Secretos de una maestra gozosa: El camino inesperado de las pruebas al gozo

Hola Maestras Verdaderas. Hoy lanzamos una nueva serie de blogs llamada Secretos de una maestra gozosa. Escucharás de algunas de las mujeres más sabias y gozosas que conozco. Jean Wilund da inicio a nuestra celebración de gozo. ¡Prepárate para celebrar por un gozo que es nuestro en Cristo! —Yamell de Jaramillo, Iniciativas del Ministerio de Mujeres
 

«Gira a la izquierda», dijo Siri. Así lo hice y me encontré al final de un callejón sin salida, no la entrada prometida al hermoso Parque Estatal Blue Spring. No había canotaje o kayak ni avistamiento de manatíes al final de este camino. Y no había gozo. Gracias, Siri. Giro equivocado.

El autor bíblico Santiago me parece una especie de versión antigua de Siri cuando escribió: «Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas». El gozo y las pruebas no se encuentran en el mismo camino, Santiago, dirección equivocada.

Son esos momentos en los que uno quisiera decir: Santiago, ¿No sabes que el gozo llega cuando Dios hace que nuestras vidas encajen en su lugar, no cuando hace que se desmoronen? El gozo es cuando la vida nos hace querer celebrar, no hiperventilar. Y el gozo llega cuando nuestros seres queridos se levantan y nos llaman bienaventuradas, no cuando se levantan y salen por la puerta.

Seguro que has ido demasiado lejos, Santiago. Como Siri y las direcciones perfectas, algunas cosas simplemente no van juntas. ¿Dónde está tu compasión en nuestro dolor?

Pero no fue Santiago quien trazó este camino inesperado a través de las pruebas. Escribió bajo la inspiración del Espíritu Santo. ¿Quién puede leer la Biblia y cuestionar la compasión de Dios? Está expuesta de principio a fin.

El mandato de Santiago de «tener por sumo gozo» cuando la vida se derrumba es realmente un mandato de Dios. No podemos separarlo de todos los aspectos de Su naturaleza, incluida Su compasión, sabiduría y amor.

¿Pero cómo?

¿Cómo podemos contarlo todo como gozo cuando lo que queremos hacer es llorar? ¿O airarnos? ¿O al menos quejarnos un poco? ¿Cómo le damos sentido a Santiago 1:2?

Si tropiezas con el mandato de «tener por sumo gozo» como lo hice yo, es útil saltar al último versículo del pasaje. ¡Así que comencemos por el final!

Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas,sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. (Santiago 1:2-4)

«Para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte» (Santiago 1:4).

Imagina estar de pie ante el Señor y nuestro prójimo, libre de defectos y debilidades. Tener nuestro pecado expiado por Cristo y borrado de nuestra vida diaria.

Perfecto y completo, sin que falte nada. La idea de esto inunda mi corazón con paz, esperanza y, sí, gozo.

Por supuesto, nosotras nunca podríamos lograrlo. Pero Dios si puede.

«Y que la paciencia tenga su perfecto resultado» (Santiago 1:4).

¡Ah! Así es como llegamos a este deseado lugar de perfección: permitiendo que la perseverancia, la determinación de nunca rendirse y de recuperar fuerzas tengan todo su efecto en nosotras.

Me gusta el sonido de esto. Excepto que no es tan fácil. De ningún modo. Nadie necesita paciencia para seguir haciendo algo fácil y agradable, ¿verdad? Solo las cosas que no queremos hacer, cómo soportar las pruebas, requieren paciencia.

Las pruebas desencadenan nuestra reacción de lucha o huida. Nos impulsan a destruirlas o dejarlas atrás.

Cada vez que mi hija salta en paracaídas, mi paciencia falla en obedecer al mandamiento más repetido de la Biblia: no temas. Cuando ella salta, mi gozo se va con ella, y solo regresa después que vuelve sana y salva a tierra.

Si, dejar que la paciencia tenga todo su efecto es difícil. No es natural. Aparte de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones, casi siempre fallamos.

«Sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia» (Santiago 1:3).

¿No es así Dios? Las pruebas que experimentamos producen la paciencia que necesitamos para soportar las pruebas que experimentamos. Queremos paciencia, pero no queremos las pruebas.

Queremos la fe de Sadrac, Mesac y Abednego, pero no queremos que nos envíen al cautiverio o que nos arrojen al fuego (Daniel 3).

Queremos ser Daniel mientras el rey lo cubre con una túnica real, pero no queremos ser el blanco de hombres malvados o caer en un foso de leones gruñones (Daniel 6).

Soñamos, como lo hizo José, con Dios bendiciendo nuestra fidelidad en el ministerio, pero no queremos ser arrojados a un pozo, vendidos por nuestros hermanos, ni olvidados en la cárcel después de haber sido acusados falsamente (Génesis 37-50).

Queremos ser diamantes sin soportar la presión. Y, sin embargo, ser un diamante en la fe. ¡Qué gozo sería ese!

«Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas» (Santiago 1:2).

Aquí estamos, de vuelta al mandamiento desconcertante. Excepto que ahora tiene sentido y ya no deja el sabor amargo que dejó antes de ver la piadosa sabiduría de Santiago 1:2-4.

El Señor ciertamente usa las pruebas para llevarnos al gozo. Son herramientas necesarias en Sus amorosas manos para crear un diamante brillante de nuestra fe en forma de carbón.

Lo que nos lleva a una elección: podemos dejar que las pruebas continúen agotándonos con oraciones motivadas por el miedo y el insomnio inducido por la ira, o podemos regocijarnos de que Dios las haya propuesto para nuestro bien.

Dios da oportunidades, no problemas

El cáncer de mi madre no fue el problema que me llevó a la desesperación. El problema fue que me coloqué en contra de Dios por permitirle tener cáncer.

Solo vi la vileza del cáncer. No podía imaginar que algo tan malo pudiera ser parte de la voluntad de Dios para su vida o comprender que Él lo había planeado para bien. Lo conté todo como angustia, no por sumo gozo.

Por supuesto, encontrar gozo en la prueba y disfrutarla son dos cosas muy diferentes. La realidad de una prueba es que sigue siendo, bueno, una prueba. Pero la gran realidad es que Dios sigue siendo Dios, el Dios de lo imposible. Con mi nueva comprensión de Santiago 1:2–4, vi lo imposible. Vi cómo en verdad podía contar esta horrible prueba como «sumo gozo».

El cáncer de mi mamá nunca me trajo gozo. Pero enfrentar esta prueba con mis ojos puestos en Cristo sí lo hizo. Mantener a la vista el objetivo final de Dios para mamá (y para mí), perfecto y completo, sin faltar nada, me trajo gozo que ni siquiera el cáncer podía destruir.

A lo largo del viaje de mamá, rebotaba entre el gozo nacido de la confianza y las lágrimas nacidas del dolor. Pero raras veces caí en la desesperación. Puse mi mente en Dios y me propuse dejar que la paciencia tuviese todo su efecto. Cambió mi fe, que gobernó mis reacciones, que reveló mi fe. Y bajamos por el camino inesperado del gozo.

De la falta de gozo a la plenitud de gozo

Las cafeteras hacen café. Es lo que hacen. Los verdaderos cristianos producen gozo. Es el fruto natural de la obra del Espíritu Santo en Sus hijos. Un cristiano sin gozo es tan contradictorio, e inútil, como una cafetera que no hace café.

Dios infunde el agradable aroma de gozo en Sus hijos al sumergirnos en la cantidad y temperatura señaladas de agua caliente. Su proceso suele tardar más de los quince minutos que necesitan nuestras cafeteras para preparar un delicioso café. Pero queremos una fe plena que coincida con lo que decimos que creemos y nos llena de gozo, no de una fe débil que nos deje sin gozo.

Los momentos en que Dios ha empapado mi fe en el agua más caliente son los momentos en que Él ha producido en mí el mayor gozo, eventualmente. Parte del gozo provino cuando la prueba finalmente terminó, pero el gozo más puro provino de la obra que Él hizo en mi corazón a lo largo del tiempo debido a la prueba.

Gozo sumamente grande, sin importar qué

Por imposible que parezca, la Palabra de Dios nos promete un gozo sumamente grande, sin importar las circunstancias, porque nada ni nadie puede realmente lastimarnos. Solo lo que Dios permite puede tocarnos, y todo lo que Él permite le trae gloria y es nuestro bien supremo.

Él no promete que si confiamos en Él nunca más experimentaremos pena o dolor profundo. Dios le dio a nuestros cuerpos más de dos mil millones de terminaciones nerviosas. Habrá dolor físico y dolor emocional también. Nuestro mundo está caído y en decadencia. El pecado y la muerte afligirán y podrán entristecer nuestro corazón.

La perfección absoluta nos espera en el cielo, no en este mundo. Pero incluso si «lo peor» empeora, las pruebas de los hijos de Dios producen lo contrario de lo que esperaríamos: producen gozo.

Con cada día que Dios nos trae, puede venir una prueba, junto a Su inesperado camino hacia el gozo. Pero recuerda, nuestras pruebas no son problemas. Son oportunidades diseñadas para producir fe en nosotros que resplandece con el gozo y la luz de Cristo. Él es el objeto de nuestra fe y nuestra gran recompensa.

Un día nuestro viaje por la tierra llegará a su fin. Para los que pertenecen a Cristo, las pruebas también terminarán, y estaremos de pie ante el Señor refinadas y gloriosas, completas y perfectas, sin que falte nada.

¡Oh, qué gozo será ese!

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Sobre el autor

Jean Wilund

A Jean Wilund le apasiona guiar a las mujeres hacia una mayor comprensión de la Biblia y una relación más profunda con Dios. Trabaja en Revive Our Hearts como parte del equipo de blogs, en especial para 'Leader Connection'. También … leer más …


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