Con Sus plumas te cubre, y bajo Sus alas hallas refugio; escudo y baluarte es Su fidelidad (Salmos 91:1-4).

Hace veinte años, nuestra familia de cuatro personas vivía en las afueras de Pekín, China, debido al trabajo que desempeñaba mi esposo. Un día de otoño fuimos en caravana con otras familias a una parte remota de la Gran Muralla en nuestros vehículos, jeeps y motocicletas con remolques laterales. Para que la aventura fuera aún mayor, decidimos llevar nuestras tiendas de campaña para acampar en la Muralla esa noche.

Mi esposo conducía la motocicleta con nuestras dos hijas pequeñas y su conejo de orejas caídas, Moisés, metidos en el remolque lateral. Yo iba detrás en nuestro vehículo cargado con las tiendas y la nevera con comida para hacer una parillada en la Gran Muralla China.

Al llegar a nuestra parte favorita de la Muralla, libre de multitudes y turistas, Rick montó nuestras tiendas mientras las niñas y yo subíamos unas escaleras muy empinadas que llevaban a una parte de la Muralla que parecía el resto de un castillo, rodeado por una muralla alta y fuerte que se define como un «muro que forma parte de una frontera defensiva».

Nuestra Kelly, de cuatro años, empezó a cantar una canción de una película, haciéndose pasar por una princesa; mientras nuestra Christie, de seis, daba vueltas y vueltas dentro de su «castillo». Más tarde, esa misma noche, cuando el sol empezaba a ponerse, hicimos una parrillada de alitas de pollo y luego asamos unos malvaviscos hasta que la luna de la cosecha iluminó el contorno del Muro hasta donde alcanzaban nuestros ojos.

Vivir como si estuviéramos en una tienda de campaña

Aunque es un recuerdo que nunca olvidaremos, y parece una vida de cuento de hadas, nuestros tres años en China fueron en realidad algunos de los momentos más duros para nuestra familia. Kelly, muy pequeña para su edad, luchó con muchas enfermedades que a menudo me hacían temer por su integridad física. El trabajo de Rick era extremadamente agotador, y el simple hecho de circular por el tráfico de Pekín, a menudo me hacía preguntarme si llegaría vivo a casa después del trabajo. El enemigo también intensificó sus ataques contra mí, especialmente en el área del temor cada vez mayor, y había días en los que pensé que ganaría.

Años más tarde, cuando nuestra familia ya estaba instalada en Estados Unidos, encontré las fotos de nuestra acampada en la Gran Muralla. Una de las imágenes mostraba nuestras dos pequeñas tiendas justo delante de una parte de la Muralla que incluía murallas, refugios y fuertes torres. Me di cuenta de que durante la mayor parte del tiempo que pasé en China, viví como alguien que está en una tienda de campaña; temerosa y vulnerable a las tormentas y ataques contra mi vida y mi familia que podían arrastrarnos; mientras que todo el tiempo teníamos a un Dios que era nuestra Torre Fuerte, Baluarte y Refugio que nos cubría.

Como hijas del Rey e incluso como maestras ministeriales, a menudo vivimos nuestras vidas en esta tierra que gime debido a los ataques y mentiras del enemigo como derrotadas y consumidas por el miedo o el resentimiento y la amargura, mientras los poderes de las tinieblas atacan nuestros ministerios, matrimonios y familias. En 1 Pedro 5:8, el enemigo es descrito «como león rugiente, buscando a quien devorar». Pero, querida hermana, ¡debemos recordar que nuestro Señor Jesucristo es el León más grande con el rugido más fuerte! Él es el León de Judá, sentado en el trono; y Satanás es un enemigo derrotado. La Palabra de Dios grita la victoria que tenemos en Cristo por Su muerte y resurrección:

«Desarmó a los poderes y a las autoridades y, por medio de Cristo, los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal» (Col. 2:15, NVI). Y 1 Juan 4:4 nos recuerda: «Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (NVI).

Como maestras del ministerio, debemos saber cómo resistir al enemigo a través de la oración. Aquí te comparto algunas maneras prácticas de mantenernos firmes en nuestra victoria en Cristo:

  1. Orar las Escrituras

Una de las mejores armas contra el enemigo es la Palabra de Dios, que en Efesios 6:17 se describe como la espada del Espíritu. Nuestro Salvador modeló esto cuando Satanás vino a tentarlo en el desierto. Aunque exhausto y hambriento, Jesús manejó la espada como un poderoso guerrero contra Su enemigo.

Cuando leas el relato de Lucas 4:1-13, fíjate en que es prácticamente como un combate cuerpo a cuerpo en la batalla que se desarrollaba entre ellos. El enemigo era tan astuto que incluso citó las Escrituras en una de las tentaciones que le lanzó a Jesús (ver Lucas 4:10-11 y Salmo 91:11-12). Pero no fue muy inteligente al citar el Salmo 91, centrado en la guerra. Cada vez que Satanás le lanzaba una tentación, Jesús respondía con la Verdad de Su Palabra.

¡Ojalá nosotras hiciéramos lo mismo! A menudo, cuando siento que la batalla es más feroz, oro en voz alta pasajes como el Salmo 91 y Efesios 6:10-18 para fortalecer en mi corazón esas verdades de nuestra victoria por medio de Cristo y resistir los ataques del enemigo.

  1. Llevar puesta nuestra armadura

Al igual que mi ilustración de vivir en una tienda de campaña cuando tenemos nuestra Fortaleza Poderosa justo a nuestro lado, a menudo atravesamos nuestros días sin fuerzas, entre derrotas, en lugar de levantarnos con valentía y audacia debido a la armadura que nos cubre. La armadura como se describe en Efesios 6:10-18 es en realidad nuestro «derecho adquirido» debido a la muerte de Cristo por nosotras. Ese pasaje comienza con estas audaces palabras: «Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo» (vv. 10-11, énfasis añadido).

Qué alivio saber que es en Su fuerza y poder y armadura, y no en la nuestra, que tenemos autoridad sobre el maligno. Y afortunadamente, no depende de nosotras «orar por nuestra armadura», para que seamos cubiertas con esa protección que es nuestra a través de Cristo. Sin embargo, depende de nosotras pararnos confiadamente en esas verdades y caminar a través de nuestros días sabiendo que estamos cubiertas...gracias a Él. 

En lugar de ver la armadura como dependiente de nuestra propia justicia, fe, paz, etc., ¡qué reconfortante es saber que es nuestro Dios quien es nuestro cinturón de la verdad! Él es nuestro escudo de la salvación, Él es nuestra armadura de justicia, Él es nuestra paz que nos cubre, y es Su fidelidad la que es nuestro escudo (Sal. 91:4). ¡Qué vivamos como valientes guerreras cubiertas por Su protección, utilizando nuestra espada del Espíritu, la Palabra, como arma ofensiva contra las asechanzas del enemigo!

Hace poco, mientras preparaba un mensaje sobre la oración de guerra, descubrí una oración puritana, probablemente escrita en el siglo XVIII. Me encanta cómo termina la oración con este grito de guerra:

«Que mi mano nunca se debilite, mis pies nunca tropiecen, mi espada nunca descanse, mi escudo nunca se oxide, mi yelmo nunca se rompa, mi armadura nunca caiga, ya que mi fuerza descansa en el poder de tu fuerza».

¡Qué así sea para todas nosotras! «Oremos por nuestra armadura» diariamente; no como un ritual de «si no oro por mi armadura, no estoy cubierta», sino como una manera de permanecer firmemente en Su Verdad, justicia, salvación y paz que nos cubre.

  1. Usar la adoración como un arma

A menudo no reconocemos que la adoración es otra arma poderosa contra el maligno. Satanás odia cuando adoramos, y es una manera de resistirle y hacerle huir. A menudo, cuando las tormentas de mi vida son más oscuras, cuando parece que Satanás está ganando el día, recurro a la alabanza y la adoración.

En una época particularmente difícil de mi vida, aprendí a comenzar mi tiempo a solas con Dios en adoración. Comenzaba mis oraciones alabándole por Sus nombres y atributos o leyendo salmos de alabanza en voz alta (como el Salmo 145). Siguiendo la estrategia del salmista, a menudo escribía un sacrificio de alabanza incluso cuando pensaba que no tenía mucho que agradecer (ver Salmo 77). También me dormía la mayoría de las noches con música de alabanza en mis audífonos para mantener mis pensamientos cautivos de la Verdad. 

Querida maestra del ministerio, quizás estás en una temporada en tu ministerio en la que sientes que el maligno está intensificando sus tácticas contra ti. Quiero animarte a que tomes tu espada y leas algunos de los pasajes que he mencionado (como el Salmo 91, el Salmo 146 o Efesios 6). Trata de escribir un salmo de adoración o un sacrificio de alabanza en tu diario y óralo de nuevo al Señor. Disfruta de música de alabanza en tu casa o en tu vehículo, concentrándote en la letra.

Que la adoración y la alabanza impregnen nuestras vidas, no solo para pelear la buena batalla contra el enemigo, sino porque Jesús es digno de toda gloria, honor y alabanza. Que podamos convertirnos en mujeres de oración con gran poder, con la cobertura de Su armadura, mientras adoramos a nuestro Rey de reyes y Señor de señores.

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Sobre el autor

Judy Dunagan

Judy Dunagan sirvió como líder de ministerio de mujeres por veinte años antes de unirse a Moody Publishers en el año 2014 como editora de adquisiciones, supervisando la línea de libros para mujeres y recursos de discipulado. Una mujer que … leer más …


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