Al crearnos, el Dios de toda sabiduría dispuso etapas, períodos y ciclos durante los cuales el ser humano se desarrollaría, llevaría a cabo la misión que predeterminó para cada uno, y pondría en acción los dones específicos que se le han conferido. Todo esto con el fin de darle gloria a Dios, primeramente, y luego para el beneficio de los demás.
Sin embargo, somos muchas las creyentes que “sentimos” que hacemos muy poco en nuestro servicio al Reino. Oímos a algunas decir: “no sirvo en ningún ministerio”, “hago muy poco para Cristo”;“fulanita se fue al campo misionero” o “sirve en la Iglesia como secretaria”.
Mi deseo con esta reflexión es que entendamos lo que significan las palabras servicio y ministerio, para así no llevar cargas que Dios no ha puesto sobre nuestros hombros, y tampoco ponerla sobre las mujeres a las que ministramos. Para entender los conceptos de una mejor manera veremos algunas enseñanzas que la Palabra nos presenta.
Definiciones que debemos tener en cuenta para servir
¿Qué es sabiduría? «Es el conocimiento dado por Dios a través de Su Palabra, el cual ha de aplicarse a toda área de la vida para que esta se conforme o amolde a Su Divina Voluntad. Es poner en acción la teoría bíblica haciendo de ella una realidad de una forma correcta, en el momento indicado y en las variadas situaciones que enfrentemos».
El principio de la sabiduría es el «temor de Jehová», y ese «temor o reverencia» conduce a la práctica de Sus Mandamientos. Sabiduría es «vivir a la manera de Dios».
Así vivió y sirvió nuestro Señor. Así debemos procurar hacerlo tú y yo.
Pero hay otra palabra a la cual deseo pongamos atención: Ministerio
¿Qué es ministerio? La palabra en griego es “Diakonía” la cual también es usada para definir la palabra Servicio. Ambas palabras encierran la idea de: ayuda, socorro, quehacer.
En Marcos 1:13 y Lucas 8:3 aparece la palabra «Diakoneo» que significa: servir domésticamente, ser un anfitrión, ayudar, servir, ministrar. El primer pasaje alude a los ángeles ayudando a Cristo luego de Su tentación. El segundo pasaje se refiere a aquellas mujeres que servían a Jesús en Su ministerio terrenal. Por cierto, esta palabra griega encierra similares significados de la palabra hebrea «Ezer», la cual designa el propósito para el cual se creó a la mujer.
Viendo el significado de dicha palabra podemos decir, sin lugar a duda, que:
Todo creyente es un servidor. Dicho servicio ha de llevarse a cabo con sabiduría, según el género con el cual fue creado, en la edad, la etapa, el lugar, la situación y la posición que Dios ha asignado a cada uno.
Servir sin sabiduría nos llevaría a un «activismo religioso» y no a un «servicio de adoración».
Hermanas amadas, ya seas una maestra del bien o una aprendiz; seas anciana, mujer madura o joven; estés criando hijos o tengas el nido vacío; trabajes en casa o fuera de ella; seas soltera, casada, viuda o tristemente divorciada; trabajes en la Iglesia, o seas misionera o maestra de Escuela Dominical: toda nuestra vida es un ministerio y un servicio para el Señor; y para hacerlo a la manera de Dios, necesitamos sabiduría.
«Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias al Padre por medio de Él». Col.3:17
Equipadas para la misión
En Efesios 4:11-14 se nos enseña que Dios mismo constituyó diferentes oficios para Sus siervos, los cuales son dones de Él para Su Iglesia; entre ellos están los pastores y maestros a quienes se les encomendó:
- Perfeccionar, capacitar, entrenar o equipar a los santos para la obra del ministerio
- Para que por medio de este equipamiento la Iglesia fuera edificada, unificada en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios para que todos lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo, y de esta forma evitar el infantilismo espiritual o ser engañados por falsas doctrinas; además lograr su madurez y estabilidad.
¿Cómo Pablo lograría estas cosas? Enseñando todo el consejo de Dios plasmado en la Palabra. Es precisamente en las enseñanzas de Pablo que encontramos una de las cosas que Dios desea para nosotras: «que las ancianas enseñen a las jóvenes».
No entraré en los detalles del significado del pasaje, pues hay mucho material sobre esto. Más bien, haré énfasis en que Dios desea que cultivemos un «carácter», el de Jesucristo, el cual se manifestará en nuestras relaciones familiares, sociales y eclesiásticas.
Las ancianas debemos enseñar a ser antes que hacer
Para el Señor lo más importante es el corazón. Tito 2:3-5, es el pasaje donde se insta a que las ancianas entrenen, enseñen, capaciten a las más jóvenes. Aquí vemos las cualidades que debemos cultivar y enseñar a fin de forjar un «carácter piadoso», que primariamente tendrá manifestaciones en el ámbito familiar.
Cuando enseñamos a una mujer más joven a cultivar las cualidades allí nombradas, tanto la anciana como la joven están ministrando porque ambas están aprendiendo a ser como su Maestro. ¿Cómo servimos a Cristo? Aprendiendo a ser como Él, e imitando lo que Él hizo (Mateo 11:29).
Además, el cumplimiento de dicho mandato hace que contribuyamos a la estabilidad, armonía y hermosura de la Iglesia.
Luego, pasamos a la práctica. ¿Dónde y a quiénes ella mostrará lo que está aprendiendo a ser? Sí está casada, su marido, sus hijos y su hogar. Si es soltera, en su casa y el ambiente que la rodea, ya sea escuela, universidad o trabajo. Sí tiene el nido vacío, entonces, conforme a sus dones, traspasará a otras lo enseñado por Dios.
Aun para las ancianas en edad avanzada hay ministerio a realizar: orar e interceder por la Iglesia, sus líderes, la futura generación de creyentes, el avance de Su Reino y Su Regreso en gloria.
Hay una cita que creo encierra la idea de que todo el tiempo como mujeres estamos ministrando:
«En ciertas medidas la mujer es la que conserva el bienestar de la nación. Su virtud, si es firme e incorruptible, permanecerá como un centinela sobre el imperio»- John Angell James, Piedad Femenina.
Jesucristo el ejemplo perfecto
La vida de Cristo es el ejemplo por excelencia del ministerio bíblico. En Lucas 2:52 leemos: «Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres». Esto significa que el Hijo de Dios encarnado no saltó etapas ni buscó atajos; vivió como la humanidad fue creada para vivir, solo que Él lo hizo a la perfección.
Durante la etapa de Su niñez hasta Su aparición pública, ¿Estaba Cristo en el ministerio o no? ¡Claro que sí lo estaba! Podrías preguntarte: ¿En el ministerio? ¿Y no era Su ministerio predicar, salvar, sanar, echar fuera demonios, etc.? Sí, pero estas cosas eran sólo una parte del mismo.
Durante los treinta años que «vivió tras bastidores» también ministró. Su obediencia perfecta en nuestro lugar incluyó todas las etapas de Su vida. Ministró cuando obedeció a Sus padres y estaba sujeto a ellos; cuando ayudó a Su madre a cuidar de Sus hermanos menores o en algún quehacer doméstico; cuando hacía muebles en el taller de ebanistería junto a José; cuando se conducía rectamente de modo que los demás tenían «buena opinión» de Él. Jesús creció en gracia y sabiduría, agradando a Dios en todo.
No te desanimes
Tu vida y la influencia que ejerces es tu ministerio. Lo llevas contigo donde quiera que vayas, 24 horas al día, 7 días de la semana y 365 días del año, hasta el día que Cristo vuelva o te llame a Su presencia.
Nuestra generación, necesita ver cristianos que vivan sus vidas diarias y ordinarias como «un acto de adoración» y a la vez «como un eco» de Aquel Dios al que aman, sirven y esperan.
Con el ministerio que Dios nos ha asignado haremos un hermoso despliegue de la imagen de Dios en nosotras. Cada área de nuestras vidas reflejará uno o varios de Sus atributos y de Sus verdades eternas. Aquí algunos ejemplos prácticos:
- Cuando amas a tu marido, estás mostrando el amor de Dios.
- Cuando lo respetas estás imitando la sujeción de Cristo al Padre.
- Cuando haces el amor con él lo estás santificando y guardando de pecado. Esto, aunque no lo parezca, es ministrar en el Reino, pues para que este avance; debe haber hombres fieles y puros en todo el sentido de la palabra.
- Cuando estás criando tus hijos, estás mostrando al Dios que:
- Nos ha dado a luz. (Is.42:14, 46:3)
- El que como madre nos amamanta. (Is.49:13-15)
- El que nos incuba como la gallina hace con sus polluelos. (Mt.23:37)
- Cuando estás cocinando, estás haciendo lo mismo que hizo Jesús cuando dio de comer a la multitud, o cuando ya resucitado le dio de comer a sus discípulos. (Mt.14:13-21, Jn.21:9-10)
En particular, a mí me encanta ver como Jesús resolvía muchas cosas con comida. Tan pronto resucitó a la hija de Jairo, dijo se le diese de comer. Lc.8:41
- Cuando ordenas tu casa o tu habitación, estás imitando al Dios que creó todas las cosas en orden y con hermosura.
- Cuando ayudas a una hermana con alguna necesidad, al igual que Jesús, andas haciendo el bien.
- Cuando das clases de Escuela Dominical a esos revoltosos pequeños, estás preparando el corazón de la futura generación.
Que tus días de principio a fin sean una respuesta a las misericordias de Dios. Que cada etapa de tu vida sea usada para responder como un sacrificio vivo a Aquel que te sirvió hasta la muerte.
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