¿Qué hago si no soy todo lo que debo ser?

¡Hola amadas Maestras Verdaderas! Un jueves más para poder conectarnos a través de nuestro blog. En muchas ocasiones, cuando se refiere al servicio, quizás es posible que hayas sentido que no «eres lo suficientemente…» completa el espacio en blanco. Yo me he sentido así, y si tú también has estado ahí, te invito a que reflexionemos junto a Kathy Mercado. Ella nos anima a dirigirnos hacia donde debemos correr cuando sentimos que no tenemos lo que se necesita o que no somos todo lo que debemos de ser. Yamell de Jaramillo- Blog Maestra Verdadera

Escrito por Kathy Mercado

Después de cuatro años en la universidad, me gradué y obtuve el título profesional de contaduría. Unos años más tarde, después de más de un sin número de horas de estudio intenso, me encontraba en la ceremonia que me otorgaría mi nueva identidad profesional de Contador Público Autorizado (CPA). Así, mi firma profesional, con mi nombre de soltera, no sería más Kathy Pedraza Guzmán, «Contadora», sino que sería «Kathy Pedraza Guzmán, CPA».

De manera semejante, el día que nosotras nacimos, obtuvimos el título de «Nacidas en Iniquidad» (Sal. 51:5), pero cuando Cristo vino a nuestra vida, Él nos dio nuevas y mejores credenciales. Antes nos llamábamos «Hijas de Desobediencia» (Ef.2:2), pero ahora, por la gracia inmerecida de Dios, somos llamadas «Hijas de Dios» (1 Juan 3:1).

Además, para poder pasar el examen de CPA, yo primero estudié una gran cantidad de horas, es decir, yo pasé por un arduo esfuerzo para lograr el cambio de identidad profesional que deseaba. 

Sin embargo, no es así cuando se trata de nuestra identidad en Cristo. Para poder obtener la redención de nuestras almas, nosotras no tenemos que estudiar para un examen complejo. Cristo ya aprobó todos los exámenes que nosotras debíamos aprobar: el examen de pureza, el de no mentir, el de no exagerar, el de tener dominio propio, el de paciencia, el de extender misericordia y perdón, y hasta el examen del sufrimiento.

Debido a que Cristo aprobó todos nuestros exámenes mediante la rendición de Su vida por la nuestra, ahora no tenemos que andar inseguras como si nuestra nueva identidad dependiera de cuánto hayamos estudiado. Nosotras podemos encontrar verdadera paz en la obra que hizo Cristo por nosotras en la cruz. Si bien es cierto que el evangelio nos exige que vivamos como es digno de la vocación con que Él nos ha llamado (Ef. 4:1), la salvación de nuestras almas no depende de nuestros esfuerzos porque Cristo ya completó la misión de rescate de nuestras almas (Is. 53:11). 

Colosenses 2:6 nos dice: «Por tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús el Señor, así anden en Él». El evangelio nos pide que andemos en Cristo. Ese «andar»es un proceso que se vive diariamente y al cual llamamos «proceso de santificación». ¿Son todos los procesos de crecimiento espiritual en nuestra vida iguales? Claro que no. Si nos referimos a la duración de los procesos, por ejemplo, sabemos que algunos son instantáneos, pero que la mayoría pasa por un proceso más largo. En efecto, nuestra santificación es una tarea de por vida.

Quizás te preguntes: «Pero si la santificación es un proceso largo y lento, ¿quiere decir que todavía no soy completamente perdonada?». O tal vez inquieras: «Si todavía lucho con tenerle paciencia y extender misericordia a una persona a la cual he aconsejado muchísimas veces acerca de lo mismo, ¿quiere eso decir que todavía no soy completamente hija de Dios?». La respuesta es que nosotras somos todo lo que dice Dios que somos en Cristo, eso no cambia. Lo que sucede es que hasta que no le veamos a Él cara a cara, todavía no seremos perfectamente lo que Dios ha declarado que somos en Su Hijo (1 Juan 3:2). 

Pero si algo sabemos, es que el Dios al cual le hemos entregado nuestro corazón, no es como los políticos. Muchos políticos prometen y no cumplen. No obstante, todo lo que Dios dice que va a hacer, Él lo cumple. Todo lo que Él comienza, lo termina. Nos faltará mucho para la perfección, pero tener que esperar por ella no equivale a que nos vamos a quedar sin ver Su promesa. El Dios que comenzó en nosotras la buena obra de transformarnos a Su imagen, nos promete que la va a completar hasta que seamos perfectas (Fil. 1:6). No olvidemos todos Sus beneficios (Sal. 103:2).

Cuando atesoramos lo que es de mayor importancia, es decir, todo lo que el evangelio implica, nosotras seremos mejores maestras de la Palabra en nuestros hogares, iglesias, redes sociales o grupos de discipulado (1 Cor. 15:3). Debido a que el pecado nos causa amnesia, tenemos que luchar para no perder de vista lo que Cristo hizo por nosotras. En Él tenemos una nueva identidad.

Asimismo, en respuesta al gran regalo que Dios nos hizo a través del sufrimiento de Su único Hijo, nosotras estamos llamadas a vivir vidas santas (1 Pedro 1:15). No obstante, este mandato nos puede parecer cada vez más imposible, especialmente cuando enseñamos, reprendemos, corregimos o instruimos bíblicamente a otras damas o jóvenes. Como está ilustrado en 1 Corintios 9:25, aunque veamos la meta lejana, golpeemos nuestros cuerpos y hagámoslos nuestros esclavos, no sea que, habiendo enseñado a otras damas, nosotras mismas seamos descalificadas.

¡Hay esperanza para nosotras y para otras! Cuando nuestras almas descansan en la eterna fidelidad y misericordia de Dios, entonces nosotras podemos consolar, equipar, nutrir y exhortar a otras damas con lo mismo que nos ha consolado, equipado, nutrido y exhortado a nosotras: el evangelio. Aunque nuestro deseo de completa santidad demore, recordemos que la esperanza que tenemos no desilusiona, porque Él nos sostendrá hasta el fin para que seamos irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo (Ro. 5:6 y 1 Cor. 1:8-9).

Cuando reconocemos que no somos todo lo que el evangelio nos ha llamado a ser, confiemos en la obra completa de nuestro Salvador.

Nota: A la luz de que la próxima semana recordamos la obra de Cristo en la cruz durante la semana santa te invitamos a que puedas descargar nuestro nuevo reto de Semana Santa, entra en el siguiente enlace y juntas recordemos la obra de Cristo en la cruz. 

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