Hay temporadas de transición de liderazgo en cada iglesia local; cambios de pastores, ancianos, miembros del personal, y otros líderes. Ya sea un resultado de jubilación, un paso a un nuevo ministerio o llamado de Dios, o incluso debido a una consecuencia del pecado; cada miembro de la iglesia experimentará una transición de liderazgo en algún momento. Pero, cuando tú eres parte del ministerio en la familia de la iglesia, las transiciones pueden ser particularmente complejas. Necesitas tomar un enfoque equilibrado con tus pensamientos, reacciones y respuestas personales y públicas. Así que, ¿cómo atravesar una temporada de transición con honor y fidelidad tanto a Cristo como a las personas de tu familia eclesial?
Creo que la respuesta definitiva es ésta: centrarse en la gloria de Dios. Traer gloria y renombre al Padre es el propósito definitivo de Cristo mientras construye el Reino de Su Padre; así que, también debería ser el nuestro. Vemos este enfoque claramente representado cuando Jesús oró en el huerto de Getsemaní horas antes de Su muerte:
«Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano, para que Él dé vida eterna a todos los que le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”» (Juan 17:1–3).
Pero, aunque centrarse en la gloria de Dios es una respuesta sencilla, la realidad de vivirla no es tan fácil. Consideremos cómo se puede ver esto a través de nuestros pensamientos, actitudes y acciones.
Enfocándome en la gloria de Dios con mis pensamientos
La gloria de Dios debe empezar con una elección que hacemos en nuestra mente. Una elección en respuesta al amor que le tenemos a Dios porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:19). Sin embargo es necesario elegir la gloria de Dios en nuestras mentes incluso cuando nuestros sentimientos o actitudes puedan estar luchando.
A lo largo de toda la Biblia, se nos manda conocer y recordar verdades claves (cosas que ocurren en nuestra mente), y luego responder con una acción o cambio de actitud.
Así que, si elegimos centrarnos en la gloria de Dios en nuestras mentes y ponemos todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo (2 Cor. 10:5), entonces los pensamientos ansiosos, egoístas, de enojo o de dudas que podamos tener (o más realísticamente, tendremos) mientras caminamos a través de la transición, pueden ser transformados por el poder del Espíritu Santo y la Verdad de la Palabra de Dios.
Enfocándome en la gloria de Dios con mi actitud
A medida que elegimos centrarnos en la gloria de Dios con nuestros pensamientos, esto debería moldear a su vez nuestra actitud. Pero, con demasiada frecuencia hay una desconexión entre lo que sabemos que es verdad y nuestra actitud ante ese conocimiento. Un ejemplo sencillo: YO SÉ que necesito hacer ejercicio, sin embargo, cuando estoy cansada y me apetece dormir hasta tarde, no me interesa hacer ejercicio. Tengo una mala actitud respecto a lo que sé que es mejor. La mejor opción sería permitir que mis conocimientos moldearan mi actitud, levantarme de la cama y hacer ejercicio.
De la misma manera, podremos enfocarnos en la gloria de Dios cuando permitamos que la Verdad informe nuestras actitudes. Si elegimos la gloria de Dios en nuestras mentes, entonces nuestras actitudes honrarán tanto a Dios como a los demás cuando actuemos, hablemos y respondamos. A pesar de que podemos experimentar preocupaciones sobre lo que depara el futuro, dudas sobre cómo se está manejando la transición, o incluso el dolor de los involucrados, nuestra actitud debe ser la de Cristo Jesús:
«Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp. 2:5–8).
Enfocándome en la gloria de Dios con mis acciones
A medida que nuestros pensamientos y actitudes se centran en la gloria de Dios, cualquier acción que emprendamos (de palabra o de obra) también deberá glorificar a Dios. Durante una transición de liderazgo, inevitablemente habrá planificación, deberes y reuniones adicionales. Si nuestro enfoque está en otra cosa que no sea la gloria de Dios, entonces podemos hacer esas cosas mal, con una mala actitud, o tal vez ni siquiera hacerlas. Pero cuando nuestro enfoque está en Dios, nuestras acciones y palabras positivas sobre la transición son maneras en las que podemos mostrar a Cristo.
Ser una maestra del ministerio de mujeres durante una época de transición puede ser una carga pesada. Pero con la ayuda del Espíritu podemos resistir el impulso de centrarnos en la carga o incluso en nosotras mismas. Si queremos honrar a Cristo, así como aquellos que están tomando un nuevo puesto o saliendo de los antiguos, entonces nuestros corazones, mentes y acciones tienen que unirse con Él en el centro.
No podemos decir que queremos glorificar a Dios y honrar a las personas implicadas, y luego caer en la tentación de centrarnos en nuestros propios sentimientos. Por el contrario, al centrarnos en la gloria de Dios, tenemos el privilegio de mostrar a Cristo para que podamos adornar el evangelio en todo aspecto (Tit. 2:10). Tenemos la oportunidad de predicar con el ejemplo y animar a otros a hacer lo mismo. ¡Este es un funcionamiento saludable de la familia de Dios!
La próxima vez que te enfrentes a una transición en tu iglesia (¡y sucederá!), acepta el privilegio de formar parte del plan de Dios. Él te dará la sabiduría y la perseverancia mientras caminas a través de ese cambio, para que al final, Su reino sea fortalecido y Su nombre sea glorificado.
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