Una mamá en el ministerio: abrazando las prioridades de Dios

La primavera pasada estuve muy ocupada. Ser madre de cuatro pequeños de menos de cinco años me mantuvo alerta mañana y noche, además soy esposa de un pastor laico y escribo para varios ministerios. Tras semanas de retraso en mi lista de tareas, finalmente me senté para ordenar todo lo que tenía que hacer. Dediqué uno o dos minutos a anotar las tareas pendientes y luego me detuve a echar un vistazo a la lista que acababa de crear. Sentí que el pánico empezaba a crecer en la boca del estómago. «¿Cómo iba a hacer todo esto?». La lista era más larga que el tiempo de que disponía para hacerla, y seguían surgiendo nuevas tareas.

Incliné mi cabeza y oré. «Señor, estoy tan abrumada. Hay tanto que hacer, y no tengo ni idea de por dónde empezar. Por favor, ayúdame».

Apenas se me escaparon unas lágrimas al hacer mi petición, el Señor me dio la respuesta: Tito 2:4-5. Inundó mi mente como una ola de esperanza: 

«Para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada».

Este pasaje me recordó cuáles son las prioridades de Dios para mí como joven esposa y madre: amar a mi esposo, amar a mis hijos, mantener mi hogar. 

Mis sentimientos frenéticos se disiparon y fueron reemplazados por la paz y la claridad de Dios. Estaba decidida a poner lo Suyo primero. Y sabía que cuando lo hiciera, sería capaz de ver exactamente cómo Dios quería que esas otras oportunidades de ministerio «fuera del hogar» encajaran también en mi vida. 

¿Oportunidades o prioridades?

Como esposa de pastor y mujer joven involucrada activamente en el ministerio, surgen muchas oportunidades, buenas oportunidades, para servir fuera de mi hogar. También están las voces del mundo que me dicen que el trabajo hecho fuera de mi casa es lo verdaderamente valioso. 

Si no estoy constantemente alerta, puede ser demasiado fácil deslizarme inconscientemente hacia la mentalidad de que mi familia es un obstáculo para «algo mejor». Oh, creo que nunca diría esto en voz alta pero a veces mi corazón lo piensa cuando me interrumpen mientras trabajo en un proyecto de escritura para limpiar la leche que se derramó, o cuando una conversación con una mujer que necesita ánimo es interrumpida porque uno de mis niños se despertó temprano de su siesta, o cuando mi esposo me llama para que me ocupe de una tarea urgente cuando yo tenía otros planes para la tarde. Mis reacciones son reveladoras de mis verdaderas prioridades.

Como cristiana, estoy llamada a confiar en que el llamado de Dios a mi vida es mucho mejor que vivir para mi propio beneficio o ambición egoísta. Cuando se confía en Sus caminos y se obedece, la vida brinda mucho más gozo y satisfacción de lo que yo podría imaginar cuando llevo el timón.

Viviendo las prioridades de Dios

Para aquellas de nosotras que estamos involucradas en el ministerio y tenemos niños pequeños en casa, ¿cómo buscamos y cumplimos intencionalmente estas increíbles asignaciones del Señor? Aquí hay tres cosas que han sido claves cuando he buscado obedecerlo en esta área.

1. Comprométete a pasar tiempo con Él.

¿Cómo podemos conocer el corazón de alguien y crecer en nuestro amor por ellos? Pasando tiempo con ellos. No es diferente con nuestro Creador y Salvador, cuando pasamos tiempo con Él, crecemos en nuestro amor por Él, y obedecer Su llamado en nuestras vidas se convierte en un deleite porque fluye de ese amor. 

Como mamá con niños pequeños, puede ser especialmente difícil priorizar el tiempo con el Señor. Las largas noches, las mañanas tempranas y las constantes demandas de nuestro tiempo, energía y atención hacen que sea difícil encontrar momentos para sentarnos a Sus pies. Pero pasar tiempo con Él es lo que necesito cada día para recordar la verdad del evangelio. 

Apartar tiempo para estar con el Señor en esta temporada suele requerir creatividad e imaginación. Podemos orar mientras damos de comer al bebé en mitad de la noche o mientras nos duchamos. Podemos escuchar una Biblia en audio en el automóvil o mientras preparamos la comida. Podemos escaparnos a nuestras habitaciones mientras los niños duermen su siesta para pasar unos momentos de quietud ante el Señor. Podemos enseñar a nuestros hijos a sentarse en silencio con sus propios libros de historias bíblicas mientras leemos. Nuestras circunstancias nunca nos impiden buscar al Señor. Él siempre está cerca, dispuesto a estar en comunión con nosotras. Como dice el Salmo 105:4

«Busquen al Señor y Su fortaleza; busquen Su rostro continuamente».

Me consuela recordar que Dios se preocupa por esto más que nosotras. Cuando le damos prioridad y le pedimos que nos dé sabiduría para pasar tiempo con Él cuando nuestros hijos son pequeños, Él nos la dará.

2. Pregúntate: «¿Coincide esto con las prioridades de Dios para mí?».

A menudo surgen nuevas oportunidades de ministerio y, a primera vista, no estoy segura de si debo aceptarlas. Ha sido muy revelador preguntarme: «¿Esto me ayudará o me impedirá cumplir con las prioridades de Dios para mí (amar a mi familia y mantener mi hogar)?».

Si hay una manera de asumir esa oportunidad de ministerio sin descuidar a mi familia y mi hogar, y si mi esposo está de acuerdo, entonces soy libre de aceptarla. Pero, si va a causar estrés adicional en nuestro hogar y obstaculizar mi capacidad para servir en mi casa y con mi familia, probablemente es mejor dejarlo ir. 

He descubierto que cuando doy prioridad al hogar y a la familia, se fortalece nuestro ministerio como familia y mi ministerio como persona. No me siento incómoda teniendo gente en casa porque no estoy trayendo gente a un desastre (bueno, la mayoría de las veces). Cuando estoy siendo intencional al invertir en nuestros hijos, ellos no se inquietan cuando estoy más ocupada cuando escribo, estoy en reuniones o cualquier otra cosa. Esto me recuerda una y otra vez que el camino de Dios funciona.

3. Un poco de planificación ayuda mucho

Hace unos años, justo después de tener a nuestro segundo hijo, mi esposo y yo nos dimos cuenta de que la forma en la que manejábamos nuestro calendario tenía que cambiar. Cuando alguien me pedía una cita, yo buscaba un hueco libre en la semana y lo programaba. A veces esto significaba que dos o tres personas venían a verme en un día, y pronto se notaron las consecuencias en nuestra casa. 

Nunca había tiempo para terminar todas las tareas domésticas necesarias porque constantemente recibía gente en casa. Así que, después de orar y pedir sabiduría al Señor, decidimos empezar a programarlo todo. Lavar ropa tenía un horario específico, lavar los platos tenía un horario, y las visitas tenían un horario. Tuve que decir que «no» más a menudo al reunirme con personas, pero aumentó enormemente mi capacidad para ministrar bien. No me sentía tan frenética y abrumada, nuestra casa estaba más tranquila y nuestros hijos (por pequeños que fueran) notaron claramente la diferencia. 

A lo largo de los años hemos tenido que ajustar nuestras rutinas diarias a medida que cambiaba nuestra familia y nuestras circunstancias. Pero hemos descubierto que cuando damos prioridad a la familia y al hogar, tenemos más libertad para ser flexibles cuando es necesario. No existe un horario único, por lo que es esencial que cada madre (e idealmente cada esposo y esposa juntos) pidan sabiduría al Señor para establecer rutinas diarias. 

Creo que Susan Hunt lo expresó perfectamente: «Cuando una mujer está inmersa en la gloria de Dios, interpretará su vida de acuerdo con Su Verdad».1

Mayor plenitud y gozo

Cuando tomamos en serio la Palabra de Dios, descubrimos que es más valioso y gratificante seguir Sus prioridades para nuestras vidas que lo que sentimos, descubrimos cuán perfectos y buenos son Sus caminos. Cuando consideramos que es un privilegio amar primero a nuestro esposo e hijos y cuidar bien, en el nombre de Jesús, de los hogares que Dios nos ha dado, encontramos una satisfacción y un gozo más profundo de los que jamás hubiéramos podido encontrar siguiendo nuestras propias agendas. Cuando ponemos las cosas de Dios primero, Él nos da una satisfacción significativamente mayor, por mucho o poco ministerio que hagamos más allá de las cuatro paredes de nuestros hogares.

1 https://www.goodreads.com/author/quotes/85628.Susan_Hunt


 

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