¿Qué debe hacer una mentora?

Escrito por Terri Stovall

Carole y Jessica están sentadas frente a frente y es evidente su incomodidad. Hoy es la primera vez que mentora y discípula se reúnen, y ninguna de las dos sabe realmente qué hacer o decir. Ambas tienen el mismo pensamiento. . . ¿Y ahora qué? 

A medida que muchos ministerios de mujeres implementan programas de mentoría, la pregunta más frecuente es: «¿Qué hace una mentora cuando se reúne con su discípula?».

En «Atrévete a ser una mujer conforme al plan de Dios», Susan Hunt nos recuerda que la mentoría es más que un programa o un evento del calendario para agregar; más bien la mentoría involucra a mujeres que construyen relaciones con mujeres como parte de la familia de Dios:

«Nuestra relación con el Señor es personal, pero no individualista. Cuando nos adopta en Su familia, nuestra relación con Él significa que también estamos relacionadas con sus otras hijas. Y nuestras relaciones mutuas deben reflejar la relación de nuestro Padre con nosotras».

Pablo lo entendió perfectamente. A lo largo de sus escritos a las iglesias, vemos que se centra en el proceso de replicación, a menudo desafiando a sus discípulos a ser imitadores de él como él imitó a Cristo. El proceso vida-replicación-vida es la forma en que realmente cumplimos los mandamientos de amar a Dios, amar a los demás y hacer discípulos. Es donde el evangelio y la vida se encuentran.

Pero quizás aún te preguntes: «¿Qué debe hacer una mentora?».

Compartir el evangelio . . .

Se nos ha encomendado el evangelio, y Dios espera que seamos fieles administradoras de él (1 Tes. 2:4-6). Tú, como mentora, ¿sabes que tienes una relación personal con Jesucristo y que se te ha confiado algo precioso?

Es imprescindible que la mentora conozca a Jesús como Salvador si realmente quiere ser mentora como Dios la diseñó. Además, la mentora debe estar segura de la relación de su discípula con Cristo. Podemos enseñar todas las habilidades de la vida que podamos, pero si no revisamos su relación con Cristo a través de la verdad del evangelio y la Palabra de Dios, entonces todas las habilidades de la vida en este mundo serán simplemente una casa de madera construida sobre arena movediza.

Ser mentora no se trata de ti, ni de tu discípula. Se trata de compartir el evangelio de Jesucristo de vida a vida.

Como una madre lactante…

Quizá hayas escuchado decir: «No es lo que haces, sino cómo lo haces». Debemos ser mentoras como una madre lactante (1 Tes. 2:7-10), de manera que nos mantengamos fieles al mensaje del evangelio unido a la dulzura, el amor y los cuidados de una madre lactante.

Pablo sigue profundizando esta idea en los versículos siguientes de 1 Tesalonicenses 2. En el versículo 8 dice: «Teniendo así un gran afecto por ustedes». Esto también puede leerse: «los queremos» o «los anhelamos». Para que una madre amamante, el bebé debe estar en sus brazos y cerca de su corazón. Establecen un contacto visual sin igual. Así es como ella le transmite su propia vida.

Pablo continúa enfatizando esta cercanía, escribiendo: «Nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas». Este es el proceso fundamental de formación del discipulado. Se trata de compartir el evangelio compartiendo nuestras propias vidas. Por eso es tan importante que primero te asegures de que tienes una relación con Jesucristo.

Hoy en día necesitamos madres espirituales porque tenemos muchos huérfanos espirituales. La autora Esther Burroughs lo expresó tan claramente cuando escribió en «A Garden Path to Mentoring» (Un camino de jardín hacia la mentoría):

«En la cultura actual debemos reconocer que las numerosas separaciones familiares suelen centrarse en torno a las tres D: Disfuncional, Distancia, Divorcio. Nunca ha habido un momento en la historia de la humanidad en el que la crianza intergeneracional sea más necesaria en nuestra sociedad».

Pablo permitió a sus discípulos traspasar la fachada y las capas externas no para ser una carga (v. 9), sino para ver quién era realmente, para mostrarles a Jesucristo con el ejemplo de su vida (v. 10). Esto es exactamente lo que quieren nuestras discípulas. Saben que no podemos hacer todo perfecto todo el tiempo, pero si a través de nuestro propio ejemplo podemos mostrarles la práctica de buscar la santidad cada día, entonces ellas también aprenderán mientras andan en su propio camino.

Animar, consolar y exhortar . .

Todos los momentos de mentoría, ya sean formales o informales, prolongados o breves, harán una de estas tres cosas: animar, consolar o exhortar (1 Tes. 2:11-12).

  • Animar. Significa dar consejo y asesoría con ánimo. Las mujeres de hoy en día necesitan escuchar de otras mujeres cómo ser esposas, madres, hijas y hermanas; todo con una dósis de ánimo que solamente otra mujer puede dar. Invariablemente, cuando una de mis discípulas se casa, alrededor de seis semanas después de la boda está en mi oficina tratando de averiguar cómo ser una mujer de Proverbios 31. Este es un momento de mentoría en el que puedo ayudar a las mujeres a ser más fuertes. Es un momento en el que puedo animarla, señalar todo lo bueno que está haciendo y ayudarla a seguir creciendo como esposa.
  • Consolar. Todas sabemos lo que significa dar consuelo durante esas pruebas difíciles, problemas y tentaciones. Cuando una mujer está pasando por un momento difícil, a menudo es otra mujer la que mejor entiende y puede hablar el lenguaje del corazón.
  • Exhortar. Exhortar tiene la connotación de instar o retar a seguir las enseñanzas del Señor. Como dice Susan Hunt en su libro «Maternidad espiritual. El mandato de Tito 2 para las mujeres mentoreando a las mujeres»: «¿No es interesante que de todas las maneras que Pablo podría enseñar a las mujeres a que combatieran la decadencia de su cultura, les dijo que invirtieran su energía en enseñar a sus mujeres más jóvenes a vivir cristianamente en su sociedad?».

¿Qué hacemos en la mentoría? Animamos, consolamos y desafiamos a las mujeres a seguir lo que dicen las Escrituras. Así de sencillo. Y mentoreamos para un objetivo final. . .

…que ambas caminen de manera digna delante del Señor.

Todo lo que hacemos en la mentoría tiene como objetivo que tanto la mentora como la discípula caminen dignamente a lo largo de sus vidas en este mundo caído (1 Tes. 2:12).

Si eres mentora, ten en mente el panorama general y no te dejes atrapar por la logística. Si se necesita exhortación, puede significar que debes ayudar a tu discípula a ver las bendiciones y animarla a superar los desafíos. Si necesita consuelo, puede significar orar con ella, sentarse en silencio con ella o escucharla. Si necesita ser desafiada a seguir las enseñanzas del Señor, puede ser el momento de llevarla a las Escrituras para enseñarle todo lo que Dios ha mandado y, como madre, corregirla suavemente y orientarla en la dirección correcta.

La mentoría es donde la vida y el evangelio se encuentran para que todos puedan caminar de manera digna delante de Dios.

Este artículo ha sido adaptado de un artículo de biblicalwoman.com. 

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